Allá en Corrientes, por los años ochenta, los abuelos de Carlos Diaz-Calvi solían obsequiarle libros y fascículos de geografía con mapas que lo tenían fascinado. A la par, leía a Verne, Twain, Salgari y Stevenson, quienes se encargaron de que en él creciera la certeza de que algún día saldría a explorar el mundo. Por aquellos mismos años sus padres se esmeraron en brindarle herramientas para que en el futuro pudiera valerse por sí mismo, tenían la convicción de que, con esfuerzo y sin fórmulas mágicas, su hijo podría lograr todo aquello que se propusiera.
Pero fue hacia finales de los noventa, mientras terminaba de cursar su carrera de ingeniería en Sistemas y pasaba el resto de las horas en un empleo mal pago, que Carlos comenzó a sentirse infeliz y decidió que era tiempo de renacer en otro lugar de la tierra. Con el corazón roto, pero convencido de que debía priorizar sus sueños, partió rumbo a Europa sin papeles, con un pasaje de ida, sin dinero ni certezas de cuándo volvería a ver a su madre y a su hermana.
El joven emprendió una aventura con altos y bajos, pero un buen día en su camino conoció a un irlandés, que lo convenció de que su inglés era lo suficientemente bueno como para probar suerte en Dublín en lugar de España, tal como él había imaginado. Hacia allá fue. Para sorpresa de todos, a los tres días estaba trabajando como Jefe de Sistemas. Su profesión lo llevó a vivir cinco años en Irlanda, otros cuatro en España, y cinco más en Holanda, ya casado con su mujer Cielo Spilere, escribana de profesión, también correntina y madre de sus dos hijos. En todo ese tiempo jamás imaginó que su travesía lo conduciría a un territorio con el que nunca había soñado: Texas, Estados Unidos; un lugar que hoy, y desde hace ocho años, es su hogar.
En el intrigante país del norte, Carlos trabajó para las cuatro petroleras más importantes en Houston, y para el fondo de inversión más grande del mundo, en Connecticut. Hoy, se dedica a gestionar y mejorar eficiencias en proyectos estratégicos internacionales, dar conferencias y ayudar a empresas a ser más eficientes. Entre tanto, también escribió numerosas novelas de ficción y se esmeró, junto a su esposa, en llevar a su familia adelante en un país colmado de luces y sombras; una nación de más de 328 millones de habitantes en donde la distancia entre Nueva York y Houston es mayor a la de Estocolmo a Lombardía, y en donde – aún en estas últimas semanas de una pandemia que está cambiando los paradigmas del mundo entero – las misiones espaciales no han dejado de despegar, y los Teslas, Amazons,Apples han seguido trabajando: la máquina no puede detenerse.
Residente en un suelo con un total de 1.569.033 contagios registrados hasta el 19 de mayo del 2020 – 93.445 fallecidos, 362.591 recuperados y una tasa de mortalidad del 6%-, Carlos sostiene que debemos ser cuidadosos cuando miramos la paja en el ojo ajeno, como tendemos a hacer con Estados Unidos, Italia, España, Suecia, Noruega e incluso Argentina, ya que se tratan de culturas e historias muy diferentes: hay que aprender a contextualizar.
En una entrevista para LA NACIÓN, el argentino de 47 años comparte sus impresiones acerca de cómo es vivir en un país que considera que se retroalimenta de los desafíos, en tiempos de coronavirus.
-¿Qué opinás de las medidas específicas que se implementaron en general en Estados Unidos y en particular en Texas?
Habrá que esperar un tiempo para tener una certeza de cómo se actuó aquí respecto al Covid a nivel país, con todas las dificultades que supone una nación integrada por Estados independientes con decenas de millones de personas.Se trata de un territorio inmenso (en tamaño y población) y tan heterogéneo, que es injusto generalizar sin contextualizar a los distintos Estados, culturas y climas. No es tan fácil desactivar y activar maquinarias, sobre todo cuando las curvas no son uniformes, es como meter todo Europa desde Cádiz hasta Moscú y Estocolmo hasta Sicilia en la misma bolsa.
Lo diverso del impacto queda en manifiesto cuando consideramos que Nueva York recibió 5 millones de visitantes de Europa y China en los primeros tres meses del año, ya con el virus paseando por una ciudad cosmopolita y vertical, mientras el Estado de Montana, que está a 4 mil kilómetros al oeste, tiene menos de 500 casos confirmados. Nueva York la ha pasado muy mal, pero jamás se vio sobrepasado; igualmente, falleció mucha gente y habrá que revisar los motivos. El tiempo nos dará la respuesta, todavía es muy pronto. Su gobernador, Andrew Cuomo, ha demostrado un liderazgo impresionante, que contrasta con el gobierno federal.
Por otro lado, en el caso puntual del Covid y el sistema de salud, el que necesita atención la tiene sin necesidad de un seguro médico, en el peor de los casos se acepta la deuda y se pagará como y cuando se pueda. Muchos confiamos que ese sistema se pueda rever en el futuro - este es el momento – pero, en cuanto a calidad, sigue siendo excelente.
