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Era piel y hueso cuando pisó por primera vez la casa de la mujer que cambiaría el curso de sus días. Su estado de abandono conmovía hasta al más duro de los corazones. Y su delicado estado de salud pedía a gritos que alguien lo rescatara del infierno en el que había sobrevivido.
“Daba mucha impresión mirarlo. Y era evidente que cargaba en su lomo una historia de vida bastante dura, o al menos eso pude inferir a través de sus heridas y cicatrices”. Aunque Claudia Rivetta no sabía a ciencia cierta qué le había pasado, averiguó que una familia lo había encontrado atrás del cementerio de Carmen de Patagones, la ciudad más austral de la provincia de Buenos Aires.
“La solidaridad es el motor de acciones que valen la pena”
Willy estaba tirado en el pasto sin poder moverse más que lo necesario para intentar sobrevivir. Desnutrido y deshidratado, tenía uno de sus omoplatos en carne viva, una de sus patas lastimadas y agusanada, otra sin un par de dedos y con uno de los huesos totalmente al descubierto.
Lo llevó de inmediato a la veterinaria. “Las doctoras Francesca Monetti y su equipo limpiaron su patita, le sacaron con una pinza los gusanos -estaban todos muertos-, le pusieron crema con antibióticos, gasa con antiséptico y lo vendaron”. Necesitaba sin embargo una operación y sacar el hueso, que antes formaba parte de uno de sus dedos, porque estaba en una posición que no permitía el crecimiento de los tejidos de la piel.
Willy tomó antibióticos y calmantes durante dos meses. “En ese tiempo, le cambié el vendaje dos veces por día. Le ponía desinfectante y crema antiinflamatoria y cicatrizante. Lamentablemente, animales abandonados y maltratados hay a montones y siempre la solidaridad y la conciencia de que el dolor es indeseable y muy triste, son el motor de estas acciones que valen la pena”.
“Se anima a correr un poco”
En abril Willy fue operado. Se le amputó la falange que tenía al aire para que su pata terminara de sanar. Aunque al momento de encontrarlo, los resultados del laboratorio indicaban que casi no tenía glóbulos rojos ni plaquetas en su cuerpo y glóbulos blancos altísimos que daban cuenta de una infección interna generalizada, luego de dos meses se recuperó y pasó la anestesia sin problemas.
“La cantidad de gente que aportó para su recuperación fue mucha. Alrededor de veinte personas siguen su caso de cerca y han enviado donaciones desde fines de febrero para que Willy sane y eso es lo que está ocurriendo. El costo de la operación se cubrió enteramente con colaboraciones de dinero de una lista de gente hermosa que se preocupó por este perro valiente. Personas cercanas y queridas, personas desconocidas, personas que viven a 1000 km de distancia estuvieron presentes con su aporte y gracias a ellas el viejo Willy -calculamos que debe tener cerca de diez años- hoy tiene su pata en casi perfecto estado, hasta se anima a correr un poco y todo”.
“La fuerza de su espíritu es inconmensurable”
Cuando es el momento de la comida, se transforma en una máquina de tragar, casi sin masticar. “Llegué a creer que sus dientes gastados no le permitían triturar alimentos duros. Hasta que un día le di huesos y pude ver la potencia de esa mandíbula que más allá de las apariencias es una mole trituradora. La fuerza que hay en ese cuerpo y ese espíritu es inconmensurable”.
Desde aquel entonces hasta hoy, Willy recorre de la mano de Claudia un camino de recuperación y sanación. Ganó peso, duerme mucho, corre serpenteando su cuerpo flaco y está al aire libre todo lo que puede.
“Tiene la mirada dulce y porta un estado de paz admirable. Lo miro descansar tranquilo y pienso en todas las dificultades que habrá pasado. Sin hogar, sin alimento, sin asistencia ante las heridas abiertas, al rayo del sol o en la oscuridad total de las noches del campo sin un alma que lo viera. Pero sé que ahora puede estar tranquilo, finalmente llegó a su casa. Muero por verlo correr, ya llegará ese día. Viejo Willy, serás leyenda”.
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