Encontraron “el peor vino”, lo mandaron a una competencia internacional y la respuesta que recibieron los desconcertó
Un programa de televisión de Bélgica hizo un experimento para cuestionar la veracidad de los concursos que premian vinos y se llevó una sorpresa
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Hay una cuestión que es difícil de negar, y es que, a la hora de elegir un producto de cualquier tipo, desde una película, hasta un hotel para hospedarse en las vacaciones, hay muchas personas que antes de tomar una decisión, buscan referencias. La temporada de premios en Hollywood suele indicar cuáles son los títulos que hay que ver y las reseñas se vuelven cada vez más relevantes, tanto para los compradores como para los vendedores. Asimismo, los concursos suelen lanzar indicadores a tener en cuenta: el que gana es el mejor. Así de simple y sencillo.
Sin embargo, esa última premisa, dista un poco de un reciente caso que puso en tela de juicio, precisamente, al mundo de los vinos. Un reconocido sitio web le dio la medalla de oro a uno que fue catalogado como el peor vino y que fue adquirido en un supermercado belga. Esto abrió un debate sobre el criterio de selección de estas competencias y realmente qué recomiendan. Pero, detrás de esta elección, hubo un detallado y minucioso plan orquestado por un canal de televisión que, si bien con una mezcla entre una broma y un deseo de sacar la verdad a la luz, se llevó un resultado completamente inesperado (o no tanto).
El programa de televisión belga On n’est pas des pigeons (No somos palomas) que se emite por RTBF se dispuso a probar la veracidad de los concursos que premian vinos. Organizaron junto Eric Boschman, uno de los mejores sommeliers del país, una cata de vinos con modelos que costaban menos de tres euros. Ellos mismos contaron en un artículo que se publicó en su sitio web, que la elección se redujo al que catalogaron como el peor de la selección. Valía 2,50 euros y lo compraron en un supermercado Delhaize.
El objetivo era demostrar que lo que se elige como “lo mejor” no necesariamente lo es y que detrás hay una estrategia que hace que muchos acepten y corran a comprarlo, simplemente por el hecho de que recibió un premio. “Hay concursos anglosajones que solo tienen la intención de ganar dinero”, analizó Boschman.
Precisamente, lo que hicieron fue cambiar la etiqueta original por una más distinguida con el dibujo de una paloma y lo llamaron: Le Château Colombier. Se inscribieron, pagando 50 euros, en el concurso internacional Gilbert y Gaillard, que, cada tres meses, califica a distintos vinos que son enviados para competir. Pero, además de pagar, el requisito para participar es que la bebida se someta a un control en un laboratorio para determinar el nivel de alcohol y azúcar y, en eso, gastaron 20 euros.
Pero, para su sorpresa, el mismo vino, que fue catalogado como el peor en el marco de una degustación y que costaba menos de tres euros, recibió una medalla de oro, es decir, una de las máximas distinciones (la más alta es doble oro). Según contaron los protagonistas, la devolución que recibieron, tras el reconocimiento dorado fue: “Paladar suave, nervioso y rico, con aromas limpios y jóvenes que prometen una agradable complejidad. Muy interesante”.
Pero, además de ganar, también tuvieron que pagar 60 euros para la compra de 1000 pegatinas que representaban la medalla. De esta manera comprobaron que en las competencias no todo es lo que parece y guiarse solamente por las distinciones, no siempre es la mejor opción.
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