Rosario y Rafael estudiaban Publicidad en la UADE pero no se conocían, él cursaba un año más adelante y trabajaba muy bien en una importante empresa de publicidad. Rosario estaba en una agencia chica y buscaba un cambio, quería crecer y se sentía capacitada para hacerlo. En la facu tenía éxito con varios proyectos que había presentado y eso le dio el aval para poder pedir al director de la carrera ayuda para encontrar un nuevo puesto. Sin saberlo, las coordenadas del amor estaban a su favor porque Rafael buscaba gente para la agencia en la que trabajaba y pidió referencias al director de la carrera: Rosario fue el curriculum que envió sin dudar.
Nuevo trabajo, nuevo comienzo
Después de varias entrevistas Rosario entró a trabajar en una de las agencias más importantes de nuestro país como Redactora Junior. "Cuando llego el primer día me dicen ´estamos cortos de gente y necesitamos que hagas otras tareas´. Entonces me daban tareas administrativas, de ordenar y organizar cosas y yo me moría de embole porque no era lo que quería hacer", cuenta Rosario acerca de su decepción cuando recuerda esos primeros días. Es que había logrado entrar a la agencia ideal y estaba deseosa de poder compartir sus conocimientos, empezar a aprender; sin embargo, se vio cargada de tareas que poco tenían que ver con lo que ella imaginaba que haría.
El departamento en el que le tocó trabajar era muy chiquito y era el mismo en el que estaba Rafael. Ella veía que él era uno de los pocos que tenía empuje, que iba tras nuevos clientes y manejaba proyectos creativos que era su sueño.
"Quién es este gil que se cree mil", se preguntaba Rosario
En ese momento Rosario estaba de novia, "con el noviecito de la facultad", y empezó a entablar relación con Rafael, pero había un problema: lo odiaba.
"No quería saber nada con él porque me parecía un canchero tremendo. Caminaba por el medio de todo el salón de la agencia hablando por teléfono a los gritos, él hablaba con los clientes y cerraba tratos así, en medio de todos, a él no le importaba, mientras estuviera hablando con un cliente podía estar haciendo equilibrio en un puente, entre dos montañas, que iba a seguir hablando a los gritos y concentrado igual", describe Rosario. Recuerda que eso le molestaba muchísimo, ella estaba intentando trabajar y pensaba "quién es este gil que se cree mil, que pasa por todos los escritorios hablando a los gritos". Se acuerda de una vez que lo escuchó organizando una cena con amigos y decía "Sushi night", y Rosario repite: "Me moría de gracia, no lo podía creer, ridículo". A todo esto, cuando yo entro a la agencia él viene a mi escritorio y se hace el canchero, se sienta arriba de la mesa, pone la manito arriba de la computadora y empieza a decirme "bueno, como estas, como te sentís acá adentro, yo se que entraste para redactora y te están dando cosas que no te gustan, no te preocupes, vos me avisas cualquier cosa´. Me tiraba tips y me preguntaba si conocía tal programa, si sabía hacer tal cosa. Y yo pensaba: "Quién es este langa por favor", admite ahora entre risas.
El tiempo mostró la verdad
El tiempo no le dio la razón a Rosario y le mostró que en realidad lo que ella veía de Rafael no era tan así, "a medida que avanzaba el tiempo me iba dando cuenta de que en verdad era muy gracioso, muy copado", se sincera.
Rosario seguía con su novio pero ya no le gustaba tanto, la relación era evidente que estaba llegando a su fin. Pero tampoco le gustaba Rafael, ni siquiera se lo planteaba. Lo que sí pasó es que empezaron a trabajar juntos. Al ver que él tenía tanto empuje y conseguía nuevos clientes Rosario se dio cuenta de que si ella se ponía proactivamente a trabajar con él, con trabajos extras, podía estar cerca de proyectos interesantes. Su plan salió a la perfección y empezaron a compartir juntos. "En ese momento la agencia era medio un sálvese quien pueda y hagan lo que tengan que hacer, entonces me permitía bastante moverme de esa forma", cuenta.
Rosario le cuestionaba todo a Rafael y él no podía creer quién era esa chica que venía a cuestionar sus decisiones de trabajo, empezaron a llevarse bien, a trabajar mucho juntos y todos empezaron a hablar de ellos, de la buena onda y por supuesto comenzaron los rumores.
