Encuentran las instrucciones de Enrique VIII: así era su macabro plan para decapitar a Ana Bolena, su segunda esposa
Una historiadora británica halló en registros del siglo XVI las órdenes del monarca inglés que indicaban el lugar y la forma en que debía llevarse a cabo la ejecución
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En la mañana del 19 de mayo de 1536, Ana Bolena, la segunda esposa del rey de Inglaterra Enrique VIII, fue ejecutada en Londres por orden de su propio marido. La acusación que pendía sobre ella era la de “adulterio y alta traición a la corona”, aunque la realidad que descubrieron los estudiosos de la Casa Tudor fue que el monarca quería correr de su vida a la reina consorte porque ya tenía una nueva candidata para acompañarlo en el trono y porque ella no le había dado un heredero varón.
La decapitación de Ana Bolena fue uno de los hechos más trascendentes y crueles en la historia de la monarquía británica y lo interesante es que, a pesar de que ocurrió hace 486 años, todavía se encuentran detalles sobre esta tragedia. Recientemente, la historiadora británica Tracy Borman encontró en los archivos reales las instrucciones que había dado Enrique VIII, quien instruyó a su séquito la forma y el lugar donde debería realizarse la violenta ejecución de su segunda esposa.
Borman, que volcó todo lo que había encontrado sobre Enrique VIII en el libro Henry VIII and the man who made him, estaba en los Archivos Nacionales del Reino Unido buscando datos sobre la condena a Bolena cuando el archivista Sean Cunningham la llamó para mostrarle un pasaje que había pasado desapercibido en uno de los libros de disposiciones reales del siglo XVI, según lo que cuenta el medio británico The Guardian.
Allí estaban las órdenes que había dejado escritas el monarca para ejecutar a la mujer con la que había contraído matrimonio tres años antes y con quien había tenido una hija. En esas líneas, se registraba que “había sido condenada a muerte por quemadura de fuego o decapitación”, pero que “movido por la compasión” y para evitar la ejecución por fuego que era más dolorosa, Enrique ordenó que “la cabeza de Ana sea cortada”.
Para Borman, los instructivos de Enrique VIII refuerzan la imagen del monarca como un “monstruo patológico” y señalan su carácter “premeditado y calculador”. De hecho, envió a uno de sus asistentes a buscar a un espadachín a Francia. En esos tiempos, en Inglaterra, la decapitación se hacía con un hacha, lo que implicaba muchos golpes y un sufrimiento extremo, pero él dispuso que en este caso se hiciera con una espada: un método que no se utilizaba en su nación.
Sin embargo, y pese a su insistencia para que se siguieran sus órdenes al pie de la letra, la segunda indicación que dispuso para la muerte de Ana Bolena no se cumplió. Él había solicitado que se hiciera “en el parque de nuestra Torre de Londres”, pero debido a una serie de graves errores -según dijo Borman-, el sangriento hecho se llevó a cabo en el patio del Edificio Waterloo, lugar que hoy alberga las joyas de la corona de Inglaterra.
“Adulterio y alta traición”
Ana Bolena fue la segunda de las seis esposas que tuvo Enrique VIII, y quizás fue también la más famosa e infortunada dado que la acusaron de “adulterio y alta traición” a la corona. Le imputaron el hecho de haber mantenido relaciones extramaritales con varios hombres del séquito real, incluido su propio hermano. Todos los implicados, incluido ella, negaron estas acusaciones menos uno: un músico al servicio de la reina consorte, Mark Smeaton que confesó haber sido amante de la segunda mujer del monarca. Claro que lo hizo bajo tortura. Así y todo, su testimonio fue la base para que la condena se llevase a cabo.
La mayor parte de los historiadores considera que las acusaciones contra Bolena eran falsas y que el juicio fue una puesta en escena para que Enrique VIII pudiera librarse de ella. El monarca quería casarse con su amante y favorita, Jane Seymur. Y, otra de sus intenciones, era concebir un heredero varón, ya que ni con Bolena ni con su primera esposa, Catalina de Aragón, había tenido un niño. La hija que tuvo con Ana se convirtió en una de las monarcas de Inglaterra más memorables, Isabel I. En tanto, la que tuvo con su primera esposa sería con el tiempo María I de Inglaterra, conocida como la reina sangrienta o la sanguinaria.
El día de la ejecución, lejos de perder su temple, Ana Bolena se mostró tranquila. Sir William Kingston, encargado de los pormenores de la ejecución, describió de este modo los momentos finales de la mujer, según registra el medio español ABC: “Cruzó el patio y el enorme portón detrás del cual la esperaba la multitud, pues su muerte causaba sensación. Ella mostró tal valentía y habló tan convincentemente en el patíbulo que esa multitud empezó a murmurar que era inocente”. Tal es así que muchos de los presentes lloraron tras su muerte.
“Debido a que conocemos tan bien la historia, olvidamos lo profundamente impactante que fue ejecutar a una reina”, señaló la historiadora Borman al referirse a este hecho que, entre otros, ayudó a posicionar a Enrique VIII entre los monarcas de peor reputación en la historia de la corona.
Los restos de Ana Bolena fueron sepultados en una tumba sin nombre al lado de la de su hermano, quien había sido ejecutado en la Torre dos días antes, según informa BBC. Se cree que tenía 35 años.
Un día después de la decapitación, Enrique VIII anunció su compromiso con la que sería su tercera esposa, Jane Seymour.
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