Desde que la vio sintió que era la mujer de su vida; a partir de entonces, emprendió una odisea para conquistarla que duró años...
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Eduardo terminó la secundaria en 1982, aunque su historia se remonta a 1979, cuando Andrea comenzó su primer año de la escuela técnica donde él cursaba el tercer año. Apenas la vio quedó cautivado, sintió que con ella quería pasar el resto de su vida. ¿Pero cómo conquistar semejante sueño?
A pesar de que por aquellos tiempos las chicas no iban a bailar con tanta libertad, existían otros caminos hacia el romance como, por ejemplo, los bailes que organizaba la escuela como si fuera un club de barrio. Fue allí que se animó a sacar a bailar a Andy, quien aceptaba con una sonrisa: “Tanto en ritmos movidos como lentos”, recuerda Eduardo. “Había química, pero era una amistad muy linda y respetuosa; aunque yo sabía lo que quería, no lo expresaba”.
El amor que se mira a lo lejos en la iglesia
Había un lazo en común que los unía: la prima de Eduardo, Liliana, quien era compañera de división de Andy. El joven jamás olvidará el cumpleaños de 15 de su prima, una oportunidad para ver al objeto de su afecto durante varias horas e intercambiar miradas. Sin embargo, lejos de resultar un lugar óptimo para un encuentro especial, él procuró no ser visto cerca de ella para evitar los rumores familiares tan frecuentes en la época.
Después de aquella oportunidad desperdiciada, Eduardo terminó el secundario y no la vio más, hasta que supo que cantaba en el coro de la iglesia San Rafael de Arcángel, entonces, dispuesto a transformar el templo en su mejor aliado, cada domingo que podía se sentaba en algún palco a escucharla cantar: “El solo hecho de verla cuando comulgaba y me guiñaba el ojo era para mí el regalo de la semana. Algunas veces volvíamos juntos, pero ella estaba casi siempre con su familia y amigos y eso me retraía y prefería regresar solo”.
Entre la timidez y la falta de un posible encuentro en soledad, los años pasaron. ¿Cómo llegar a ella?, se preguntaba Eduardo. Cuando su prima Liliana le anunció que se casaba, él insistió en que fuera Andrea la elegida para cantar en la ceremonia religiosa, algo que finalmente quedó descartado.
Otra oportunidad perdida, un beso y una baldazo de agua fría
Otro par de años transcurrieron y Andy no abandonaba sus pensamientos, aunque los encuentros esporádicos habían cesado. Cierto día, sin embargo, Liliana le contó que se había cruzado con su enamorada por el barrio y que esa tarde iría a su casa a tomar mate. El destino parecía oponerse a su deseo, ya que Eduardo no pudo ir.
¿Cómo recuperar aquella oportunidad perdida? El tan anhelado encuentro aconteció en el día menos pensado, cuando Eduardo apareció sin previo aviso en la casa de su prima para hablar por teléfono, en tiempos de cospeles, donde como él, no todos contaban con un aparato en sus domicilios. Ingresó al hogar y allí, ante su mirada desorientada, estaba Andrea: “Día de calor, estaba transpirado, sin afeitar, con short desflecado, me quería morir”, confiesa.
A pesar de su apariencia desalineada, la tarde fue inolvidable. Aquel día Eduardo logró conseguir el teléfono de Andy, aunque fue finalmente Liliana la artífice de una especie de primera cita: “Invitados por mi prima logramos salir e ir a su casa a cenar. Todo fue de maravilla. Fue nuestro primer encuentro y nuestro primer beso”, recuerda emocionado.
Pero, tras tocar el cielo con las manos, todo se derrumbó. Andrea le anunció que lo veía muy seguro con sus intenciones, pero que ella lo seguía viendo como un amigo: “Mi decepción fue mucha. Pero no podía renunciar a no pensar una vida con Andrea, aunque conocí otras chicas”.
Muchos años después: “La venganza será fatal”
Allá, por 1984, el joven enamorado había abierto un negocio y pensaba en Andy en los momentos de soledad. A veces, sin que él lo supiera, ella pasaba con el colectivo delante del local y se preguntaba: ¿Qué será de Eduardo?
Así pasaron los años hasta el 6 de enero de 1991, cuando decidió ir a la iglesia del barrio, San Pedro Apóstol. A lo lejos, de pronto, vio a Andrea y su corazón se paralizó. Estaba junto a su padre, tan bella como siempre. Se acercaron espontáneamente y caminaron juntos de regreso a sus hogares. El padre de Andrea, en un gesto cómplice que Eduardo jamás olvidará, aceleró su paso para dejarlos solos.
“Juntos los dos y bien atrás hablando de la nada misma, de las vacaciones, del estrés, hasta que le dije de llamarla para salir juntos. Ella aceptó mi propuesta”, cuenta. “Me dije: esta es la mía. La venganza será fatal. Esperame ahora…”
“Marcado por la vida”
Andrea, quien pensó que Eduardo ya no la llamaría, recibió la invitación casi quince días después de aquel encuentro. La espera no menguó sus ganas de concretar la cita y acordaron verse ese 20 de enero. En Buenos Aires diluviaba y se reunieron en un famoso shopping de Palermo, que recién se había inaugurado.
Allí pasaron horas conversando acerca de sus vidas, sueños y proyectos, sentados en la confitería vidriada del primer piso. Ya habían crecido y sin embargo todo era único y nuevo. Ella, amante del buen humor y la música, lo inspiró para invitarla a repetir el encuentro al sábado siguiente, pero esta vez para ir a ver a Banda Elástica.
“Al terminar la función en el pasillo del Teatro del Globo ella quedó más atrás. La tomé de la mano, que nunca rechazó, salimos del teatro juntos sin desprendernos y ya en la vereda fue nuestro primer beso, el que nos indicó que todo estaba marcado por la vida”, continúa Eduardo.
“En junio de ese año nos pusimos a solas los anillos en una coqueta y romántica confitería y nos juramos que si todo iba bien en dos años nos casábamos; y así fue que el 13 de marzo del 93 nos juramos ese amor eterno que sigue firme y que se volvería a elegir. La vida juntos es hermosa, nos dio dos hijas encantadoras”.
“Ella finalizó su carrera de Bioquímica y Farmacia. Yo hice estudios universitarios en Educación. Pusimos el microemprendimiento soñado: nuestra farmacia. Por una de esas vueltas de la vida y de la economía Argentina perdimos mucho de lo que habíamos logrado a nivel económico, pero el amor se hizo más fuerte”.
“Luego de unos años a mí me descubren cáncer de colón, inesperado totalmente, el que superé pero del que no voy a olvidar el despertar de la anestesia junto a su sonrisa y a su hermano cómplice de muchas otras cosas entre nosotros. Siempre recordaré de mi internación despertar cada mañana junto a Andy. Y hoy juntos nos guiamos, nos acompañamos, nos sugerimos, nos seducimos, nos enojamos - como tantas parejas-, seguimos disfrutando de la amistad con mi prima Liliana y su hermosa familia y también regamos nuestro amor cada día que, después de todo, es lo más importante”, concluye Eduardo, quien el 13 de marzo cumple 31 años de casado y hoy quiere compartir el tema musical con el que ingresó a la fiesta junto a Andy, el amor de su vida:
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