Para perfeccionarse en su profesión decidió irse por una temporada a España, siempre quiso regresar, pero en el camino aprendió “que hacer planes a largo plazo es como apostar a la lotería”
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Beatriz tenía 36 años cuando, junto a un grupo de colegas, decidió homologar su título universitario de odontóloga. Para su sorpresa el trámite no demoró tanto como esperaba y se halló empacando las valijas para abordar un avión que la llevaría a España a vivir una experiencia prometedora.
En Argentina era feliz, más que feliz. Tenía una vida estable, llevaba once años trabajando en su propia clínica en su pueblo, Campo Quijano, Salta. Estaba rodeada de amistades y familia, risas, abrazos y encuentros reconfortantes para su alma. El viaje a España sería temporal, de eso estaba segura, para ella, irse no significaba una despedida de su patria, sino ir hacia un sueño, explorar otras oportunidades, respirar otra atmósfera y vivir una aventura: “Todavía recuerdo el día que me despedí de mis padres. Lo hice con la firme idea de que, tras un tiempo, volvería”.
Beatriz estaba lejos de imaginar que emprender aquel viaje cambiaría el curso de toda su vida. ¿Valió la pena? Hoy, a sus 52 años, la pregunta suele entrometerse cuando el sol cae allá, en suelo español, tan lejos de su tierra argentina.
España “temporal” y un amor que todo lo cambió
Dieciséis años atrás, Beatriz tocó suelo madrileño con una sonrisa plena en su rostro y aquellas calles le devolvieron la sonrisa. Había arribado con la documentación en orden y el trabajo no tardó en llegar. Comenzó a desempeñarse en su profesión en una clínica de Alcorcón, Madrid, donde conoció personas maravillosas que facilitaron su adaptación y sus ganas de seguir explorando y disfrutando sus días en el país ibérico.
De a poco, descubrió los barrios y las costumbres, a veces cercanas y otras tan lejanas. Todo lo vivía con placer y poca nostalgia, se encontraba en un viaje temporal, dispuesta a disfrutar de cada segundo de su experiencia hasta su retorno.
Mientras cumplía con éxito sus objetivos laborales, Beatriz se dispuso ahorrar para el pronto regreso a la Argentina, convencida de que algunos meses en España serían suficientes para enriquecerse en su camino personal y profesional. Lo inesperado, sin embargo, cruzó su camino para torcer el rumbo de los acontecimientos: se enamoró como creyó que nunca lo había hecho y a los ocho meses contrajo matrimonio, aunque bajo la condición de que en un futuro cercano se irían a vivir juntos a la Argentina. Aun bajo el hechizo del amor, Beatriz sabía que quería volver.
Un buen comienzo y un giro inesperado: “Por primera vez sentí mucho miedo de estar en un país que no era el mío”
Durante el primer año Beatriz tuvo una adaptación muy buena. Colegas, amigos de su pareja y nuevos vínculos la habían acogido con mucho cariño, lo que facilitó la distancia, aunque no impidió que extrañara cada día a su entorno y todo aquello que había dejado en la Argentina.
Al poco tiempo de dar a luz a su primer hijo, el matrimonio decidió mudarse al pueblo Cuenca, una ciudad en las montañas ubicada en el centro de España, fundada por árabes, con calles de adoquines y ruinas medievales. La decisión implicó renunciar a la clínica en donde había sido tan bien recibida y buscar empleo en un paraje que le era desconocido, pero en el que residía su familia política. Fue un volver a empezar una vez más, una nueva clínica, nuevas caras, otros desafíos: “Yo seguía pensando que todo sería temporal”, confiesa Beatriz. “Pero a esa altura todo había cambiado mucho, todo se complicó”.
Al poco tiempo de su llegada a Cuenca, Beatriz supo que estaba embarazada de su segundo hijo. Lejos de significar una alegría, el hombre con el que tanto se había ilusionado se marchó de su hogar sin mirar atrás. No hubo regreso en familia a la Argentina ni tantas otras promesas de amor; allí quedó ella en medio de España, sola en una urbe donde no conocía a casi nadie, con un hijo pequeño y un embarazo de seis meses atravesado por el dolor ahora evidente del desarraigo, así como aquel otro inevitable del desamor y el desamparo.
