En el mejor momento de su carrera y con chances de pasar a otros clubes más importantes, Pablo debió volver a empezar. Otro deporte le devolvió las ganas de entrenar y competir de nuevo
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A los 14 años Pablo Esci se desempeñaba de número 4, posición en la que creció admirando a jugadores de la talla de “El Negro” Ibarra, “El Pupi” Zanetti y el brasileño Dani Alves. Comenzó a jugar al fútbol en el club Asociación Deportiva Everton Olimpia (ADEO) de Cañada de Gómez (Santa Fe), su lugar de origen.
Si bien debutó en Primera en 2007, a los 18 años, recién se afianzó como titular en 2009 cuando tras disputar el clásico no salió más del equipo. La velocidad y su inteligencia a la hora de leer las jugadas, entre otros atributos, hicieron que siendo el más joven de la plantilla se adueñara muy rápidamente del lateral derecho.
Por aquel entonces tenía 20 años y, además, estudiaba Marketing. Y como la mayoría de los jóvenes de su edad le gustaba mucho salir a bailar, pero lo hacía sólo los viernes porque los domingos tenía partido. Tenía el pelo largo, usaba vincha, jugaba al fútbol y no le iba nada mal con las chicas. “Era el chico del momento”, como dijo hace unos meses en una charla de superación personal que brindó para alumnos y alumnas de Quinto Año de su ciudad.
Ese segundo que cambió su vida para siempre
Sin embargo, el 10 de noviembre de 2009 su crecimiento futbolístico y sus sueños de poder ir a probarse a un club de mayor trascendencia -como le habían propuesto-, quedaron truncos. Esa noche, un auto giró en rojo, frente a Pablo, cerrándole el paso en el momento que cruzaba en verde con su moto.
Pablo, inconsciente, fue llevado al hospital local, donde lo acondicionaron para poder trasladarlo con vida a Rosario. Como consecuencia del siniestro, le diagnosticaron un Traumatismo Encéfalo Craneal grave con edema cerebral que le deparó 20 días de Terapia Intensiva. Sin embargo, cuenta, los primeros momentos fueron los más críticos ya que su vida corrió riesgo porque no lograban estabilizar su presión. A raíz del golpe en la cabeza le quedó una hemiplejía izquierda.
“Poné huevos como siempre que de acá vamos a salir caminando juntos”
“Charlando en una cena con mi familia, cuando ya había regresado a mi casa, me preguntaron qué recuerdos tenía de la internación en el sanatorio y una de mis repuestas fue que me acordaba cuando mi papá me acercaba la cabeza al oído y me decía: `poné huevos como siempre que de acá vamos a salir caminando juntos`. Este recuerdo mío hizo que mi viejo explotara de felicidad. Yo creo que mi mente resiliente desde su inconsciente entendía que algo andaba mal y tomaba ese pedido de mi viejo como un objetivo a cumplir”, rememora Pablo, a la distancia.
Durante esos días delicados en los que Pablo todavía no había hecho el clic de lo que le había ocurrido, recibió un enorme gesto de sus compañeros de equipo que le demostró, una vez más, la unidad que había dentro de ese plantel. “Una noche festejando el campeonato que ganamos una persona se aventuró a prometernos un viaje al mar si conseguíamos el bicampeonato de manera invicta. Y esta locura impensada la llevamos adelante con un atenuante crucial que se interpuso justo antes de la final, mi accidente. Al encontrarme con un pronóstico tan grave, aquella persona en lugar de regalarnos el viaje les entregó a mis compañeros un monto de plata en dólares, dinero que ellos sin dudar un segundo se lo llevaron a mis viejos para que pudieran costear algunos de los innumerables gastos que mi situación demandaba. Cuando me enteré de este gesto me llené de orgullo y satisfacción porque era el más chico del grupo y que hayan tenido ese gesto era gratificante”.
Cuando Pablo pasó a una habitación común del sanatorio, donde ya permanecía despierto, descubrió que su brazo y su izquierda no los podía mover. “Además, noté que respiraba por un tubo en la garganta (traqueotomía) y me faltaba medio cráneo. Ante mi desesperación y mi angustia tanto mi familia como mis amigos me contaron lo que había sucedido y pese a todos estos contratiempos me prometí a mí mismo tres objetivos puntuales: recuperarme por completo, terminar la carrera terciaria y volver a jugar al fútbol”.
Avances notorios en la recuperación
Un mes y tres días después del accidente lo trasladaron a la clínica de rehabilitación Pilares del Rosario, donde Pablo empezaría el verdadero objetivo de volver a activar su cuerpo para poner en marcha la promesa que le había hecho a su gente amada.
