Una publicación de Facebook lo conmovió. Sintió que no podía quedarse de brazos cruzados y se animó a arriesgarlo todo.
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El parecido con su perro Gio era innegable. Una mezcla de emoción y añoranza lo llevó a detenerse por unos minutos en la imagen que le mostraba una publicación de Facebook. Gio había sido su primer perro y el que había dado inicio, en su familia, a la tradición y buena costumbre de rescatar animales en situación de calle.
Hacía ya varios años que Lucas Ulanovsky participaba en diferentes grupos de refugios y rescatistas. Y, aunque su trabajo lo había llevado a instalarse en la ciudad de Medellín, en Colombia, en ningún momento dejó de vincularse con quienes consideraba necesitaban ayuda. “En la historia de Parce que acompañaba una foto muy tierna contaban su situación: formaba parte de una camada de ocho cachorros que habían sido asesinados. A él le habían cortado la cola y sufría constantes situaciones de violencia. Había encontrado refugio en la casa de una familia que lo cuidaba como podía. Pero ya no tenían recursos para alimentarlo y en breve quedaría en la calle. Cuando vi a Parce en su situación de vulnerabilidad me hizo actuar inmediatamente, sin importar ni cómo ni dónde lo tenía que recoger”.
“Pagamos y nos dejaron avanzar hasta el punto de encuentro”
Junto a Leila, una rescatista oriunda de Lima, Perú organizaron todo lo necesario para adentrarse en el barrio de La Ladera, en la comuna de Villa Hermosa. Para hacerlo fue necesario establecer contacto con una persona de esa zona que les aseguraba que podrían ingresar en vehículo y sin problemas. “Hace años las fronteras invisibles podían costarte la vida. Si entrabas en una zona y no te conocían, eras un sospechoso y eso atentaba contra tu integridad. Hoy ha mejorado mucho la situación, pero en algunas zonas es mejor contar con alguien conocido para no correr riesgos”.
El viaje llevó más de lo planeado. Era el horario del mediodía y el tráfico por los barrios suele ser muy denso: hay lomas, subidas y las calles no están muy bien asfaltadas. “Cuanto más subíamos el cerro y nos adentrábamos en la comuna, más se vislumbraba la pobreza y las carencias. Ya cerca de la zona, había un grupo de chicos vestidos informalmente, que paraban a los autos y les preguntaban que hacían por la zona. Nosotros realmente no tuvimos mayor problema ya que íbamos con un chico conocido de ellos. Les contamos el propósito de nuestra visita y nos trataron muy bien. Les dimos 10 mil pesos colombianos y avanzamos hasta el punto de encuentro con Gisela, quien estaba al cuidado de Parce hasta ese momento”.
En el barrio, Lucas se encontró con casas muy precarias, calles sin asfalto y muchas caras de curiosidad sobre lo que hacían dos personas desconocidas parados en una esquina del barrio con dos bolsas grandes llenas de alimentos. “Con Leila creíamos que el esfuerzo que habían realizado Gisela y su familia en, al menos mantener con vida a Parce, merecía una recompensa. Entre los dos recolectamos muchos alimentos no perecederos, productos de limpieza y de higiene para donárselos. Ella nunca nos pidió nada a cambio, pero creíamos que era lo mínimo que podíamos hacer por ella”.
“No podía fallarle a mi nuevo amigo”
Cuando Gisela bajó de una colina, a su lado apareció Parce. Parecía un poco desnutrido. Tenía el cuerpo lleno de tierra propia de la calle donde vivía pero mostraba una sonrisa particular y su lengua para fuera. Con Lucas fue amor a primera vista. Durante sus días en el barrio, Parce se había convertido en un perro agresivo y desconfiado. Probablemente era su propio mecanismo de supervivencia lo que no le permitía diferenciar entre otros perros, hombres, mujeres y ni siquiera niños. Le temía a todo y su única forma de responder era lo que había aprendido, la violencia. “Sin embargo ocurrió algo extraño. Al acercarse a nosotros, nos olió. Y mientras yo le entregaba las bolsas a Gisela, Leila lo recogió y Parce no tuvo reacción negativa alguna. Se dejó llevar y entró al auto. Se acomodó en el asiento de atrás y apoyó su cuerpo contra el de Leila”.
Para Lucas, el camino de regreso en casa fue una mezcla de sensaciones. “Yo no sabía que iba a pasar con mi vida, porque de ahora en más éramos Parce y yo. Empecé a entender que tenía una responsabilidad a cargo y no podía fallarle a mi nuevo amigo”.
