Se conocían desde los cuatro, fueron inseparables en su juventud, y un cambio en él los separó. ¿Podrían sus caminos volver a unirse?
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Se conocían desde salita de cuatro. ¿Cuánto tiempo pasó ya? Demasiados años, tantos que las arrugas que a Claudia se le marcaban sutilmente en el entrecejo en su juventud, ahora se instalaron profundas, inamovibles, y a ella, a ella no le interesan ni el bótox ni el bisturí.
La juventud habita en el alma, dice siempre, ¿pensaría Marcelo igual? Quedaron para el sábado a las cinco de la tarde en ese café de Belgrano que solían frecuentar de jóvenes, cuando él vivía sobre la calle Blanco Encalada. ¡Qué tiempos aquellos! Jamás olvidará la inundación del 2001, cuando trataron de ir al recital de los Red Hot Chili Peppers y jamás llegaron.
Pasaron muchos años. Años en los que Claudia jamás dejó de pensar en él.
La vida juntos y novios “que no están a tu altura”
En salita de cuatro se robaban los juguetes, pero se defendían ante cualquier injusticia provocada por terceros. Así crecieron, con sus diferencias y palabras cruzadas, pero siempre ahí, el uno para el otro: “Recuerdo el día en que la maestra lo retó porque no dejaba de hablar en clase y lo sacó afuera. Empecé a portarme mal para que me saque también”, cuenta Claudia entre carcajadas al rememorar sus días de primaria.
La secundaria también la hicieron juntos. Compartían las tardes de tareas y se contaban todo, aunque algunas cosas Claudia presentía que estaban omitiendo, o al menos ella lo hacía. Extraña adolescencia, se decía, había situaciones que no sabía por qué, pero la hacían sentir avergonzada. Pero, a pesar de todo, fueron felices.
Todo cambió aquellas vacaciones en las que Claudia cumplió los 17. Regresó al último año del secundario con un novio de verano, que a Marcelo le parecía un “cheto”. “No está a tu altura”, le decía a su mejor amiga y, tal vez, estuviera en lo cierto. Fue un romance breve, pero que marcó una transformación en la relación de amistad.
Marcelo comenzó a estudiar ingeniería y Claudia nutrición. Se seguían viendo siempre, compartiendo sus sueños, y contándose sus historias de amor: “Aunque yo le contaba más y él me miraba extraño. Hasta que un día me di cuenta de lo que realmente pasaba”, revela Claudia. “Una amiga me dijo un tiempo después que era claro que nuestra relación, tal como era, caducaría. Que no existe la amistad entre el hombre y la mujer. Hoy me pregunto: ¿existe?”
“Dejá de mirarme así” y el miedo a decir te amo
Sucedió en el departamento de Claudia, ese espacio pequeño pero luminoso, sin cortinas y con unos pocos muebles patinados en una tarde de invierno.
Él llegó con unos bizcochos 9 de Oro y ella preparó el mate. La miraba más raro que nunca, parecía querer decirle algo, lo cierto era que hacía tiempo parecía querer hacerlo. Pero Marcelo no dijo nada.
Claudia puso el disco de Gorillaz, les fascinaba, mientras él la seguía observando como si fuera la primera vez. “Dale, decime”, dijo ella. “¿Qué cosa?” “Querés decirme algo, se re nota, me mirás raro”. “Nada que ver”.
Pero ella ya se había dado cuenta, lo sabía, y quería escucharlo, pero no quería escucharlo a la vez. Entonces se hizo la tonta y le contó acerca de la profesora que los estaba volviendo locos en la materia más difícil de segundo año, la famosa materia filtro: “La mitad tira el trapo y deja la carrera”.
Marcelo no escuchaba. Esa mirada penetrante seguía allí. “Dejá de mirarme así”, lo expuso Claudia. Los ojos de su amigo irradiaban un amor y una dulzura que ella nunca antes había visto en su vida: “Ya sabés, y qué se yo, da miedo”. “Sí, ya sé”.
Entonces él se acercó, susurró un “te amo” y quiso besarla.
“Perdonáme Marcelo, somos amigos, perdonáme, no me pasa igual”.
¿Existe la amistad entre el hombre y la mujer?
Falta poco para el sábado, aunque parece una eternidad. Dieciocho años pasaron desde el último encuentro. Un suspiro. Pero esperar hasta el sábado a Claudia le parece una eternidad. Lleva años arrepentida de aquella tarde; supo que lo amaba cuando él le anunció por mail que se había casado.
“Siempre lo amé, pero no me daba cuenta. De chico uno tiene metido en la cabeza esos romances de novela, de Hollywood y en nosotros había risas, compañerismo, confidencialidad; yo buscaba esa adrenalina de lo imposible”, confiesa hoy. “En esa época tenía un amorío con un chico de la facultad, no quería perder a Marcelo, pero creo que le tenía miedo a esa cantidad de amor puro. Su ausencia me vació y con los años pude verlo. Ahora él se separó y sueño con un reencuentro que nos una como pareja”.
¿Existe la amistad entre el hombre y la mujer?, Claudia hoy lo duda. Pero lo que no duda es que quisiera que, el sábado, la respuesta a esta pregunta sea no.
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