En terapia: cuando el rock va al diván
Era impensado que un verdadero rockero decidiera hacer terapia. Nadie imagina a Pappo en el diván. El rock en el siglo XX era la antítesis de esa imagen, construida sobre la base de desórdenes y excesos. Los malestares, las angustias y las depresiones podían canalizarse únicamente a través de un riff, un solo, una canción, sin la ayuda de nadie más. Pero ese paradigma cambió.
En 2004, Metallica fue noticia por eso de ir a buscar ayuda en un psicólogo para que la banda no se fuera al demonio. En Some Kind of Monster, el documental que cuenta lo que fue la creación de St. Anger –su octavo álbum de estudio, de 2003–, los espectadores se encuentran con una banda sumida en una neurosis y megalomanía galopante. El bajista de aquel momento, Jason Newstead, decidió dejar la banda por sentirse afuera de muchas decisiones y ese fue el detonante que faltaba para que el grupo liderado por James Hetfield y Lars Ulrich se terminara de convencer de contratar al terapeuta Phil Towle. Finalmente, luego de una intensa terapia que les costó 40 mil dólares por mes y algunos traspiés de Hetfield por su adicción al alcohol, el grupo de trash metal pudo retomar la ruta creativa y finalizó la grabación del disco con la portada del puño apretado y la muñeca acordonada.
La pregunta de cuáles son las principales motivaciones de los músicos o de una banda de rock para consultar a un psicólogo encuentra respuestas muy variadas. El licenciado en psicología Fabio Lacolla, especialista en atender a bandas de rock y artistas en general, que se nutrió de la experiencia de Fernando Ulloa (terapeuta de Les Luthiers), aporta que "hay muchos mitos sobre lo que es ser un músico y sus padecimientos. La gente cree que lo que ve arriba del escenario es la realidad, pero, sin embargo, arriba está el personaje y abajo la persona. La demanda siempre tiene que ver con una amenaza simbólica, ya sea de perder algo o de ser atacado por algún motivo, tanto interno como externo. Muchos piensan que me preguntan sobre el tema drogas o la guerra de egos; rara vez consultan por eso. El narcisismo es un concepto que atraviesa especialmente a todo artista. Cierta dosis de narcisismo es necesaria para poder vender una ilusión. Después están las consultas emergentes de la época, como en su momento fue Cromañón y desde hace un tiempo las denuncias sobre algún tipo de abuso".
Las diversas posibilidades que llevan a una consulta, a las que ahora también se suma el contexto de la pandemia que puso en jaque el trabajo de varios rubros, entre ellos el de la música, desprenden el interrogante de cómo trabaja un terapeuta con un artista. "Un psicólogo es un facilitador: permite que la dinámica para la que ese grupo fue convocado lleve adelante los objetivos propuestos. Y se pregunta en voz alta si todos tienen claro esos objetivos", escribe Lacolla en su libro Estar en banda. Psicología del músico de rock (Galerna). A lo largo de estos últimos años, cuando la música y el arte en general han sufrido diversas crisis (económicas y de transformación), los dramas concentran una carga que no solamente parecen alojarse en cuestiones narcisistas. "Las consultas tienen que ver con lo que le angustia a todo mortal. Resalto esto porque hay una idea de que ‘el músico está loco’ y en realidad al músico le pasa el mismo mambo que al médico, al contador", dice desde Córdoba Melina Brunori, psicóloga especializada en músicos, que se dedica a investigar las problemáticas de los artistas en su ciudad y alrededores. "Puedo decir que el dilema música/dinero se escucha con mucha frecuencia también, músicos que se encuentran ante la contradicción de tener que tocar un estilo musical que no les resulta de su agrado para poder vivir de la música. También, la sensación de que nunca son lo suficientemente talentosos, que es algo que heredan generalmente de los dispositivos educativos y suele frustrarlos a tal punto de abandonar los escenarios, o quedar totalmente paralizados por el llamado ‘pánico escénico’", describe.
Respecto de qué tipos de consultas reciben, desde España responde Guillermo Dalia Cirujeda, psicólogo especializado en la interpretación musical. Dice que "mayoritariamente están relacionadas con el rendimiento en el escenario, la grabación, el concurso o las actuaciones en directo donde puede existir cierta presión, y pueden aparecer los nervios, la tensión, la inseguridad. Pero, también, cuestiones relacionadas con la vida personal que pueden afectar a la profesional. Hay momentos en la vida que podemos tener algún problema (separación de la pareja, enfermedad, problemas económicos, etcétera) y eso puede salpicar mucho al área musical".
Nos vamos poniendo tecnos
Los cambios de época han sido determinantes para que las figuras del rockero y las bandas vaya mutando. Un recital dejó de ser un evento para ir a escuchar las canciones. Perdió importancia lo que sucede arriba de un escenario y el público fue ocupando esos espacios a través de folclores que cobraron más relevancia que el propio show. El arribo de la tecnología también hizo su parte y las formas de consumo plantearon un nuevo dilema: ¿cómo llegar a las nuevas audiencias? "En el siglo XX no había rockeros de 70 años. La globalización también acercó la brecha entre el músico y su público y hoy desde el Google Street podés visitar la casa de Robert Plant. Hay, históricamente, una tendencia a deformar al rock como concepto. El caso que más lo representa es que nunca viste un Stone vestido de rolinga. Por otro lado, el siglo XXI introdujo el fenómeno del rock pornográfico, que es aquel que se consume desde una pantalla con la lejanía que ese dispositivo supone. Los likes están matando a los tickets", dice Lacolla.
