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Había estado más de un mes en la pequeña jaula de la veterinaria por la que ella pasaba todos los días. Los demás habían sido adoptados. Menos ella, que buscaba la atención de quienes cruzaban la puerta de ese lugar. La joven sintió que ya había pasado demasiado tiempo de modo que decidió cambiarle el destino a la pequeña gata y adoptarla. Ese mismo día la llevó a la casa de su padre Gustavo. Con él tendría un hogar por siempre.
No era la primera vez que Gustavo convivía con gatos. De hecho, cuando Gala llegó a su vida, ya habían pasado muchos perros y felinos por su hogar, Allí tenían la vida digna que todos los animales merecen. Pero con Gala la historia fue diferente.
“Tuvimos mucha paciencia y dedicación”
“Para que se adaptara tuvimos que ejercitar la paciencia y el ingenio ya que en ese momento teníamos dos gatos más y un perro. Con Teófilo, el gato negro hizo buenas migas desde el comienzo. Pero no fue fácil. Aunque la casa es grande, siempre se cruzaba con alguno. Por otro lado estaba el tema de su carácter: era arisca y agresiva. Tuvimos mucha paciencia y dedicación. Aprendimos a dejar que se acercara sin presionarla, a acariciarla sabiendo que quizás nos iba a morder o rasguñar y a tratar de no mostrarle miedo. Así, de a poco, fue tomando confianza”, recuerda Gustavo.
A medida que los meses pasaban, Gala se mostraba cada vez más tranquila y a gusto tanto en su nueva casa como en la interacción con el resto de los miembros de la familia. Hasta que una noche, luego de varios años, comenzó a cumplir -religiosamente- una suerte de ritual que la fue acercando cada vez más a Gustavo.
“Me amasaba y lavaba el pecho”
“Cuando finalizaba el día y me iba a la cama, ella se acostaba conmigo y me amasaba y lavaba el pecho, cosa que me parecía extraño y gracioso ya que lo hizo por primera vez después de muchos años de convivencia”. En materia de comportamiento, los gatos se lamen unos a otros, aunque no lo hacen con cualquiera. Los lamidos los realizan específicamente con otros gatos con los que tienen la suficiente confianza, aquellos que son familia (provienen de la misma camada) o con quienes tienen una relación de confianza profunda y se llevan bien.
Cuando un gato lame a su humano, se trata efectivamente de una muestra de cariño, pero con un matiz: este gesto es una certificación de que el nivel de confianza y afinidad es elevado. El mensaje sería: “confío en ti, eres parte de mi hogar”.
Hay un elemento importante más en este comportamiento. El lamido de los gatos huele aunque, desde luego, los humanos no podemos percibir este olor en toda su intensidad. Pero para ellos sí está presente. Cuando varios gatos se lamen entre sí y se genera un olor sumado, se denomina olor comunal y este acaba definiendo el perfume del entorno de confianza creado. Si un gato del grupo huele ese olor entre los miembros de su círculo cercano, esta percepción potencia que se lleven aun mejor pues es un indicador le recuerda que está en territorio común. Los gatos son territorialistas. Por eso, para poder asimilar que otro ser forme parte de su espacio, tienen que marcarlo de alguna forma y darle un “certificado” de que está aceptado y forma parte autorizada.
“Gala mantuvo la rutina de acostarse conmigo y limpiarme durante unos meses. Yo supuestamente no tenía problemas de salud hasta que una noche tuve un infarto y tuve que ser sometido a una intervención quirúrgica. Después que me operarán nunca más lo hizo. En la actualidad se acuesta a mi lado, pero no me limpia, me ronronea y busca cariño. Por suerte, nuestra vida actual es como siempre y ella está muy cariñosa con todos y por suerte mi salud muy buena”.
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