Vivió aislado en una cueva y el efecto que descubrió en su cuerpo fue usado por la NASA
En las décadas del 60 y 70, un científico francés realizó largas inmersiones en cuevas donde descubrió cómo afecta al reloj biológico la ausencia de indicadores del tiempo
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Con tan sólo 23 años, un científico francés, que comenzó sus experimentos en la década del sesenta, realizó aportes clave para la NASA en plena carrera espacial con Rusia. Las conclusiones de las innovadoras investigaciones de Michel Siffre sirvieron a los astronautas de la agencia norteamericana como preparación para sus viajes.
En 1962, Siffre, que hoy tiene 85 años, se sumergió a 130 metros bajo tierra sólo con una antorcha sin reloj ni indicador del tiempo. Lo hizo en el abismo de Scarasson, una montaña de los Alpes de Liguria. ¿El objetivo? Descubrir cómo la ausencia de señales externas que le recordaran el día y la noche podrían afectar los ritmos biológicos.
Enfocado en obtener datos acerca de la falta de luz, Siffre dormía y comía sólo cuando su cuerpo se lo pedía, en lugar de seguir con los horarios impuestos socialmente en el resto del mundo. Después de 63 días, el explorador salió victorioso de la prueba y descubrió que los seres humanos tenemos nuestros propios relojes biológicos, lo que hoy se conoce como cronobiología.
“Sin saberlo, creé el campo de la cronobiología humana”
En una entrevista a la revista Cabinet en 2008, Siffre habló de su reveladora investigación: “Se me ocurrió esta idea, que se convirtió en la idea de mi vida. Decidí vivir como un animal, sin reloj, en la oscuridad, sin saber la hora. Puse un equipo en la entrada de la cueva. Decidí que los llamaría cuando me despertara, cuando comiera y justo antes de irme a dormir. Mi equipo no tenía derecho a llamarme, así que no tendría idea de qué hora era en el exterior. Sin saberlo, había creado el campo de la cronobiología humana”.
Siffre contó que en la cueva hacía mucho frío y había demasiada humedad. Durante los dos meses que pasó confinado se dedicó a leer, estudiar e investigar. Todos los días su equipo en la superficie le tomaba el pulso y realizaban un test psicológico. En este sentido, el investigador explicó el hallazgo: “Tenía que contar del 1 al 120 a razón de un dígito por segundo. Con esa prueba hicimos un gran descubrimiento: me tomó cinco minutos contar hasta 120. En otras palabras, psicológicamente experimenté cinco minutos como si fueran dos”.
Así, entonces, Siffre supo que bajo condiciones sin luz solar ni relojes, el tiempo se experimentaba más lento de lo realmente era. De hecho, el francés terminó de confirmar su teoría cuando sus colegas le informaron que había llegado el día de terminar el experimento, algo que fue sorprendente para él debido a que creía que todavía le quedaba un mes entero de confinamiento. “Mi tiempo psicológico se había reducido a un factor de dos”, señaló Siffre a Cabinet.
Siffre continuó: “Creo que cuando estás rodeado de noche (la cueva estaba completamente oscura, con sólo una bombilla), tu memoria no captura el tiempo. Lo olvidás. Después de uno o dos días, no recordás lo que has hecho uno o dos días antes. Las únicas cosas que cambian son cuando te despiertas y cuando te acuestas. Además de eso, es completamente negro. Es como un largo día”.
Diez años después, financiado por la NASA, realizó otra expedición de seis meses de duración en una cueva en Texas para ver qué pasaba con su reloj interno. En esta ocasión sucedió otra gran revelación: Siffre descubrió que, sin señales de tiempo, las personas se adaptaban a un ciclo de 48 horas en cambio del de 24 al que estamos acostumbrados.
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Experta. Es sommelier de carne vacuna y da una contundente definición sobre su producción a pasto o en feedlot