Se encuentra a 450 kilómetros al suroeste de Estocolmo, en la región de Småland, rodeada de frondosos bosques y cientos de lagos
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Casi diez años antes de que la activista climática sueca Greta Thunberg viniera al mundo, una ciudad de su país se fijaba un rumbo hacia una nueva forma de vida sostenible. Es la ciudad de Växjö, a 450 kilómetros al suroeste de Estocolmo, en la región de Småland, rodeada de un entorno de frondosos bosques y cientos de lagos.
Esta región es conocida como “el reino del vidrio”, porque aquí se asienta una serie de fabricantes de arte en cristal de prestigio mundial. Algunas de las firmas llevan desde 1740 creando belleza en cristal en hornos humeantes.
Ese legado está siendo ahora completado por un cambio radical. Esta población de menos de 100.000 habitantes se convirtió en una luz de esperanza global en la batalla contra el cambio climático y en modelo que ciudades en todo el mundo buscan emular.
“Fue en un seminario liderado por el alcalde en 1996 cuando se planteó la pregunta: ‘¿Cómo sería vivir en una ciudad sin combustibles fósiles?’”, explica Henrik Johansson, estratega ambiental de la municipalidad de Växjö.
Al final de esa reunión, Växjö se convirtió tras una votación unánime en la primera ciudad del mundo en comprometerse a ser totalmente libre de combustibles fósiles. El objetivo inicial evolucionó a un objetivo aún más ambicioso de un nivel de emisiones neutras antes de 2030, 15 años antes del objetivo fijado para todo el país por el gobierno sueco.
El pionero compromiso de Växjö captó atención del mundo y hasta aquí llegaron reporteros de lugares tan lejanos como Japón. Johansson la describe como “esa ciudad loca que quiere vivir sin combustibles fósiles”, pero ese objetivo parece años después tan cercano como necesario. Las emisiones per cápita de Váxjö se redujeron más de un 70% desde los niveles de la década de 1990, la población aumentó alrededor de un 30% y aun así el Producto Interno Bruto per cápita se duplicó.
Aquí los autobuses y los autos de la municipalidad se mueven con biocombustible elaborado con residuos orgánicos de los hogares. Más del 90% de la energía que consume la ciudad se obtiene de recursos forestales y otros tipos de biomasa, obtenido todo en gran parte de los bosques cercanos.
Esto incluye desde serrín de aserraderos locales hasta las ramas de los árboles talados para fabricar artículos de Ikea, el gigante global de los muebles que nació en la ciudad de Älmhult, a solo media hora en tren de Växjö. Las pocas emisiones de CO2 que quedan en el ambiente vienen de los autos particulares que aún no se benefician de una las mejores redes de puntos de recarga para vehículos eléctricos del país.
Pero, el paso más audaz ha sido hacer de Växjö uno de los mejores escaparates a nivel mundial de las posibilidades de la arquitectura en madera a gran escala, con el requisito de que la mitad de los nuevos edificios se construyan en este material, que sale de los mismos bosques que antes daban el combustible para los hornos en los que se trabajaba el vidrio.
Llegué en Växjö en tren y por todas partes veo madera. Aquí se usa tanto para las estructuras como para la decoración de un gran espacio que incluye una oficina de turismo, un área de exposiciones y obras de arte. Es tan acogedor que los lugareños la conocen como la “sala de estar” de la ciudad.
Un puente de madera comunica la estación con un museo que exploré al día siguiente. Es el Museo Sueco del Vidrio, parte del Museo de Småland. Y también está la Casa de los Emigrantes, que cuenta la a menudo reveladora historia de la emigración masiva desde Suecia a Norteamérica.
Caminando hacia la orilla del lago Trummen, uno de los dos lagos cercanos, mato el tiempo junto a un paseo cultural de esculturas contemporáneas elegidas por votación por los vecinos. El vidrio es también aquí uno de los homenajeados, con creaciones instaladas a lo largo de la cosmopolita Sandgärdsgatan, la calle que atraviesa el corazón de la ciudad y desemboca en su icónica catedral de doble chapitel.
