Después de varias salidas, alguno de los dos se esfuma. Los motivos ocultos detrás del “fantasmeo”.
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Como si la función de bloqueo de WhatsApp pudiera aplicarse a la vida real, el fantasmeo te permite “hacerte humo”, de una. En vez de hacer un touch a la pantalla, hacés unos cuantos en todas tus redes sociales y, de la noche a la mañana, empezás a ignorar olímpicamente cualquier señal de vida del otro. En vez de tener “la charla” molesta con un hombre que no te terminó de copar tanto, le metés un pase de magia para que desaparezcan él, su historia y los mambos que traía. Si es merecido o no, poco importa.
En la era del supuesto auge del feedback, poco a poco se legitimó esto de no dar ninguna explicación ¿Crea tensión? Claro. ¿Es incómodo? Un poco. Pero, como todo, es fácil hacerlo en un contexto en el que estas “salidas” se volvieron opciones cada vez más normales y, por supuesto, cómodas. El único detalle molesto es cuando te das cuenta de que cuando estas dinámicas se normalizan –y el hecho de que ya tengan un nombre, “ghosting”, habla de cierta normalización–, también es muy probable que en algún momento te lo hagan a vos. Si estás soltera desde hace un tiempo, seguramente ya lo sufriste y, si no te dolió, al menos te desconcertó ¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué nos lo hacen? ¿Y qué se esconde debajo de esa sabanita blanca?
El regreso de los muertos vivos
Dicen que el fantasmeo es el nuevo modo de terminar una relación. Quienes estamos en el ruedo de la soltería moderna sabemos que eso no es del todo cierto. El fantasmeo es un nuevo modo de establecer una relación sin que necesariamente se termine. Mirá a tu alrededor, vas encontrar decenas de casos de figuras que desaparecieron y, de un día para el otro, meses o hasta años después, resurgieron del más allá. Ya sabemos cómo son los fantasmas: desaparecen, pero también vuelven a aparecer sin aviso. Nadie sabe a dónde van ni de dónde vienen, y su casi nulo deseo de contacto real tampoco aclara mucho las cosas. Por eso sabés que te están fantasmeando cuando las desapariciones y reapariciones vienen repletas de excusas ambiguas: “estuve a mil”, “tuve bardos”, “colgué”. “Leídos” clavados sin respuestas y personas online que no contestan: ellos están “ahí”, pero su presencia no termina de encarnarse y no por invocarlos necesariamente tomarán forma real. Hay algo en el otro (y muchas veces, también en nosotras) que lo (y nos) lleva a aparecer y también a huir.
Un mensaje del más allá
Los fantasmas tienen que ver con miedos, con incertidumbres, con lo que no conocemos. En este sentido, el término viene genial para pensar qué nos pasa cuando alguien corta contacto sin darnos explicación, nos ghostea. El hecho de que una persona desaparezca nos habilita a encarnar en esa ausencia muchos miedos, resistencias, angustias, mambos. Si no te gusta tu imagen, por ejemplo, tal vez te convenzas de que si fueras “más algo” o “menos lo otro” se hubiese quedado. Si creías que todos los tipos eran traicioneros, vas a sumarlo a tus pruebas. Ese vacío que deja el otro es caldo de cultivo para nuestras inseguridades y para que nuestra fantasía complete lo no dicho, lo que queda sin explicación minando nuestra autoestima. Incluso muchas veces son el disparador para repasar en terapia qué es lo que “falla” o “hacemos mal” para que los tipos “salgan corriendo”.
Pero cuando comprendemos que hay ciertos contextos que favorecen este tipo de reacciones escapistas, nos liberamos del peso de cargarnos con la responsabilidad automáticamente. Para esto, claro, es necesario mirar ese contexto.
Contexto Cazafantasmas
El fantasmeo es el lado más cómodo de la liberalidad moderna, ese que nos asegura que nadie tiene derecho a pedir ni dar explicaciones o respuestas claras cuando el otro no es formalmente “nada” en nuestras vidas, ni queremos que lo sea. Pero en su práctica, perdemos, y hacemos perder al otro, información valiosa. Recibir y crear un acto de sinceridad con el otro puede ser doloroso, pero también útil y exorcista. ¿No te hubiese encantado saber que ese flaco que te voló la peluca durante tres meses desapareció porque tenía novia? ¿O haberle hecho saber a un tipo que se portaba bien con vos que te fugaste porque no tenías superado del todo a tu ex? Por supuesto, para comunicar con claridad, primero tenemos que tener claridad interna y, a veces, de eso se trata el ghosting, de hacerle al otro lo que nos hacemos a nosotras mismas: evitar, evitar y volver a evitar aquello que nos está haciendo ruido. ¿Cómo podemos ser sinceras con alguien más si no somos sinceras con nosotras primero?
Los fantasmas aparecen en lugares oscuros, a veces deshabitados, en los que es necesario arrojar luz y ver que el cuco no existe. A veces, sirve para hacer el duelo por la pérdida, y otras, para ser sinceras con lo que nos pasa y poder comunicarlo, sin necesidad de desaparecer.
Dejar de sentir
¿Hasta dónde el fantasmeado se banca este tipo de trato? Si observás, la práctica del ghosting establece cierta relación de poder en la que el fantasmeador mide hasta dónde puede desaparecer. Un trato utilitario que se utiliza cuando queda cómodo, sin mayor explicación. Esto requiere ejercitar cierta insensibilidad, porque implica desentenderse del otro. Lamentablemente, en esta difícil era afectiva en la que la libertad prima sobre el compromiso, muchas veces buscamos "dejar de sentir", para endurecernos y sufrir menos, o bien, para evitar ponerse en el lugar del otro. Los costos son evidentes, ninguna sábana blanca flotando en el aire encontró realmente algún verdadero amor.
¿Ghosteás o te ghostearon?
Dita Deren. 27 años, Realizadora de cine. "Hace unos años, salí con un chico por tres meses y de repente él me cortó la onda. Fue como un terrorista emocional. La desaparición hizo que lo idealizara mucho más. De seguir juntos, hubiese sido uno más".
Azahara Gómez. 35 años, fotógrafa. "Salí hace un año, tuvimos un par de citas malísimas y decidí desaparecer. Parece que nunca entendió el mensaje porque desde entonces, siguió escribiendo y llamando. Es lo malo de ser poco clara".
Andrés Gambini. 34 años, fotógrafo. "Soy de los que piensan que es mejor encarar y preguntar qué pasó. A veces, eso significa escuchar alguna excusa, pero otras, sirve para aclarar malos entendidos y retomar cosas inconclusas".
DarÍo Sánchez. 37 años, Diseñador gráfico. "No estoy de acuerdo con cortar una relación desapareciendo, pero una vez tuve que hacerlo para terminar con un vínculo difícil. Fue cortar por lo sano y para eso tuve que borrarme".
Experta consultada: Lic. Lucila Goldin, Psicóloga.
Producción de Puerco Boutique Creativa.
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