Ernesto Neto aterriza en el Malba con una inusual propuesta de “conexión”
Se ven enormes estructuras construidas con medias de nylon y rellenas de miles de bolitas de telgopor, luego otras tejidas al crochet en las que es posible hamacarse, o intentar incluso vincularse con "algo" más allá de lo que se ve. Ernesto Neto, el artista brasileño que mejor expresa la idea de continuidad entre cuerpo, espíritu y naturaleza, el que durante años se mudó a convivir con pueblos de la selva y cuyo trabajo integra algunas de las colecciones más importantes del mundo, aterriza ahora en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires con cerca de 60 obras en una retrospectiva que bajo el nombre de Soplo recorre casi 40 años de su producción.
Organizada originalmente en la Pinacoteca de San Pablo con la curaduría de Jochen Volz y Valéria Piccoli -director y curadora jefe de la institución- Soplo llega a Buenos Aires con unas instalaciones inmersivas que no solo reclaman la participación del público, sino que a través de experimentos con el peso, las texturas, la luz, la opacidad y la gravedad proponen un espacio de convivencia, pausa y toma de conciencia.
"Hoy estamos hablando de células, de cosmos, de masculino, de femenino, de naturaleza, de cultura, de formas", dispara el artista frente a una de las obras más sugestivas: una especie de enorme nave alargada que construida en nylon, clavo y arena permite a los espectadores quitarse los zapatos y recorrerla por dentro, convirtiéndose así en parte y produciendo su deformación.
Durante el preopening para clientesICBC Exclusive Bankingel propio Neto explicó que pensó en estas esculturas como unos espacios en los que podernos adentrar igual que si nos metiéramos dentro de nosotros mismos. "Porque nos la pasamos buscando respuestas afuera, cuando en realidad están adentro de nuestro corazón", dijo y concluyó que "la mente miente, pero el corazón no".
Una experiencia artística diferente
Neto, que nació en 1964, estudió escultura en los 80 en la Escola de Artes Visuais del Parque en Río de Janeiro y en el arranque de su carrera se dedicó más que nada a trabajar con cerámica. Sin embargo fue de a poco incorporando otros materiales, como los textiles que compraba en el mercado de Saara, en el centro de Río. "Y en la elasticidad de las medias encontró de pronto una forma diferente de tratar la gravedad", explica el curador Volz.
"Soplo tiene que ver con estar conectado, sintiendo y viviendo aquí ahora", marca Neto en tanto recomienda acercarse a ver la muestra "con la cabeza serena, abierta, tranquila". El recorrido asombra con elementos que como si fueran tentáculos pueden tensarse o estirarse de piso a techo, y cuenta además con una veintena de grafitos sobre papel, óleos y fotografías. ¿Otro de los hitos? El que bajo el título de "Tres cantos y una danza" invita a las personas a deslizarse a través de una suerte de vestidos de crochet para, sencillamente, dejarse caer, algo que Neto define como "confiar y equilibrar".
Marcando el final de la agenda 2019 para un Malba que acaba de romper todos los records con Liminal (la exhibición del argentino Leandro Elrich que con 240 mil visitantes se convirtió en la más vista en la historia del museo), la retrospectiva de Neto se podrá ver hasta el 16 de febrero y, de algún modo, mantiene esta predilección por las instalaciones que despuntan tanto en su escala como en la organicidad con los espacios en los que son expuestas.
El preopening culminó con un cóctel para los clientesICBC Exclusive Banking en el hall de acceso al Malba, donde mientras compartían sus valoraciones de la obra los invitados pudieron disfrutar de la barra de Inés de los Santos. Con la idea de generar nuevos nexos de intercambio cultural, además de promover y sostener el arte y la cultura, el banco se convirtió en 2016 en Socio Corporativo del museo. Y esa sociedad también trajo aparejados beneficios para sus clientes, que hoy cuentan con un 20 por ciento de descuento en el precio de la entrada y diez por ciento en todos los productos de la tienda MALBA: otra razón más para acercarse a vivir Soplo, una experiencia artística diferente.
LA NACION