El estadounidense, de 34 años, lleva media vida en la élite, pero el ‘streaming’ le ha hecho millonario
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Varias fuentes calculan la fortuna del ajedrecista Hikaru Nakamura (Hirakata, Japón; 34 años) en cerca de 50 millones de dólares (47,3 millones de euros). Pero solo un pequeño porcentaje de esa cantidad se debe a los premios ganados en torneos, como el Candidatos, que disputa estos días en Madrid. Fue al principio de la pandemia cuando el estadounidense, nacido en Japón, se entregó en cuerpo y alma al streaming (jugar o comentar sus propias partidas en directo por internet), lo que le ha convertido en el ajedrecista más rico de todos los tiempos.
“En este torneo pierdo dinero”, subrayó Nakamura a EL PAÍS hace unos días mientras se dirigía al hotel para montar otra sesión de streaming en YouTube (1,3 millones de suscriptores) o Twitch (una cifra similar de seguidores). También es muy popular en Twitter, Facebook, Instagram o POG University, y asimismo genera ingresos sustanciales por publicidad de bebidas energéticas, entre otras. Las mismas fuentes que han calculado las ganancias de Nakamura estiman que las del campeón del mundo, el noruego Magnus Carlsen, no deben pasar de ocho millones de euros. Los ocho premios del Torneo de Candidatos suman 500.000 euros, aunque debe tenerse en cuenta que el ganador se repartirá, al menos, dos millones con el campeón en el duelo previsto para abril de 2023.
Nakamura no es un ajedrecista peculiar solamente en sus ingresos. Nacido en Japón, sus padres emigraron a Estados Unidos cuando él tenía dos años, y se divorciaron poco después. La madre se unió con Sunil Weeramantry, ajedrecista destacado de Sri Lanka, quien descubrió el descomunal talento de Hikaru. A los seis años ya brillaba en los torneos, a los 10 empezó a batir marcas de precocidad y a los 15 superó una mítica, la del legendario Bobby Fischer como el gran maestro (máxima categoría en ajedrez) más joven de la historia de EE UU. Desde los nueve dejó de ir a la escuela para jugar más torneos, y fue educado en casa por sus padres.
Consultado por este periódico por las ganancias que se atribuyen hoy a su hijo, Weeramantry las considera “exageradas”, y matiza: “Ahora mismo no creo que pasen de 20 millones, pero es verdad que su capacidad de generar dinero está aumentando mucho”. Nakamura acaba de ser fichado por la potente empresa Misfits Gaming Group, de videojuegos y deportes electrónicos, lo que le garantiza sustanciosos ingresos.
Aquel niño prodigio siguió alimentando polémicas y debates en el mundo del deporte mental como veinteañero porque dedicó muchísimo tiempo a disputar partidas de un minuto por jugador en internet (no pocos aficionados piensan que eso no es ajedrez), lo que muy probablemente influyó de manera negativa en su progresión hacia el título mundial en la modalidad clásica. También, como han hecho otros ajedrecistas de élite, jugó intensamente al póquer: “Muchas de las cualidades que desarrolla el ajedrez son muy útiles en el póquer. La diferencia principal es que si juegas cerca de la perfección una partida de ajedrez es imposible que pierdas. Pero en póquer sí puedes ser derrotado por la influencia de la suerte”, explica.
En ese contexto, no es de extrañar que su trabajo con el excampeón del mundo Gari Kasparov como entrenador durase menos de un año, en 2011. Eran alfiles de distinto color: “Obviamente, trabajar con uno de los mejores de la historia fue una gran fuente de aprendizaje. Su intuición, su manera de captar la esencia de una posición, es bestial. Pero nuestros caracteres son muy distintos”, subraya Nakamura en probable referencia a que el espíritu de disciplina militar que siempre definió al ruso, hoy residente en Nueva York y con pasaporte croata, son incompatibles con el temperamento del estadounidense, mucho más flexible.
Aun así, las hazañas deportivas de Nakamura en ajedrez clásico lo sitúan como una de las grandes estrellas del último cuarto de siglo. Llegó a ser el 2º del mundo de la modalidad clásica el 1 de octubre de 2015, a pesar de que su balance con Carlsen es catastrófico: 14 derrotas, una victoria y 26 empates. Y su brillo en las rápidas es aún más consistente. Ahora mismo es el 10º del mundo en partidas lentas, y el 2º en rápidas (una media hora por bando) y relámpago (cinco minutos por jugador y partida). Todo ello, a pesar de que su máximo gasto de energía y tiempo no se realiza en la alta competición, sino en las retransmisiones por internet.
Nakamura invierte buena parte de sus ganancias en acciones y participa con frecuencia en actividades benéficas. Y hay otro ámbito esencial donde se distingue mucho de la gran mayoría de sus colegas de la élite: atiende casi siempre a sus admiradores con gran amabilidad para firmar autógrafos o hacerse fotos, o incluso se presta a jugar partidas rápidas durante horas en el vestíbulo de un hotel. Contrariamente a lo usual entre los astros del deporte mental, comprende que no le pagan solo por jugar, sino también por comunicar.
Y ahí está la respuesta de por qué juega el Candidatos aunque, en principio, pierda dinero. En realidad, lo gana porque el eco internacional de sus partidas y manifestaciones propiciará un aumento de sus seguidores en las redes. Otra cosa es preguntarse si hubiera podido llegar a campeón del mundo de haberse dedicado plenamente a la alta competición, pero seguro que en ese caso su fortuna sería mucho menor. Aún puede ser el rey (el declive en el ajedrez de élite suele empezar entre los 35 y 40 años), si gana el Torneo de Candidatos en Madrid. Pero ahí surge la pregunta del millón: ¿puede ganarlo alguien que en cuanto acaba está deseando llegar al hotel para armarse con los auriculares y el ratón ante otra noche de streaming?
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