Barry Mirick conoció a la perra Roxy en un contexto laboral. Pero cuando la empresa puso fin a su contrato, él no estuvo dispuesto a cortar el lazo.
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Se habían conocido cuatro años atrás, cuando la empresa M&M Environmental, de Queens, Nueva York, en los Estados Unidos, hizo que sus destinos se cruzaran. Por indicación de su jefe, Barry Myrick (37), fue a buscar a una perra mestiza mezcla de pitbull al Centro de Adiestramiento de perros en Florida. Allí habían entrenado al animal en la detección de chinches. Y durante los años siguientes, la perra y Myrick se dedicaron al control de plagas e inspeccionaron propiedades comerciales y residenciales.
Pronto formaron un lazo único. Y, si bien los gastos de alimentación y veterinaria del animal, eran cubiertos por la empresa que empleaba a ambos, Roxy vivió con Myrick y su esposa, Joana, desde el primer día. Se volvieron un binomio inseparable, disfrutaban de excursiones a Bear Mountain y vacaciones en Woodstock. “Ella es parte de nuestra familia. Esto es lo más cercano a los niños que tendremos“, dijo Myrick.
Juntos hasta el final
Todo marchaba sobre ruedas hasta el inicio de la pandemia en marzo pasado, cuando Myrick optó por un despido voluntario. Le habían ofrecido otro puesto en el área de limpieza de espacios con COVID pero el hombre lo rechazó ya que eso implicaba estar lejos de su perra, Roxy. Devolvió el vehículo de la empresa, las tarjetas de crédito y el equipo, pero no a su compañera y explicó que un gerente le había dicho: “Te vas a quedar con Roxy, ¿verdad?”. Y así lo hizo.
Los problemas no tardaron en llegar. El 25 de junio pasado, M&M envió una carta a Myrick donde se refería a la perra como “propiedad de la empresa” y exigía su devolución de inmediato. Cuando Myrick se negó, M&M inició una acción legal, informó que Roxy había sido robada y llevó a la Oficina del Fiscal del Distrito de Queens a imputar a Myrick con cargos de hurto mayor.
Pero Barry no estaba dispuesto a separarse de Roxy bajo ninguna circunstancia. En agosto se entregó a la policía de Nueva York. “Pasé 15 horas en la cárcel. No le deseo eso a mi peor enemigo“, dijo Myrick, quien compartía celda con otras 20 personas. “Las historias que escuché eran irreales, entre otras que alguien había golpeado a su padrastro con un bate de béisbol. No podía decirle a nadie que estaba allí por un cachorro“.
El asunto se complicó cada vez más para el hombre desempleado. Un juez de Queens, citando fallos de custodia de casos de divorcio anteriores, permitió que Myrick se quedara con Roxy hasta que se resolviera el caso. Sin embargo, M&M alegó que Roxy era un perro de trabajo y que se trataba de un caso de propiedad, no de custodia. Y fue más allá con sus argumentos cuando aclaró que, según el contrato de 2016, la compañía era propietaria de Roxy. Como frutilla del postre, señaló que entrenar a un perro como ella había costado el equivalente a 15 mil dólares.
“Mi única preocupación es no separarme de Roxy. Mi familia me dijo que devolviera el perro y seguramente obtendría otro. Pero vacié mi cuenta bancaria para estar junto a mi amiga de cuatro patas, pasé un tiempo en la cárcel. . . ¿Qué más pueden pedirme? Lucharé contra esto hasta el final“.
Un antecedente para estudiar
“En el caso se ve en juego una colisión entre derecho de propiedad de la empresa y el vínculo socio afectivo del empleado. En Argentina, si se adoptara una interpretación exegética del Código Penal se dirá que estamos en presencia de hurto, como una retención indebida. Pero, si uno sale del molde del Código Penal y toma la idea de familia de la Constitución Nacional e interpreta que abarca familia multiespecie, desde ese lectura se podrían aplicar reglas de familia, reparar en el interés superior del animal y acreditar el sufrimiento que causará al can cortar el lazo. En base a ello se otorgaría el cuidado personal al empleado. Se desarrollaría el quiebre que genera al proyecto vital de este animal y se podría decir no aplica hurto porque el perro no es propiedad”, explica la abogada Ma. Angélica Miotti, mediadora y docente en Diplomatura de Derecho Animal.
Y continúa: “Queda abierto el interrogante sobre si el empleado debe satisfacer indemnización en el sentido de que entrenar el perro costó 15 mil dólares. Pero ¿entrenarlo hace a la dignidad del perro en el sentido de florecimiento de capacidades? Si la respuesta fuera no, al empleado no le correspondería indemnizar a la empresa. Tampoco habría antijuridicidad porque el perro en ese trabajo de fumigación hasta veía expuesta su salud. Pero no todos los jueces y juezas se animan a dar sentencias innovadoras, diferentes, menos en contra del derecho a la propiedad, que a veces parece que vale más que la vida misma”, concluye.
Una luz en la oscuridad
Los medios locales se hicieron eco de la noticia. Y la historia llegó a los ojos y al corazón de un lector de Michigan que, conmovido, decidió involucrarse en el asunto. “Esta historia me golpeó el corazón. Se podía ver el amor entre Barry y Roxy. M&M dijo que había costado 15 mil dólares entrenar al perro. Entonces, ¿cómo pueden decir ‘no’ a una oferta por esa cifra? He sido bendecido con muchas oportunidades en la vida. Siempre podría ganar más dinero, pero ¿alguna vez Roxy volverá a conseguir otro humano como Myrick?”, explicó Powell Miller, que es padre de tres hijos y defensor de los derechos de los animales.
Y así, sin demasiado preámbulo Miller le envió el dinero a Myrick para que reintegrara el importe a la empresa. “Puedo entender que la empresa haya invertido en la capacitación, pero no tengo ninguna duda de que lo mejor para Roxy era quedarse donde está, con una familia que la ama”. La difícil situación de Myrick tocó a personas de todo el mundo, quienes también contribuyeron con USD 17.425 a una página de GoFundMe que fue para cubrir los honorarios legales.
“Miller es un héroe para nuestra historia. El poder de una buena acción es irreal“, dijo Myrick. Por su parte, Miller dijo que está ansioso por su próxima visita a Nueva York, cuando pueda conocer a Myrick y Roxy en persona, pero por ahora solo tiene una solicitud: “Le dije a Barry que me gustaría una foto de Roxy”.
En cuanto a Myrick, aclaró que “siente la obligación moral de pagarlo. Encontraré la manera de hacer el bien. En un momento tan difícil, todos pueden estar de acuerdo en que los perros son familia. No son propiedad y no puedes separarlos sus seres queridos. El amor lo trasciende todo“.
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