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Mounieb Ahmad llama la atención cuando camina. Alto y corpulento, se destaca entre los bailarines de las milongas de Buenos Aires. En sus ojos de tonalidad aguamarina se puede percibir una determinación suave, disfruta saber que está en el lugar que su corazón eligió aun antes de conocerlo, muy distante del país de los camellos y las pirámides.
En su segunda visita a la Argentina, alquiló un departamento por tres meses y se dio el gusto de salir todos los días de la semana. Para quien no practica tango tal vez sea difícil entender cómo se puede bailar hasta el punto de caer exhausto. Pero Mounieb dice que el baile lo atrapa, que se olvida del resto cuando suena la música del 2x4. Y es que Buenos Aires tiene más de treinta milongas, es cuestión de ingresar en el circuito del tango para saber a dónde hay que ir. Él ha llegado a estar en tres lugares diferentes en un mismo día. “Lo que pasa aquí es único en el mundo. Es como si estuvieras en una maratón continua”.
Una tarea repetitiva, las plataformas submarinas y el baile
La vida del egipcio no siempre fue así. Durante años, su trabajo en la construcción de plataformas submarinas lo mantuvo ocupado. Una tarea repetitiva que le producía cierto hastío pero que le daba los medios suficientes para vivir tranquilo en Alejandría. Practicaba kung fu, tenía cierto manejo del cuerpo pero no estaba en sus planes nada vinculado al baile. Lo que le pasó aquel día, en el año 2005, lo cuenta como anécdota. “No busqué al tango. Creo que el tango me encontró”.
Le dolía la espalda y había sacado turno para una sesión de masajes, pero la masajista no llegaba. Después de esperar un tiempo, le avisaron que estaba enferma y otra persona iría en su reemplazo. Aburrido, vio una nota en la pared que anunciaba lecciones de salsa. Se acercó al mostrador y le preguntó a la secretaria.
—¿Estas clases son de baile? ¿Puedo mirar?
—No, no puedes, pero puedes unirte, ¿cuál es tu nivel?
—Nunca he bailado. Hago deportes nada más.
—Ah, entonces serías principiante y este es un grupo que ya está avanzado.
—Ok, gracias, igualmente.
Ya estaba en la puerta cuando la mujer lo alcanzó.
—Un momento. Hay otro tipo de baile, se llama tango. Y la lección, en realidad, comenzará dentro de una hora, así que si te quedas puedes unirte, porque esta es la primera lección. Y hay nueve chicos y diez chicas, así que necesitamos una más. Serías el número diez.
No sabía nada del nuevo género pero en lugar de irse a visitar a sus amigos, prefirió esperar y ver en qué consistía ese ritmo que le daba curiosidad. “Tal vez hoy haga algo diferente”.
Esa decisión, ese instante en que todo se detiene es el que todavía recuerda. “Hay algunos momentos en que tu vida puede ir en una dirección: a la derecha o a la izquierda”. Eligió el camino que le cambió su destino: Mounieb se enamoró del tango.
Le resultó fácil seguir las instrucciones del maestro, pronto avanzó en el aprendizaje de los pasos. Después la cuestión se puso más compleja, más técnica, pero nunca perdió el disfrute, las endorfinas que lo elevaban del suelo. Su rutina se modificó hasta que el tango se convirtió en su principal actividad.
Tampoco tenía en mente enseñar, lo hacía por diversión con sus amigos. Pero fue su maestro quien le dijo, después de un año, que ya estaba preparado para dar clases. Y así arrancó, con un pequeño grupo que creció con las redes y el boca en boca.
Ya en 2014 realizó su primer viaje a la Argentina y quedó deslumbrado. La noche, San Telmo, Caminito; su cultura, las mujeres bellas y la música viva en todos los rincones. Tan diferente a su país pero con costumbres que le resultaron familiares. Pronto se adaptó a Buenos Aires. Cuando tomó el avión de regreso supo que no sería la última vez.