La primera parada de Parce fue en el consultorio veterinario. Allí le hicieron estudios, lo desparasitaron y lo bañaron. El cachorro estaba lleno de pulgas, garrapatas y parásitos en el estómago. Además presentaba algunas heridas propias de haber vivido en una zona con vidrios rotos y elementos punzantes.
Finalmente, cuando llegó a la casa de Lucas, comenzó a olfatear todo y recorrer el espacio con cautela. Decidió refugiarse en un área oscura y lejos del alcance del humano. Había sido un día largo y se lo notaba estresado y asustado.
Los primeros días fueron un tanto complejos. Parce nunca había tenido una casa, ni un espacio para él, ni un sillón o cama donde reposar. Le había comprado un canil para transportarlo y él lo adoptó como su nueva habitación. De hecho, las primeras semanas pasó bastante tiempo en ese lugar. De a poco, tomó más confianza y empezó a acompañar a Lucas en sus jornadas de home office. En forma paralela, los paseos diarios se volvieron una rutina cotidiana. Medellín tiene una gran variedad de espacios verdes que rodean a la ciudad. Además, Lucas y Parce tomaron como costumbre compartir desayunos juntos en cafeterías.
“Dejar al perro en Colombia no era una opción”
En octubre del año pasado a Lucas se le terminó la visa para residir en Colombia. Su regreso a Buenos Aires era inminente. “Se me presentó la gran duda que a muchos extranjeros tutores de animales se nos genera en esos momentos: ¿cómo hacemos para seguir juntos y qué trámites debo hacer? Dejar a Parce en Colombia no era una opción. La familia nunca se abandona. Tenía que existir una manera de volver juntos”.
Por su tamaño, Parce pudo viajar con Lucas en el asiento del avión. Cuando llegó el día del viaje, Lucas estaba nervioso y ansioso a la vez. Le habían sugerido que Parce tomara una medicación. “Pero realmente tenía miedo de exponer a mi perro a los efectos de tenerlo dormido durante un vuelo largo, así que decidí hacerme cargo de la situación y darle todo el amor que pudiera para que no se estresara tanto”.
Todo fue una sorpresa. Lucas esperaba lo peor pero el viaje fue sumamente placentero. La buena predisposición de la gente -desde los operarios de la aerolínea hasta los propios pasajeros- hizo que Parce tuviera un viaje tranquilo. “Lo que más me sorprendió fue la actitud de Parce: parecía saber lo que sucedía y tomó una actitud súper relajada. Incluso los pasajeros me felicitaron por su buen comportamiento. En ese momento entendí que la madurez ya formaba parte de Parce, que ya no había agresividad, que él sabía que estaba viajando a una vida mejor, confiando en su papá humano”.
Aires nuevos en Buenos Aires y una lección de desapego
Una vez en Buenos Aires, tuvieron que enfrentar el gran desafío: una nueva vida, con una familia humana más grande y sobre todo, la convivencia por primera vez con otros dos perros: Gio y Saja. El proceso de adaptación fue con cautela. Era la primera vez que iba a vivir con otros perros. Sin embargo, desde el primer día Parce formó parte de la manada familiar.
“Gio -quien falleció en marzo de este año- y Saja son los primeros dos perros de la familia, y por consecuencia, los más viejitos. La llegada de Parce podía significar un problema ya que él tiene dos años. Pero, gracias a una gran aceptación de parte de mis otros perros y la ayuda de Jaime, el paseador oficial de todos los perros de nuestra familia, Parce se adaptó inmediatamente”.
En estos meses Parce no solo comenzó la “escuela” en el Parque Centenario: allí comparte con casi cincuenta perros una jornada de casi seis horas diarias. Corren, pasean, juegan entre pares y tienen vida de perros. Además, estuvo en cumpleaños familiares, navidad, fin de año y por supuesto, el máximo evento histórico del país en los últimos años: el Mundial Qatar 2022. “Durante el mundial, Parce nos acompañó en todos los partidos e incluso hizo parte de los festejos, como un argentino más, por lo que creemos que ya tiene merecida su nacionalidad argentina”.
En los próximos meses, Lucas debe regresar a Medellín por su trabajo. “Con mi familia hemos hablado sobre esta situación y decidimos que lo mejor para Parce es que se quede en Buenos Aires, con sus amigos del colegio perruno, con toda su familia humana y con su nueva vida. Estoy seguro de que nos haremos mucha falta. Pero por suerte yo viajo continuamente a Buenos Aires y voy a poder visitarlo. Cuando lo adopté, prometí darle una familia y la mejor vida posible. Estoy seguro de que en mi casa de Buenos Aires es donde más feliz va a crecer y pasar sus años”.
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