“Por primera vez sentí mucho miedo de estar en un país que no era el mío, en donde desconocía las leyes, ¿qué pasaría con mis hijos?, ¿podría luchar sola junto a ellos? Por mis hijos sabía que tenía que seguir adelante, por fortuna mi madre vino a acompañarme hasta que nació el más pequeño”, rememora.
Un juicio, la discriminación y el saldo: “A pesar de todo, en lo laboral, puedo decir que en España me fue muy bien”
Cuando fue a juicio por la custodia de sus hijos, Beatriz sintió la discriminación por primera vez desde su llegada a España. El trato hacia ella siempre había sido amable en todos los ámbitos, pero ahora que estaba sola, que era mujer soltera y extranjera, las miradas en su nueva comunidad fueron diferentes, sintió el rechazo de quien había sido su familia política, y en la corte se sintió menospreciada, tratada como una inmigrante más, a pesar de brindarse por completo en su camino laboral y cumplir con todos sus deberes como ciudadana.
“Es un sentimiento que no se lo deseo a nadie”, dice pensativa, mientras recuerda aquellos tiempos. “Ojalá nadie tuviera que salir de su país, alejarse de la familia, amigos, por necesidad de buscar nuevas oportunidades”.
“A pesar de todo, en lo laboral, puedo decir que en España me fue muy bien, nunca me faltó trabajo y pude desenvolverme satisfactoriamente en mi profesión. El ambiente laboral siempre fue agradable. He podido compaginar lo laboral con la maternidad, como madre soltera de dos hermosos niños, siempre extrañando la ayuda familiar, que por estar tan lejos de ellos no pude disfrutar”, continúa Beatriz, quien durante estos años también realizó cursos de perfeccionamiento y un master: “Aunque creo que hubiera hecho los mismos estudios estando en Argentina”.
“En cuanto a mi vida social, me adapté bien a las costumbres españolas, pero nunca dejé de extrañar mi vida en Argentina, y claro, cada vez que vuelvo a reencontrarme con los míos soy muy feliz”.
“Aprendí que hacer planes a largo plazo es como apostar a la lotería”
Dieciséis años pasaron desde aquel día en que Beatriz hizo sus maletas para vivir una experiencia temporal en España; una experiencia temporal que, por fuerza mayor, nunca lo fue. Para ella, la lección de vida ha sido enorme, hoy comprende hasta qué punto cada decisión que se toma implica la posibilidad de un cambio drástico de planes, donde a veces se gana, pero en otras implica una dolorosa pérdida.
Aunque regresa casi todos los años de visita a la Argentina y cultiva en sus hijos las raíces de su familia materna, Beatriz no pudo ni puede volver junto a los suyos, tal como lo había proyectado desde el inicio de su gran viaje. Sus hijos deben permanecer en España y ella los acompaña cada día en su crecimiento. Sin regreso posible, la clínica que llevaba adelante en Salta fue cerrada.
“He intentado que mi vida y la de mis hijos transcurra lo más normal posible, darles todo lo que a mí nunca me faltó, tanto en España como durante nuestros viajes, donde ellos enriquecen su vínculo con la parte de la familia que les falta en lo cotidiano”.
“Con esta experiencia siento que he madurado, ya no soy la misma que vino en el 2006, pensando que todo el mundo era bueno, pensando que nada me podía salir mal”, reflexiona. “Aprendí que hacer planes a largo plazo es como apostar a la lotería, a disfrutar el día a día y a aceptar lo que me tocó vivir. El avance de la tecnología me permitió estar cerca de mi familia y amigos durante estos dieciséis largos años. Lamentablemente perdí a mis padres por COVID y no pude acompañarlos ni ayudar a mis hermanos, más que brindarles apoyo económico”.
“Pero, a pesar de todo, aprendí a ver el lado positivo de las cosas. Actualmente estoy en pareja, lo conocí hace siete años y fue lo mejor que me pasó durante esa época, en el sentido que en él encontré un gran apoyo y ayuda con mis hijos”.
“Cada vez que alguien me pregunta qué tal está España para venir a trabajar, contesto que está mejor que Argentina, pero debes venir con tus papeles en regla y saber que todo depende de la suerte de cada uno... En mi caso, si pudiera volver el tiempo atrás no volvería a salir de Argentina, porque estoy segura de que, aunque el país esté económicamente destrozado, nunca me hubiera faltado trabajo y, lo que es más importante, el afecto de los míos”, concluye conmovida.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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