Aunque la familia puso reparos al principio, Gastón sabía que este momento lo tenía que vivir en primera persona: la oportunidad de documentar y reparar la historia.
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Lo primero que sintió Gastón Zilberman cuando le avisaron que lo habían elegido para viajar a la misión humanitaria de ayuda a los refugiados ucranianos en Polonia, fue que estaba listo para el desafío. Aunque solo tiene 21 años, es un profesional que se afirma con solidez en el universo de la fotografía y el relato audiovisual. “Desde los 16 años me dedico la fotografía, dron y video y hace tres años que trabajo para Cadena Argentina, participando de acciones de ayuda a comunidades afectadas por distintos tipos de crisis”, se presenta Gastón en diálogo telefónico con LA NACIÓN desde la ciudad de Medyka, en Polonia. El joven argentino se encuentra allí desde que aceptó sin dudar el desafío y la enorme responsabilidad de viajar al foco del conflicto que desde hace más de un mes tiene en vilo al mundo.
“Al comienzo me costó mucho tener una idea de adonde estaba yendo pero me sumé porque me apasiona la fotografía y me apasiona poder transmitir desde mi punto de vista todo lo que está sucediendo desde adentro”, expresa Gastón que reconoce, también, el intenso entusiasmo por la oportunidad profesional inesperada.
“Para mí es un debut en primera porque, más allá de que hace tiempo trabajo con Cadena, estar acá hoy es un compromiso enorme: puedo contar con imágenes el dolor y, al mismo tiempo, la gran solidaridad que hay en este lugar del mundo”, revela el joven, también estudiante de tercer año de la carrera de ingeniería mecánica. Cadena Argentina es parte de Cadena Internacional, una ONG basada en México que asiste a crisis humanitarias y desastres naturales, ayudando mano a mano a la gente que lo necesita, con el objetivo de generar comunidades resilientes. Junto con la entidad Gastón ya documentó campañas en el Impenetrable chaqueño, en los incendios patagónicos, en Santiago del Estero y estaba a punto de viajar a Corrientes, cuando surgió la propuesta de cambiar el destino rumbo a Polonia.
Aunque la familia puso reparos al principio, y pese que en algún momento el miedo se coló entre sus emociones, Gastón sabía que este momento lo tenía que vivir en primera persona. Era algo paradójico, advirtió. Sus abuelos habían estado allí, cien años antes, siendo ellos quienes huían de la guerra - la primera y la segunda guerra mundial-, dejando sus hogares en Polonia o en Ucrania para buscar refugio en tierras lejanas como Argentina. Hoy él está volviendo a ese lugar para ayudar a cumplir el precepto judío del tikún olam, la reparación del mundo, que guía las acciones de la organización comunitaria en la que Gastón cumple un doble rol de profesional y voluntario. Hay una sensación de reparación también de la historia familiar en esta aventura: un cierto homenaje a la vida de esos abuelos.
“Me impacta ver cómo las familias se separan sin saber cuándo se van a reencontrar”
“Las situaciones que más me impactan son las de las familias cuando se separan sin saber si se van a poder ver nuevamente. Me resulta frustrante el hecho de que por unos pocos problemas y conflictos internacionales haya una cantidad de víctimas que no los generaron y son las que pagan las consecuencias. Es algo desgarrador”, cuenta Gastón que todo el tiempo oscila entre la angustia y el entusiasmo por la vivencia de un momento tan movilizante. “Por otro lado, reconozco que es lindo ver que hay tanta gente dispuesta a ayudar como sea y con lo que tenga a su alcance. Acá hay mucha gente que llegó por sus propios medios, que agarró el auto desde otros países y se vinieron a ver qué mano pueden dar. Esto es como una gran convención solidaria donde hay muchas organizaciones conteniendo y asistiendo a los refugiados”, destaca.
Todo el tiempo hay algo para hacer y si algo tiene claro Gastón es que siempre hay que estar disponible para dar una mano donde se necesite. Cada gesto -sea un saludo, una mirada, una sonrisa- cuenta.
“Yo estoy como una especie de comodín afectado a distintas tareas según lo que se necesite en cada momento. Tengo libertad para ir a donde siento que es más importante estar: a veces con la cámara documentando las distintas situaciones, otras para llevar donaciones y otras para jugar con los chicos o hablar con las personas. Esa libertad hace que esté tranquilo para hacer el trabajo concentrado y eficiente”, cuenta Gastón, que sabe que sus piezas son un elemento clave para retratar la necesidad incesante de ayuda que, para poder sostenerse, requiere de financiamiento a través de donaciones. “Las fotos son un elemento necesario para hacer fundraising y por eso cada misión me comprometo a retratarla con mucha responsabilidad”, explica.
