Además entregó a la embajada británica una rosa por la muerte de la reina.
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En el corazón de San Telmo vive un hombre de casi 80 años, con la vitalidad de la juventud pero la inteligencia y el respeto de quien ha vivido y aprendido grandes cosas. Caminando por los recovecos de una casa con historia, se accede a una terraza donde por estos días empiezan a florecer rosas blancas, rojas, trepadoras, chiquitas y de otras variedades.
“Sabés qué lindo es tener el paraíso terrenal en tu terraza”, esboza con una sonrisa enamorada. Él siempre sintió como propio al Rosedal de Palermo, es que en sus comienzos cuando llegaban los mejores criaderos de rosas para el concurso internacional que realizaba la ciudad, y luego esas rosas eran plantadas en nuestro Rosedal y de allí su amplia variedad, él era el encargado de la realización de las medallas que se entregaban a los participantes. Así forjó una gran amistad con el ingeniero Juan Comerio quien le ayudó a elegir las plantas y ponerlas por sectores.
Su propio Rosedal llega de la mano de otros dos grandes trabajos con las rosas, pero la relación de Juan Carlos Pallarols con la reina de las flores comenzó hace muchos años atrás.
El significado de sus rosas
“Siempre me he inspirado en la naturaleza, no pretendo ser un creador porque el creador está arriba. Trato de imitar al creador dándole nueva forma, sacando el espíritu de la rosa. La rosa fue elegida como la reina de las flores porque tiene la más hermosa fragancia, los más hermosos colores, tiene la música en su forma, tiene todos los sentidos, hasta tiene las espinas para hacerte sentir que si la agarras mal te puede, no agredir, pero sí avisar acá estoy yo. Por eso supongo que es el símbolo del amor humano, porque el amor humano no es la eterna felicidad, siempre aparece alguna espinita que en mi caso personal me hacer acordar que estoy vivo”, reflexiona Juan Carlos, una de sus tantas reflexiones que dice al hablar, palabras pensadas que salen de lo profundo.
No sabe cuántas rosas habrá hecho, pero sí que cada una es especial. De la rosa de Lady Di es de la única que hizo una serie de 36. Dos las tiene él, una de ellas se la devolvió una mujer que se había divorciado y no quería tener nada que le recuerde a su marido. “Todas las rosas tienen algo particular, con cada persona hablo, conozco su historia. Yo podría invertir en una máquina que me haga dos o tres rosas por día, pero pierde su magia. Es el encanto de que esta rosa no es igual ni a la anterior ni a la posterior” explica Juan Carlos.
El rosedal de su casa lo ayudará a que la persona que no sepa dibujar o explicar bien lo que desea puede ir, elegir una rosa que le guste, le sacan foto de cada lado y después Juan Carlos agrega la historia personal.
Pero además está realizando otro proyecto: dentro de poco lanza su propio perfume con aroma a rosas.
Una rosa en memoria de Isabel II y su relación con las Malvinas
En contacto con el ex embajador británico, con quien Juan Carlos tiene una amistad de años, coordinaron la entrega de una rosa dedicada a la Reina Isabel II, “yo estaba pensando como hacemos esta rosa, si iba a caer bien o mal porque la gente empieza con la bronca a los ingleses y yo pienso en la reconciliación. Necesito gente que acompañe en el dolor que tienen, porque para ellos la reina significa mucho y respeto eso”, explica Juan Carlos quien el miércoles 21 de septiembre entregó la rosa a la embajada británica para ser enviada a Londres.
Desde 1982 que Juan Carlos Pallarols realiza el homenaje a Malvinas. Empezó a hacer las rosas con los cartuchos vacíos de la guerra y las primeras Rosas por la Paz las envió una al cementerio de los muertos ingleses y otra para el argentino. “Hay rosas por todo el mundo, siempre hablo de la paz”.