Es un hermoso paseo que me hace plantearme si la gente del siglo XIX hubiera abandonado el país si entonces hubiera ofrecido la vida de la Suecia del siglo XXI. Junto con unos envidiables servicios públicos y una sociedad igualitaria, me da algo de envidia cuando veo altos edificios de apartamentos construidos en madera como el premiado complejo residencial Kvarteret Geologen residential, también conocido como Trummens Strand, erguirse altos y orgullosos junto al lago.
Aquí me reúno con Olivia Thim, una experta en gestión inmobiliaria sostenible de la firma Vöfab. “Durante mucho tiempo, tuvimos los edificios de madera más altos de Suecia, pero también apartamentos, recintos deportivos, escuelas. Pensamos que debíamos intentar construir todo en madera primero”, me dice.
También nos acompaña el arquitecto Karin Hård Af Segerstad, del vaguardista estudio local Arkitektbolaget, que me habla de la robusta madera que se usa para los marcos estructurales, aumentados con virutas de cedro y otras maderas interiores. Este envoltorio con materiales naturales resulta tan agradable para los residentes como para la vista, afirma: “La gente habla de una mayor sensación de bienestar al vivir rodeados de madera”.
Växjö y sus innovadores edificios de madera fueron una buena muestra de aprendizaje para arquitectos e ingenieros. “La gente no sabía tanto sobre edificios altos de madera, así que tenemos una estrecha colaboración con la universidad local”, cuenta Segerstad. “Cada vez que surge una pregunta, hay investigación ya hecha”.
Entre esas investigaciones se incluye el desarrollo de sensores para registrar cómo se comportan las estructuras con el paso de los años y el cambio de las estaciones. “Ahora llegan investigadores de todo el mundo”, añade Segerstad. “Muchos llegan de Austria y Alemania, pero también de países africanos como el Congo. Nos convertimos en pioneros a nivel mundial en construcción en madera. Los principios estéticos son tan importantes como los ecológicos”, concluye.
El impulso medioambiental tras la arquitectura en madera de Växjö se completa con la forma en que la ciudad obtiene su energía en el siglo XXI. Puedo ver nuevos y vanguardistas edificios de madera junto a construcciones históricas de pizarra, muchas convertidas en tiendas de moda o cálidos restaurantes como Kafe de Luxe, donde los platos típicos suecos se elaboran con ingredientes obtenidos en los bosques y cursos de agua cercanos.
En el moderno hotel de diseño PM & Vanner, el menú del restaurante se centra en platos locales de temporada y orgánicos, que incluyen ingredientes obtenidos del propio jardín del hotel. Los platos los lava un lavavajillas de bajo consumo de electricidad y agua. La comida que sobra se procesa como biocombustible. El hotel es también parte de un innovador sistema de reciclaje textil.
Antes de marcharme, camino por las oficinas de la empresa generadora de energía local VEAB, donde su jefe ejecutivo, Erik Tellgren, me dice que los bosques de la zona y los residuos forestales que generan bastan para proveer de toda la electricidad que consume Växjö, de manera que contribuye a mitigar el cambio climático.
“Los residuos forestales que se dejan descomponer generan CO2, así que usarlos contribuye a recortar las emisiones”, afirma Tellgren, que añade que la ceniza que resulta de la madera quemada se devuelve al bosque porque actúa como un excelente abono.
Sonríe al recordar que la primera planta de generación de energía de Växjö, que arrancó aquí junto al lago en la década de 1880, quemaba madera y ahora, unos 140 años después, resulta que este es el material al que recurre en la ciudad mientras deja de usar los combustibles fósiles y le marca el camino al mundo. “Empezamos con la madera y hemos vuelto a ella de nuevo”, dice.
*Por Norman Miller
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