Un día Rosario cortó con su novio, Rafael se le aceró y le dijo "me enteré que cortaste con tu novio y me imagino que ahora te vas a tomar un tiempo para reflexionar y estar sola" ella le mintió diciendo que que sí, que era lo que pensaba. Con ella soltera los rumores en la agencia crecieron, el cruce de miradas y el roce entre ellos era más grande, todos decían "Rochi y Rafa, Rochi y Rafa".
Si bien estaba todo implícito ninguno de los dos tomaba la iniciativa, porque por más que todos en la agencia los incentivaban a estar juntos, y ellos lo deseaban, lo cierto es que era complicado porque trabajaban juntos y dar ese primero paso no era fácil.
En esa época Rosario vivía en Martínez y Rafael en Coghlan. Los dos se tomaban el tren Mitre pero en diferentes ramales. Sin embargo, él en cuanto podía le ofrecía acompañarla porque los dos iban para el mismo lado. Lo que Rosario desconocía era que él después tenía que retroceder para poder llegar a su casa, pero el tiempo compartido en el tren lo valía todo.
El mensaje de texto que cambió la relación
Estamos situados en una historia de amor en la que el whatsapp no existía, recién empezaban a tener celular y la forma de comunicarse era con los mensajes de texto. "Hablábamos un montón, me gastaba todo el poco sueldo que tenía en pagar la factura del celular porque chateábamos con mensajito de texto", se ríe Rosario cuando se acuerda.
Una vez estaban varios reunidos en el trabajo hablando del cine y de una película que se estrenaba en el Imax. Rosario comentó que no podía ser que ella siendo tan amante del cine todavía nunca hubiera experimentado la sala de la pantalla gigante. "No puede ser que no hayas ido, yo te voy a llevar", dijo Rafael, se rieron y quedó ahí. Unos días después Rosario recibió el siguiente mensaje de texto: "Rochi Rafa pochoclos simple", fue un mensaje tipo telegrama.
La cita fue sábado a la noche. Rosario recuerda que nunca había estado tan nerviosa en toda su vida. Sus padres secreteaban en la puerta y miraban con atención quién era este chico que buscaba a su hija. Pasó por su casa, apenas se subió al auto empezó a hablar sin parar, sus nervios no le permitían hacer otra cosa. "Yo no podía parar de hablar en el auto, estaba muy nerviosa porque era la primera vez que salíamos juntos y la primera vez que estábamos fuera del código laboral y aunque parecía que estaba todo dicho, ninguno había dicho nada, entonces eran muchos los nervios y así como yo no paraba de hablar Rafa no decía ni una palabra, ¡ni una!", cuenta Rosario que nunca olvidará esa situación.
Cuando llegaron al cine para ver "El día en que la tierra se detuvo", compraron pochoclos, gaseosas y se sentaron a esperar para poder entrar a la sala. "Se sienta al lado mío y yo seguía hablando y hablando pavadas y él se me empieza a acercar cada vez más y pum, me encaja un beso espectacular y ahí finalmente yo me callé, me calmé y no hablé en todo el resto de la noche. Estuvo buenísimo porque entramos a la película como pareja de la mano y estuvimos abrazados mientras la veíamos. Fue todo muy natural, lo bueno de eso es que no tardamos en acostumbrarnos a ser pareja, se dio todo muy bien desde el comienzo", explica Rosario.
Y siguieron felices para siempre
Acordaron en un principio no decir nada en el trabajo para empezar la relación tranquilos. Era divertido porque lo mantuvieron en secreto por tres meses y cuando se cruzaban en la escalera se reían, se mandaban mensajitos, salía uno primero y después el otro para encontrarse en la esquina, darse un beso y estar un rato juntos. Fue una etapa muy divertida hasta que contaron la verdad porque de a poco se fue haciendo evidente, nadie les creía que no pasara nada entre ellos dos.
Ambos eran queridos por sus compañeros de trabajo asique pasaron a ser la parejita de la agencia. "Ahí empezó lo difícil de trabajar juntos y mantenerlo súper profesional, y la verdad que lo re cumplimos, como que el trabajo era el trabajo. Yo además era junior entonces quería mantener todo lo más serio posible", dice Rosario. Muchas veces se peleaban por cosas del trabajo y se juntaban en una sala de reuniones privadas a discutir los temas, hoy se acuerdan y se ríen. Por suerte al poco tiempo a Rosario la ascendieron y la cambiaron al piso de creativos y dejaron de compartir tanto tiempo juntos en lo laboral, cada uno estaba más enfocado en lo suyo y Rafael ya había sido ascendido a director.
A los seis años de novios decidieron dar el siguiente paso y se casaron con una boda en una quinta al aire libre rodeados de su familia y amigos.
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