Texas abrió el 1ro de mayo, uno de los primeros Estados en hacerlo. La curva – por fortuna – estaba bastante aplanada y parecía contraproducente tener todo tan parado. Aunque nunca hubo cuarentena estricta, Texas recomendó quedarse en casa y deshabilitó los trabajos no esenciales. Todo ha vuelto ahora a la normalidad, con límites de 25%-50% de acceso y medidas de higiene. Acá, inicialmente, el Covid no impactó con la fuerza de otros sitios por diversos motivos que posiblemente tengan que ver con las amplias distancias entre las casas y negocios, entre otros factores.
En el caso de Houston, aquí se encuentra el complejo médico más grande del mundo (el grupo de hospitales, en particular por el tema cáncer), por lo que hay capacidad instalada de más de 8 veces la que se necesitaría según proyecciones para el Covid. Esto es positivo, pero no se celebra públicamente, porque la situación no da para ello, y es todo aún muy incierto.
El texano es muy orgulloso e independiente, como en general lo son todos los Estados, unidos por un delgado hilo constitucional y federal. Aun así, Texas es una república aparte. En su gran mayoría la gente ha aceptado el stay-at-home, pero siempre con la sensación de que la vida tiene que continuar lo antes posible. Los derechos individuales son percibidos como sagrados, así que todo se comunica con mucho cuidado. La idea que tiene el gobierno es llegar a un nivel de contagio manejable, tal vez incómodo en los números, pero que permita responder a los casos tratables, comprendiendo que, como en todo virus de este tipo, hay situaciones a veces inevitables en la población de alto riesgo. Dicho esto, hay de todo, gente que sigue cuidándose como el primer día, pero también hay "cowboys", descreídos, e improvisados.
La sensación entre los amigos argentinos es que se está abriendo un poco antes de lo ideal, pero es fácil opinar desde nuestras casas, cuando hay que hacer malabares ante lo desconocido, entonces, no nos queda otra que focalizarnos en los números, lo fáctico, lo proporcional, lo único que podemos manejar.
-En relación a la actividad laboral, ¿cómo han impactado las medidas en la atmósfera cotidiana de tu comunidad?
Veníamos con pleno empleo en el país, y ahora la situación laboral es complicada, no irreversible, ya que existen herramientas y un horizonte, pero va a llevar tiempo. Cuando uno ve las noticias de Texas, constantemente entrevistan a los pequeños y medianos empresarios que solo piden abrir y producir; no piden créditos ni ayudas, solo poder seguir trabajando, eso me da la pauta de que la sociedad está lista para darle un vuelco a la cosa cuando sea prudente.
Aunque no del todo relacionado con el Covid, Houston - en particular- ha sufrido un golpe económico fuerte por la baja del precio del petróleo, a lo que se suma el menor consumo. Esto provocó la pérdida de puestos de trabajo, y de ahí la urgencia de reactivar la economía lo antes posible. Cuando baja el petróleo, baja el combustible y los costos de transportes, por lo que en general beneficia al resto de las actividades, pero Houston es ese "rara avis" que lo sufre.
Yo hasta ahora soy afortunado, la gestión de programas y proyectos, las tecnologías de información, llevan mucho tiempo preparándose para el teletrabajo; este evento no hizo más que confirmar que en esta industria el futuro ya es ahora. Pero soy consciente de que mi fortuna puede cambiar en cualquier momento, en Estados Unidos la actitud siempre tiene que ser: esperar lo mejor, pero prepararse para lo peor.
Por el Covid mi esposa perdió su empleo, es una de millones que no ve la hora de volver a producir, pero tengo que reconocer que la respuesta del gobierno federal fue buena, reforzando generosamente los montos del seguro a quienes hayan trabajado y aportado en los últimos años. Muchas personas (amigos incluidos) quedaron sin empleo, gente con experiencia y capacidad que no ve la hora de volver a generar. Son las reglas de este mercado laboral, donde la legislación permite abrir y cerrar negocios en un pestañeo, por lo que creo que los puestos perdidos se recuperarán en cuanto se vaya controlando los efectos de la pandemia.
El Covid ha dado también la oportunidad a los distintos mercados a mirarse el ombligo para ver dónde ajustar eficiencias de cara al futuro. Los mensajes que recibimos de las grandes empresas en esta reapertura -gradual, por etapas, lenta- es que habrá una nueva normalidad, y bienvenida sea, el ser humano siempre ha salido victorioso, renovado de estas vicisitudes; el virus, en ese sentido, ya perdió la batalla.
-¿Cómo describirías el estado emocional que se vive allí?
Se cree que el efecto de la baja de petróleo (tangencialmente relacionada con el virus) equivale a cuatro huracanes juntos para Houston. Pero el tejano es resiliente, quiere ponerse a trabajar hoy para que su empresa salga adelante, sabe que el gobierno se financia con la producción que generan los comercios pequeños y medianos, tanto como las grandes empresas.