En su despacho tiene en la pared un retrato que lo siente como una condecoración: estando en Mendoza, Delicia Giachino, madre del Capitán Giachino quien fue el primer caído en Malvinas, lo llamó para invitarlo a su casa. Al preguntar quienes lo acompañaban Juan Carlos le nombra, entre otros, a un militar inglés. “Que ese no venga. Desde que mataron a mi hijo los ingleses a mi casa no entran”, respondió tajante Delicia. Juan Carlos le contestó: “Qué lástima porque este pibe no sabes como sabe la historia de tu hijo, como lo admira, además es militar de carrera, estuvo dos años en Afganistán”. Al rato Delicia lo llamó a Juan Carlos para que fueran todos a su casa.
Al llegar, el militar inglés hizo una parada militar de un minuto frente al retrato del Capitán Giachino y luego se abrazó con su madre. Después le llegaría a Juan Carlos el retrato de Giachino que tiene hoy en su despacho con la siguiente nota detrás: “A un hombre que desde el diálogo logró cambiar el rumbo inclaudicable de los principios de honor de mi familia”. Asegura Juan Carlos Pallarols: “yo creo que con amor, con dedicación y con orden se consigue mucho mas que con tiros”.
La historia de nuestro país tiene para Juan Carlos muchísimo valor, por eso es que está preparando una gran obra en la Plaza San Martín en el lugar donde San Martín le enseñó a usar su sable a los granaderos: “El sable de San Martín es un símbolo muy importante. Vamos a hacer uno de 5 metros y tres libros de piedra que serán las tres independencias: Argentina, Chile y Perú. La idea es que sea trepable para los chicos, que sirva de tobogán, poner un QR donde los chicos puedan sacarse las dudas, que aprendan jugando”, cuenta Juan Carlos.
Un verdadero artesano
La muerte la vive con naturalidad, sabe que es lo único seguro para todos y por eso no le encuentra sentido el quedarse quieto, hasta para hacer un mate cocido prefiere ir él a que se lo haga alguien. “Una vez leí en el Hospital Borda escrito con tiza en una pared: El que trabaja en lo que le gusta está todo el año de vacaciones, yo la paso fantástico y siempre caigo al lugar donde me puedo expresar”, cuenta Juan Carlos.
Nunca pone final a sus obras, siempre deja una puerta o una pequeña ventana abierta porque asegura que todas las piezas vuelven, “a veces hay gente que cuando se va de vacaciones largas me trae piezas con la excusa de que yo la mire si está bien, la dejan como cuando dejas al perrito en la guardería. Entonces vuelven acá. Tengo algunas rosas a las que estamos poniendo los pimpollos de los nietos y bisnietos”, cuenta.
Si mira para atrás asegura que los trabajos que más emoción, alegría y mejores recuerdos le traen son las obras colectivas, “como cuando hice las rosas para determinados personajes que la gente los conoce y muchas veces me acompaña, los bastones de mando, las cosas religiosas pero que pueden ser la de la Virgen de Luján, la Virgen del Valle, La Virgen de Itatí o la última la Virgen del Rosario que dicen que el día que se inauguró había dos millones de personas. Eso es una emoción grande, sentir que hay un montón de almas alrededor tuyo que te están acompañando. Mucho más importante que la rosa es todo el afecto, soy como un mensajero de la paz”, describe sin dudarlo.
Reconoce que a veces es extremadamente exigente y otras veces muy permisivo. Pero sabe que la pieza no le tiene que gustar solo a él, sino que es un compromiso con los demás, “la obra no la hago yo solo, la hago con la compañía de uno o de muchos”, asegura Juan Carlos.
No se define como artista, ni siquiera sabe que quiere decir, se le ocurre que quizás artista sea el que pueda manejar la emoción y transformarla en un pétalo, no lo sabe bien. Él lo que ha tratado toda su vida es de ser un buen artesano. “Con que me digan que soy un artesano, un platero, estoy contento”, responde un Juan Carlos Pallarols humilde, que no sabe bien a donde llegó pero que siempre fue fiel a sus principios, a lo que le enseñaron e hizo lo que le gustó. Lo inspiraron sus próceres: su papá, abuelo, bisabuelo, tíos y amigos.
¿Para quién fue su primera rosa? Para una novia del colegio, “hice un anillo que era una rosita, no muy linda”, admite.
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