“Al principio, los avances en mi recuperación eran muy notorios y llenaban de orgullo a todos mis seres queridos cuando llegaba el horario de visitas y les mostraba hasta el más mínimo y simple movimiento nuevo. En esos momentos fue fundamental el cariño y la constancia de las visitas que en ningún momento fueron acobardados por el calor agobiante de ese verano. De hecho, en un momento le plantee a mi psicóloga que me dolía que mis visitas tuvieran que venir entre las 16hs y las 19hs en lugar de estar disfrutando del verano, del sol y de la pileta. Y casi sin dejarme terminar me dijo: `quédate tranquilo que el único sol y verano para todos ellos es que vos estés vivo y recuperándote`”.
Bienvenida la natación: un viejo amor
A medida que fue pasando el tiempo y más allá de sus constantes avances, a raíz de varias charlas que Pablo había tenido con su kinesiólogo y amigo (Raúl) entendió que jugar al fútbol al nivel y a la intensidad que su cabeza quería resultaría “imposible” para su cuerpo. Sin embargo, en esa nueva etapa encontraría un nuevo viejo amor que le devolvería esas ganas de volver a entrenar y a asumir nuevos desafíos.
Con Julio, su kinesiólogo, comenzó a hacer hidroterapia y a partir de ese momento empezó a proyectar la posibilidad de volver a la natación, disciplina que había practicado desde los tres hasta los 14 años.
“Mis ojos se iluminaron de felicidad”
En agosto del 2012, cuando ya tenía la garganta cerrada y había vuelto a respirar normalmente, luego de realizar los ejercicios de rehabilitación se animó a probar con unos largos y de esta manera sucesivamente en cada sesión fue sumando más metros.
“Una persona del club que veía mi esfuerzo y dedicación para entrenar me paso el contacto de Malvina, una entrenadora rosarina involucrada en el deporte adaptado. A partir de entonces comencé a entrenar con ella dos veces a la semana en el Echesortu F.C de Rosario. Nuevamente me sentía un deportista, sobre todo cuando llegó febrero del 2013 y Malvina me invitó a participar de un torneo de natación adaptada en Paraná (Entre Ríos) junto al plantel de Echesortu. Mis ojos se iluminaron de felicidad, cuando le conté a Julio se entusiasmó y le pidió a Malvina que anote también a Guillermo, otro paciente suyo que había empezado a combinar rehabilitación y natación”.
-Excelente, ya podemos estar más que conformes -le dijo Julio a Pablo tras su actuación en esa competición.
-¿Estás loco? hasta que no salgamos del país no paramos -le respondió Pablo, con mucho entusiasmo lo que generó una gran sonrisa en su kinesiólogo.
“Los Pececitos de aletas rotas”
“En ese torneo Julio aprovechó para hacerse de muchos contactos relacionados con el deporte adaptado ya que su sueño era formar nuestro propio equipo y empezar a funcionar de ese modo. En junio se iba a realizar otro torneo que subía la vara porque era el Open internacional de Argentina y se llevaría a cabo en el CENARD donde la pileta tiene las medidas olímpicas, es decir 50 metros de largo. Para dicho certamen sumamos un nuevo nadador, Julián, y viajamos bajo un nombre gracioso que nos identifique como `Los Pececitos de aletas rotas”. Obtuve muy buenos resultados compitiendo con nadadores argentinos, brasileros, colombianos, uruguayos y venezolanos y gracias a mi desempeño y a mis resultados fui ganando cada vez más confianza y satisfacción”, recuerda Pablo.
Un sueño cumplido: participar en los Para Panamericanos de Lima 2019
A partir de ese momento Pablo comenzó a participar de todos los eventos del cronograma de natación adaptada del país, en los que fue mejorando sus tiempos constantemente por lo que en 2016 viajó a un Open internacional en Río de Janeiro, que se disputo en el predio donde luego se llevarían a cabo los JJ. OO.
De esa manera logró representar al país en los Para Panamericanos de Lima (Perú) 2019. “Me desbordó de orgullo, de alegría y de emoción, sensaciones que me abordaron ya desde el día que establecí las marcas para clasificar. Ni hablar el día que salió la lista y mucho menos cuando llegó la primera carrera y fui hasta el cubo de largada vestido de celeste y blanco”, se emociona.
Pablo, además, logró terminar sus estudios terciaros y actualmente tiene un empleo de medio día. Y sigue entrenando en natación en busca de grandes objetivos, mientras se sigue rehabilitando. Y también está escribiendo su biografía para poder ayudar a otras personas que se encuentran pasando por un momento adverso. “Decidí escribirlo para demostrar que las segundas oportunidades existen si realmente las buscamos y también que es indispensable nuestra actitud frente a los problemas u obstáculos de la vida. Sueño con seguir cumpliendo objetivos que me vayan apareciendo en el camino, aunque también hoy por hoy me gustaría encontrar la mujer indicada para compartir mi vida y formar juntos una familia”, se ilusiona.
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