Hace unos años, cuando Melinda Green comenzó a notar que un grupo de cuervos ocasionalmente se detenía para descansar en el balcón de su departamento en la ciudad de San Francisco, en los Estados Unidos, decidió que, en lugar de ahuyentar a los pájaros les daría la bienvenida. Así, cada vez que los veía cerca, les dejaba algo de comida.
No pasó mucho tiempo hasta que Melinda descubrió una intensa atracción por las aves y enseguida supo que mirar a los cuervos era suficiente recompensa para ella. Sin embargo, aparentemente, los pájaros decidieron que merecía algo más. Y, un buen día, uno de los cuervos llegó al balcón con un objeto en el pico y lo colocó cuidadosamente donde la mujer pudiera alcanzarlo.
Era un trozo de papel de aluminio arrugado de la parte superior de una botella de champán. Basura para los humanos pero probablemente un tesoro brillante a los ojos del cuervo. Lo había traído, por lo que parecía, como un regalo para Green. Y ella estaba encantada de aceptarlo. Aunque se mantuvo un tanto escéptica al principio de pensat que aquel papel de aluminio en realidad era para ella, los regalos siguieron llegando. Con el tiempo, los cuervos le trajeron varios artículos: rocas de colores, huesos, caracoles de mar. Una vez, incluso le trajeron un oso de goma.
Dentro del grupo de las aves, los cuervos se destacan por su cognición. De hecho, se los compara en la resolución de problemas con niños entre los cinco y los siete años. "Desde este punto de vista no es de extrañar que los cuervos que visitan el balcón de la mujer estén recibiendo un estímulo -la comida- que los invita a establecer un vínculo con la mujer donde hay regalos a cambio de alimento. Es esperable que el animal lo haga, especialmente en un contexto donde se los respeta. Sin saber, la mujer está entrenando a los cuervos y ellos claramente responden", explica Andrés Suáres, curador de aves de Temaikén. Y agrega: "este tipo de aves son estudiosas de los movimientos que hace el humano y saben interpretar sus acciones. El timbre de voz, el trato que se les da, loa manera de desplazarse, todo es materia de interpretación por los cuervos. Eso lo ven como algo provecho y, desde luego, toman ventaja".
El regalo más reciente que recibió Melinda es un objeto un tanto misterioso. Probablemente solo sea una pieza de maquinaria rota. Green se ha familiarizado mejor con los cuervos de lo que probablemente esperaba. De hecho, a lo largo de los años los ha visto crecer para formar sus propias familias, presentando a una nueva generación al acogedor balcón de su departamento.
"Aprendí cuán similares son las dinámicas de los cuervos a las familias humanas. Parecen tener relaciones a largo plazo y criar a uno o dos hijos a la vez en familias nucleares. Los padres enseñan activamente a sus pichones", dijo Green. Y confiesa que la experiencia con los cuervos le ha mostrado cómo "reconocer y respetar su personalidad". Y, al final, ese puede ser el mejor regalo de todos.
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