La misión de la que participa Gastón es la que lleva adelante Cadena Internacional, en distintos puntos de operaciones situados en Polonia, en el paso fronterizo de Medyka, frontera con Ucrania, ubicado a tres horas al este de Cracovia.
“Es como una convención mundial de ayuda comunitaria”
La operación de ayuda in situ consiste en cuatro ejes: el primero es estar en la frontera y cruzar a Ucrania cuando se necesite llevar donaciones a la fila que quienes están saliendo del país atacado por las tropas rusas hacen en migraciones. “Son filas muy largas, hace frío y hubo días de lluvia. Les alcanzamos mantas, medicamentos, comida, abrigo, camperas de lluvia. Pero también llevamos entretenimiento a los chicos y compañía a los adultos para aliviarles la espera. Hacemos shows de burbujas, shows de payasos, lo que sea con tal de arrancarles una sonrisa en esos momentos tan difíciles”, se conmueve.
Un segundo foco de asistencia es la bodega donde se almacenan las donaciones que llegan desde varias partes del mundo; allí las reciben, las clasifican y las ubican en los centros de alojamiento o las envían a Ucrania donde se distribuyen en los lugares donde se necesiten: hospitales, refugios orfanatos y también en los centros de ayuda que Cadena tiene emplazados en la frontera.
La tercera tarea es asistir a los refugiados que se alojan en uno de los puestos en Przemyśl (en Medyka). Allí, junto a otras organizaciones civiles se encargan de reubicar a las familias ucranianas exiliadas, en España, donde otras familias los recibirán por al menos tres meses. “Nos encargamos de que tengan un traslado seguro y que tengan una casa donde llegar. Esto lo hacemos con medios oficiales, para evitar los peligros de la trata de personas”, revela Gastón y afirma que ya se lograron ubicar por medio de este mecanismo a unas 200 familias, es decir, unas 800 personas.
También funciona un centro de refugiados para mujeres y niños, en la ciudad de Corchova. Allí la tarea a la que se aboca el equipo que integra Gastón es la de apoyar el trabajo de los asistentes sociales en el acompañamiento a los chicos. “Más allá de la situación traumática que están viviendo el clima es alegre porque los chicos están bien cuidados por asistentes sociales y por voluntarios que están todo el tiempo pendientes de ellos, mientras sus madres están haciendo los trámites necesarios para poder migrar”, evalúa.
A diez días de una experiencia de vida intensa que sabe que no olvidará nunca, Gastón ya está por volver a Buenos Aires, a la comodidad de su casa, a las clases en la facultad y el reencuentro con la familia y los amigos. Ellos lo acompañaron a la distancia leyendo cada día los detallados reportes que les fue enviando al grupo de WhatsApp que armó para sentirse cerca y acompañado en la experiencia que nunca hubiera imaginado vivir. En uno de esos primero reportes, cuando recién llegó siendo el único argentino entre un grupo de jóvenes mexicanos y colombianos, les escribió: “Muchas sensaciones pasan todo el tiempo por mi cabeza, pero intento aislarme lo más posible a veces para ser eficaz. En cuanto a mi trabajo, tengo que cubrir muchos momentos y de muchas formas distintas y siento cierto agobio, pero ya voy a ir entrando en ritmo. Quería contarles lo hermoso e increíble que es la calidad de personas con la que me muevo y cruzo todo el tiempo. Gente voluntaria de todo el mundo que dejó todo para venir a ayudar. Altruismo en su estado más puro. Se te cae un lápiz y 7 personas en 7 idiomas distintos te ofrecen ayuda. En cuanto al equipo de Cadena, es un diez”.
Pero ya unos días después se encontraba con un panorama más completo sobre la realidad de las personas que huyen de la guerra. “Es un gran desafío trabajar con la cámara en este contexto de vulnerabilidad. Hay muchos lugares en que no se permiten fotos porque se maneja información sensible y no se pueden dar a conocer las ubicaciones de los refugios”, describe y recuerda el encuentro con esa chica de Sudán librada a un destino totalmente incierto. Es que mucha gente llega con contactos de familia o amigos que los recibirán en otras ciudades de Europa, pero mucha gente también llega sin saber adónde ir.
“Hablé con una chica de 29 años que nació en Sudán y vive hace una década en Ucrania, venía con su nene de año y medio en el cochecito. Hablaba casi perfecto inglés, cosa muy inusual en Ucrania, y me dice: ‘Voy para Alemania y después no se adónde’, a lo que le respondo que tiene muy buen inglés y que puede ir a Inglaterra. Eso solo bastó para que cambiara su rumbo. Me respondió: ‘Tenés razón, voy a cambiar mi destino, no se nada de alemán y sí inglés’. Es muy impresionante ver cómo la gente llega sin rumbo y estar en esa situación de que lo poco que uno diga o haga puede marcar una diferencia en su futuro”, concluye.
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