"El rockero del siglo XXI está rehabilitado o en proceso de rehabilitarse de la imagen del rockero del siglo XX. Creo que todo el morbo que hubo y que vendió en relación con un músico hecho percha arriba del escenario, los escándalos, llevó a que esos cuerpos no puedan vender más. Entonces, posiblemente la industria tuvo que tomar cartas en el asunto y ver cómo revertir eso; ahora prolifera la imagen del rockero que toma yogurt, y en buena hora", dice Brunori, y acentúa su postura aún más. "Estamos viviendo cambios que son sumamente necesarios. Hoy el rock se encuentra en la diversidad, en los posicionamientos contrahegemónicos que vienen pechando. Discursivamente está ahí, en las canciones que hablan, reclaman y cuestionan estos temas. Los enemigos son otros y las formas de responder están siendo otras. Creo que al rock ya no lo encontramos en el cuero o en las tachas, mal que pueda pesarles a algunos; está siendo color, purpurina y pañuelo verde".
Por su parte, Dalia Cirujeda reflexiona que "ahora hay más ‘profesionalidad’, entendiendo esto como que están más preparados en todos los sentidos, técnica y musicalmente. Y también se cuidan más. El abuso de alcohol y drogas, que era algo habitual hace décadas y muy unido al rock (como al jazz), ahora ya no está tan presente. Aquella imagen del rockero marginado de la sociedad, incomprendido, en mundos llenos de noches de drogas y alcohol, se veía como algo idealizado. Todo esto ha cambiado para mejor".
Tiempo de confinamiento
Al combo de angustia, depresión, falta de plata y baja autoestima se suma la pandemia que obligó a poner un freno a la vida vertiginosa y repleta de actividades. Con la música en vivo claramente afectada, la incertidumbre de cuándo volverán los recitales se transformó en el roedor mental. "El gran desafío en estos tiempos es pensar un futuro sin futuro, y un futuro sin futuro es pura ilusión –continúa Lacolla–. Por otro lado, la incertidumbre de no poder trabajar de lo que uno ama también genera angustia. Hace unos días, el cantante de una banda que va a participar de un megarrecital por streaming me decía: ‘Todo bien…, pero no es lo mismo’".
"La incertidumbre y el no tener idea de cómo poder encauzar lo que se venía haciendo es una sensación de desasosiego que golpeó a muchos. Algunos la pilotearon con ese mandato absurdo que surgió de hacer quinientas cosas productivas, pero después de un tiempo de confinamiento paró esa vorágine y apareció la pregunta de nuevo. Ahí se empezaron a asomar otras alternativas que permitieron seguir abrazando a los instrumentos. Comenzaron a componer y, sobre todo, a crear colectivamente. La música ahora se ancló en eso de una forma extremadamente notable, que si bien siempre estuvo, toma otra magnitud", agrega Brunori, que para paliar la situación desde su cuenta de Instagram (@morellanomor) lleva un ciclo de vivos que titula Invitados al diván: hablamos de música durante la cuarentena, y se da cita con músicos, productores y managers.
A raíz de la cuarentena, algunas problemáticas tomaron más vigor. Además del impedimento de salir a tocar, grabar y hacer circular la obra, aparece la relación con el público. Si hacer o no un vivo de Instagram, si tocar o no tocar por streaming, qué hacer para que no se olviden de tu existencia... Más allá de la pandemia, en estos últimos años ha quedado claro que para algunos músicos el público se volvió más importante que su obra. Ya no esperan por él, salen a buscarlo. "Es una de las grandes patas donde se apoya la escena y, últimamente, para muchas bandas es la que manda. Hay dos conceptos que están sufriendo una gran deformación: el de tiempo y el de verdad. Nadie sabe cuándo ni cómo. El proyecto de vida de cualquier persona, básicamente, está afuera de la casa, mientras tanto en las fases de aislamiento muchos atraviesan por una vida uterina que, como tal, debe tener fecha de vencimiento", concluye Lacolla.
Esta pandemia llegó en una era en la que salieron a la luz innumerables situaciones de machismo y denuncias de abusos en, entre otras, la escena del rock. Muchas mujeres decidieron contar sus historias y la lista de músicos con denuncias en su contra se agigantó. El caso más resonante fue el de Cristian Aldana, cantante y guitarrista de El otro yo, quien fue condenado a 22 años de prisión por el delito de corrupción de menores. "La violencia contra las mujeres, de la forma letal en la que la estamos presenciando en la Argentina, es un síntoma de un momento del mundo y, sobre todo, de nuestras sociedades. Al referirme a esta época suelo utilizar el concepto de dueñiedad. Este concepto excede al de desigualdad, porque marca la existencia de figuras que son dueñas de la vida y de la muerte", expresó la antropóloga Rita Segato, en una estrevista con La Vanguardia.
"Las denuncias empezaron a visibilizar lo que estaba naturalizado en el rock –dice Brunori–. La imagen del rockstar se construyó sobre una base totalmente machista y no había una toma de consciencia de la desigualdad de poder que existe entre un músico y una fan. La caída del macho va de la mano con la caída del rockstar, del rockstar como lo conocíamos, esa figura que puede hacer lo que quiera y a la que se le permite todo porque es idolatrado. Se puede pensar que la reconfiguración del rock está pasando por esa caída y por la construcción de una nueva figura de rockstar que ya no puede avasallar el cuerpo de sus admiradoras, y que a su vez lo invita a un lugar menos autodestructivo".
Otras noticias de Detrás de la música
- 1
Soy cardiólogo y estos pequeños cambios en los platos navideños los hace saludables para el corazón
- 2
¿La gaseosa cero engorda? Conocé los efectos de estas bebidas en el organismo
- 3
Cómo es la mezcla de orégano y vinagre blanco que promete eliminar a las cucarachas
- 4
La fórmula para encontrar tu peso ideal según tu altura