La fábrica nació en los ‘80 en Traslasierra. Los padres y los cinco hijos se involucraron en la producción
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CORDOBA.- Un problema de salud fue el que llevó a la familia Grisoni a instalarse en Arroyo de Los Patos, un paraje de Traslasierra (Córdoba) a comienzos de los ‘80. En aquellos años no había “nada de nada”, recuerdan. Estela Gurriere y Leonardo Grisoni tomaron la decisión por consejos de amigos que entendieron que esos aires le harían bien a ella; no solo cambiaron de lugar para vivir sino que fueron adoptando nuevos hábitos y hasta profesión. Con ellos nació El Nazareno, una marca de alfajores que se convirtió en ícono de la zona y de la provincia.
Juan, el más chico de los cinco hijos, cuenta a LA NACION que se mudaron desde Villa Carlos Paz, cuando no estaba el Camino de las Altas Cumbres; uno de los cruces de las sierras más impactante de la provincia. “Hay que pensar en esos años, que no son los mismos que ahora. Para hacer la casa trajeron los materiales en jeep; esto era la nada”, dice desde el mismo lugar donde se instalaron en aquellos años.
El matrimonio venía de tener una fiambrería, que vendió para mudarse: “Ahí empezó la lucha; pensaron ‘qué hacemos acá’. Empezaron a escabechar vizcachas -había muchas- y las vendían. Hacían algunas otras especialidades también, pero se volvieron vegetarianos y las dejaron de producir”. Leonardo hacía algunos trabajos de herrería y carpintería.
Después de un tiempo, por unos meses, regresaron a Villa Carlos Paz donde el padre comenzó a estudiar repostería y a trabajar en una panadería. “Así aprendió; tenía sensibilidad para la cocina porque en su familia había tradición -continúa Juan-. Cuando regresamos a Traslasierra empezó con los alfajores para poder seguir adelante”.
La “tradición” familiar venía por el lado de mamá de Leonardo, Balbina Caballero, quien era huérfana y había aprendido a cocinar con las monjas que la criaron y, después, con su suegra. El nieto dice que era de “esas viejas de antes que hacía todo de todo, la habían entrenado para eso”.
En 1985 nace Granja El Nazareno, porque la idea -que, finalmente, no fraguó- era tener algunos animales. El nombre de la fábrica familiar hace referencia a la fe que tenían. “¿Sin fe qué hubiera sido de esto? El esfuerzo que hicieron para llevar a su familia adelante fue enorme. Tuvieron mucho idealismo y convicción; era muy complicado. Es la historia que muchas familias argentinas pueden contar”, reflexiona Juan.
Los hijos -aunque chicos- se sumaron al trabajo; señalan que era como “un juego” ayudar a los padres con la producción. Sostienen que tienen un “paladar muy entrenado” así que fueron sumando mejoras a los alfajores. La gente “empezó a notar la diferencia y a elegirnos cada vez más”.
Juan recuerda que en los primeros años su papá ponía diez letreros -uno cada 100 metros- a lo largo de un kilómetro para atraer a los clientes: “Los de Traslasierra fuimos los más aislados de la provincia durante muchos años así que debimos perfeccionar nuestros servicios para atraer a la gente. Es un paraíso de la cocina, pero no era simple”.
A los alfajores le sumaron panes y facturas porque, en invierno y sin visitantes, era difícil sobrevivir. “Imposible”, apunta Juan. “Éramos muchos y comíamos mucho, así que mi papá se puso a hacer más oferta. La diversificación empezó para atender al cliente local, para venderles a ellos”.
Con los años, cuando Leonardo -quien murió hace cuatro meses- le cedió el manejo de la fábrica a los hijos, ellos sumaron chocolates y bombones. En las redes sociales muestran la alegría de argentinos y extranjeros que prueban sus productos. Tienen 13 locales en toda Córdoba y 150 empleados; a la capital provincial llegaron poco antes de la pandemia. Agradecen haberlo hecho porque eso les permitió atravesar esa crisis.
¿Qué los distingue? Las materias primas de calidad y los procedimientos, señalan. Solo usan manteca y eso implica más fragilidad, un “trato muy cuidado, tapita por tapita”. Los dulces de frutas los elaboran especialmente para ellos. “Mi papá decía que la gente no los elige porque se usa ‘zanahoria con pintura’, pero el verdadero alfajor cordobés es de fruta”, ríe Juan.
“Es muy gratificante que nos tomen como referentes del país y de la zona -añade-. Es hermoso ver que los alfajores llegan a todos lados, incluso a personalidades. La de la familia es una historia de superación permanente, como muchos en este país”.
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