Yo soy el mejor: cuáles son las tres clases de excesos de confianza que existen y cómo no caer en ellas
Quien cree que lo que hizo no admite análisis, dudas o cuestionamiento, jamás será capaz de mejorarlo; el orgullo no es una emoción negativa hasta cierto punto
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Las personas orgullosas poseen un exceso de confianza en sí mismas. Según ellos, todo lo que hacen está bien; no admiten que se les señalen errores y, si alguna vez alguien se atreve a contradecirlos, se ofenden.
Es normal sentirnos orgullosos frente a nuestros logros; esto es mera satisfacción la cual nace de una estima sana. Pero, en esta ocasión, nos estamos refiriendo a la gente que cree que sus logros personales (“únicos” en el mundo) son el permiso para sentirse superiores y maltratar a los demás.
¿Por qué resulta dañino tener demasiada confianza en uno mismo? Porque esta actitud nos aleja de lo bueno, pues nos estanca y no nos deja espacio para la mejora continua. Quien cree que lo que hizo no admite análisis, dudas o cuestionamiento jamás será capaz de mejorarlo.
El orgullo no es una emoción negativa hasta cierto punto; el problema surge cuando la persona lo siente en demasía y llega a creer que es “el mejor” en todo, y que, quienes la rodean jamás podrán equipararlo.
Existen tres clases de excesos de confianza
1. Creerse la “última bebida en el desierto”
El orgulloso cree que, sin su presencia (imprescindible en el grupo familiar, laboral, de amigos e, incluso, ¡el mundo entero!), las cosas no van a funcionar. “Sin mí, esto se viene abajo”, expresa con el convencimiento de que es el único capaz de realizar un aporte significativo. En ocasiones, alguien con esta actitud tan negativa termina sufriendo la humillación, cuando surge alguien que lo supera y tira por tierra su creencia.
2. Creer que las propias capacidades superan a las de todo el mundo
El orgulloso se cierra a abrazar nuevas ideas, pues cree que las suyas son las mejores. Tal vez en el pasado obtuvo algún logro importante, pero se queda anclado allí y no puede avanzar hacia lo nuevo e innovador. No acepta sugerencias y sufre frente a los cambios inevitables que la vida le presenta, llegando a convertirse en una persona mediocre que rara vez hace algo diferente en su vida.
3. Creer que la propia inteligencia supera a la de la mayoría
Alguien con “orgullo mental” es incapaz de generar un cambio, aun cuando su situación personal, en cualquier área (relaciones, trabajo, salud, etc.) va de mal en peor, causándole sufrimiento. “Yo lo hice siempre así, y nadie me va a decir lo que tengo que hacer”, suele responder cuando alguien le cuestiona algo.
Una mentalidad abierta, libre de orgullo, nos permite tener una cuota sana de confianza personal y, sobre todo, entender que todo lo que hacemos se puede mejorar. Esto nos conduce a superarnos, a perseguir nuestros sueños y a alcanzar la mejor versión de nosotros mismos. ¡Seamos libres del orgullo!
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