En cuanto al coronavirus en sí mismo hay un poco de todo. Hay una mayoría preocupada por rescatar la economía, que confían en la capacidad médica de Texas, y confían que el momento de ir tanteando el sistema es ahora, para el bien de la sociedad futura.
Entre los amigos argentinos, la cosa está más dividida. Hay quienes tienen un poco más de temor, prefieren que se cierre todo hasta que no haya prácticamente riesgo, y otros - en los que me cuento – que creemos que es éste el momento en donde nuestra generación debe mostrar entereza y optimismo, sobre todo para nuestros hijos, que están absorbiendo en silencio,casi sin saberlo, todo lo que decimos, o hacemos, en este encierro. Soy consciente que esto de ser optimista es fácil decirlo cuando no te ha tocado de cerca, así que soy cauto ya que aún estamos en medio del río y todo puede pasar. Vamos a seguir poniéndole actitud tomando los cuidados necesarios.
En lo personal, lo que me ha ayudado es el estar ocupado. Estar guardados es ideal para probar cosas que siempre quisimos hacer y nunca nos dimos la oportunidad. La vida es una sola y no hay tiempo para las vergüenzas, y menos para los reproches. Se fracasa en todo lo que no se intenta, así que a meterle para adelante. A veces la diferencia entre el que crea/produce y el que consume, son ese 5% que estamos dispuestos a hacer para empezar.
Por otro lado, en estos dos meses todos hemos pasado por momentos de euforia y desazón. El tema de Whatsapp y Facebook a veces ayuda y otras no tanto. El exceso de información es tan peligroso como la falta de ella.
En el mejor de los casos esta crisis nos está sirviendo para reconectarnos con nosotros mismos, nuestros afectos, los abrazos que se expresan con palabras, y quizás nos recuerde nuestra fragilidad y propia mortalidad, la finitud, y la importancia de lo que vaya a quedar después, nuestro legado, lo que el virus jamás va a vencer.
-En tu caso, ¿qué sentimientos te atraviesan en esta situación como argentino, lejos de tu tierra y tus seres queridos?
Somos animales sociables, echamos de menos la familia en Argentina, sobre todo en estos momentos; pero también extrañamos encontrarnos con nuestros amigos de acá, que son para nosotros un sostén emocional, los asados semanales, el truco, las charlas y discusiones. Somos una isla argentina en el medio de las planicies sureñas.
Leemos muchas - quizás demasiadas - noticias de Argentina. Hay veces que me preocupo más, otras menos. Tengo mi madre allí, y aunque tome todos los cuidados posibles, siempre hay un riesgo. Familia en Corrientes y Chaco que no tiene certeza de cuán ciertos sean los números y proyecciones del Covid, pero también con sus vidas diarias que no les dan respiro. Estamos viviendo algo que será parte de los libros de historia futuros, por lo tanto, debemos dar la cara e intentar ser recordados como lo que somos, un país sufrido pero que nunca bajó los brazos.
Creo que el gobierno argentino actuó inicialmente bien con la cuarentena, luego ya no lo tengo tan claro. El tema sanitario es muy importante, está claro, y no había mucho margen de maniobra; pero luego se tomaron medidas que son más difíciles de justificar. Todos aquí sentimos lo mismo, no es la salud o la economía, hay que buscar un equilibrio, quizás tomando riesgos medidos. No tengo soluciones, no me corresponde, pero creo que en Argentina se debería buscar un plan a mediano y largo plazo consensuado con expertos, a fin de evitar profundizar problemas como el ahogamiento de las pymes, la parte productiva, que son los que pueden generar empleo. Sin producción el gobierno no puede financiarse para hacer ese excesivo asistencialismo y el gasto público.
Considero que esta era una oportunidad histórica de rever el modelo de país que queríamos para el futuro. Nuestro Hiroshima – no el impacto en vidas, pero sí en lo actitudinal, de crear un modelo de país a 20-50-100 años. El Covid pudo ser – quizás aún lo sea – nuestro llamado de atención. Mi mayor preocupación es que desperdiciaremos esta oportunidad.
Al vivir en Estados Unidos me hace un poco de ruido la desinformación sobre este país y cómo funciona cuando los medios entrevistan o llaman a corresponsales. Lo que nosotros vemos aquí es diferente a lo que muestran en Argentina. Parece haber una necesidad de mostrar la desgracia ajena para congraciarse, o dejar bien parado al gobierno. Quizás es algo que siempre ocurren en todos lados ante un cataclismo para que la gente esté más tranquila, no lo sé.
Es nuestra oportunidad de reinventarnos, de reconciliarnos. Los caminos se hacen caminando, y en el sendero encontraremos piedras como esta; Da Vinci usó la piedra para crear arte, otros utilizaron la piedra para descansar. ¿Qué haremos nosotros? ¿Crear o esperar?
En conclusión, estamos aquí, abrazando a la distancia a nuestras familias y seres queridos; mirando con optimismo que pronto volveremos a estar juntos, los de aquí, los de allí, quizás menos revueltos, pero más unidos que nunca. Esto también pasará.
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