Una mujer frente a una góndola y una gran idea
Dicen que las oportunidades pueden aparecer en cualquier momento y lugar, para eso es necesario sacar la mirada de la pantalla y estar atentos al entorno. Había ido a un supermercado en Egipto y vio a una mujer con discapacidad visual frente a la góndola de los jabones, tenía un bastón blanco y un hombre la esperaba a su lado. Le llamó la atención la forma en que aspiraba las fragancias de cada estante pero se distrajo con una llamada telefónica. Cerca de veinte minutos después, la mujer seguía ahí. Alcanzó a ver que el hombre sonreía. Cuando regresó a su casa se quedó pensando, ¿por qué alguien podía dedicarle tanto tiempo a una cosa tan simple? Probó vendarse los ojos por dos horas y percibir lo que había a su alrededor. Lo repitió durante varios días.
Entendió en la práctica, y no solo en la teoría, que al no tener visión se recibía mucha más información, que se desarrollaban los otros sentidos. Así que lo que perdía por un lado, lo ganaba en intensidad por otro. “Decidí hacer un programa para enseñar tango a personas como ella. Porque el tango aumenta nuestra calidad de vida y disfrutamos muchas cosas además de la música”. Así nació Tango Vision Project, como una forma de integrar a la danza a personas con distintas discapacidades. “Por ejemplo, quienes no ven muchas veces se golpean o se caen, de esta forma pueden evitar accidentes porque van a mejorar a nivel físico. Cuando eres un bailarín de tango tienes un mejor balance”.
En sus épocas de ingeniero un pequeño accidente durante una inmersión submarina le había quitado la audición a lo largo de un mes. Para bailar tuvo que mirar más a su maestro, mientras los latidos del corazón marcaban el ritmo. Ese antecedente le sirvió para comprender el asunto desde adentro y desarrollar su empatía, decidió adaptar el método de enseñanza a cada persona.
“No hay solo una manera de enseñar, lo importante es hacerlo de manera individual”. Para Mounieb el primer paso es conectar con las personas, después el resto fluye. Entre sus experiencias está la de Vica, que tenía 8 años cuando fue su primera alumna. Bajo la atenta mirada de su madre el profesor filmó el proceso de aprendizaje. Primero ganó su confianza a través del juego, así le mostró la técnica y muy pronto la niña aprendió a desplazarse en el espacio. Hoy ya cumplió 13 años y continúa con la práctica del tango con el objetivo de ser una profesora para gente como ella.
El regreso esperado
Pasaron casi diez años hasta que pudo concretar el deseo de viajar a su país añorado, para sentir que es un soplo la vida. Pero mientras tanto se preparó y juntó millas de aprendizaje. Esta vez, Buenos Aires tuvo un significado especial. “En Egipto hay milongas pero por supuesto, el número de personas que bailan tango es mucho menor. Y esto es normal, pero para Argentina el tango está en la cultura”, dice Mounieb en un taxi camino al departamento de un sastre que se especializa en trajes a medida. “Por eso estoy tratando de elevarlo y de hacer que más gente disfrute este lindo arte”.
Nunca frenó en su objetivo. Nunca postergó sus clases para hacer otra cosa. Se sigue perfeccionando al mismo tiempo que comparte sus saberes en Alejandría, El Cairo y Hurghada. Tiene claro que el tango le dio tanto, que ahora se lo quiere devolver con máxima dedicación. “Si eres un bailarín, siempre lo serás, porque es como andar en bicicleta. Se mantiene contigo para siempre”.
Aprovechó el tiempo para tomar lecciones con diferentes maestros, como Mario Morales, o Gonzalo Robinson. Y se hizo experto en las milongas, gastó los zapatos en El Beso o Cachirulo, que es una de las más famosas milongas tradicionales. También Muy Lunes & Muy Martes Tango, y la turística La Viruta, adonde llega gente de costumbres, idiomas y aspecto de lo más diverso, que solo en la pista pueden danzar una lengua en común.
Describe que las milongas son como un gran campus universitario en donde los habitués terminan por conocerse y volverse amigos. “Si eres un bailarín de tango, Buenos Aires es como un paraíso para ti”. También trascendió fronteras y fue invitado a una maratón de tango en Rosario, ahí descubrió la movida de la ciudad santafesina. Aspira a ser una suerte de embajador y llevar el tango, y su método de enseñanza, a otros países. De su estadía no se lleva ninguna relación romántica —o al menos eso es lo cuenta— pero sí una cantidad abrumadora de contactos y personas con las que seguirá compartiendo la pasión que lleva en las venas.
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