Kimani N’gan’ga Maruge tenía 84 años cuando comenzó a estudiar; su experiencia inspiró a muchas personas y le valió un gran reconocimiento a nivel mundial
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En octubre de 2003, Jane Obinchu, directora de la escuela primaria Kapkenduiywo en una pequeña ciudad de Kenia llamada Eldoret, se estaba preparando para el siguiente año escolar. Un golpe en la puerta reveló un inusual posible alumno. Kimani N’gan’ga Maruge era un tatarabuelo de 84 años, y veterano del movimiento independentista de la tribu Mau Mau, que luchó contra el dominio colonial británico.
Nunca había ido a la escuela y quería aprovechar la nueva ley de Kenia, que ofrecía educación gratuita en todas las escuelas primarias estatales. “La razón por la que quería estudiar era para mostrarle a los niños kenianos y al mundo entero que la educación es más importante que cualquier otra cosa, más que ser rico”, le dijo Maruge a la agencia de noticias Reuters en 2006. “La verdadera riqueza es ser educado”, agregó.
Pero, primero tenía que convencer a Obinchu, y ella no estaba interesada en agregar un octogenario a su registro.
“Le dijimos que era demasiado viejo para aprender. Para deshacerme de él, le dije que volviera en enero del año 2004″. Obinchu pensó que era la última vez que iba a ver a Maruge.
“Para mi sorpresa, cuando las escuelas abrieron en el 2004, él llegó a mi oficina, vestido con el uniforme escolar completo y con algunos libros y un lápiz en una bolsa. Le volví a decir que se fuera para que me diera tiempo de consultar. Le dije que volviera la semana siguiente y, fiel a mi palabra, vino después de una semana. Decidí hablar con él cara a cara”.
Maruge le contó a Obinchu una historia que le hizo cambiar de opinión por completo acerca de inscribirlo. “Había ido a la iglesia y escuchado a un joven predicando, hablando de Jesucristo. Sintió que el joven no estaba diciendo la verdad, así que se fue de la iglesia en señal de protesta”, relata la directora de la escuela en conversación con la BBC.
“Camino a su casa, se sintió mareado y se sentó al borde de la carretera, y me dijo que había tenido una visión, en la que le dijeron que viniera a nuestra escuela para que le ayudáramos a aprender a leer, para que pudiera leer la Biblia por sí mismo. Luego dijo que en la visión, le habían dicho que había una señora que lo ayudaría, y dijo que fue a mí a quien vio. Me sentí culpable, así que decidí admitirlo”.
Padres versus alumnos
El primer día del curso, Maruge llegó a tiempo y elegante con su nuevo uniforme. Fue un éxito instantáneo entre el personal y los alumnos. “Mostró una voluntad de aprender. Y todos en la escuela estaban emocionados de tenerlo cerca”.
Participaba en todas las actividades escolares. “Cuando íbamos a hacer educación física, seguía la pelota y trataba de patearla con su bastón. Era muy popular”.
Pero, no todo el mundo estaba contento con el nuevo pupilo. Un mes después del inicio de clases, los padres enojados planearon una protesta. Pensaban que un anciano no debería ocupar una plaza en la escuela y distraer a sus hijos.
“Estaba en la sala de profesores tomando el té cuando escuchamos cánticos desde el exterior del complejo. Vinieron tocando tambores, queriendo que lo expulsara. Los profesores sentimos miedo”.
La ayuda vino de una fuente inesperada. “De la nada, los alumnos salieron de sus aulas, con piedras en las manos para echar a sus padres. Sentí que los alumnos me estaban protegiendo”, dijo en ese entonces Maruge.
Padres versus la directora
Los padres huyeron de sus hijos furiosos, pero no desistieron en su afán por expulsar a Maruge. Intentaron un enfoque más oficioso, presentando una queja ante la oficina local de educación.
Obinchu estaba en el trabajo cuando llegó una carta en la que se le informaba que iba a ser transferida a otra escuela. Devastada, viajó 300 kilómetros hasta Nairobi para apelar la decisión ante el Ministerio de Educación. Le dieron todo su apoyo.
“El funcionario de educación en Nairobi me dijo que regresara a mi puesto y me mantuviera firme. Cuando regresé, los estudiantes me recibieron con los brazos abiertos. Hubo una fiesta. Los maestros contribuyeron y compraron una vaca que fue sacrificada y cocinada. Así que comimos juntos los profesores y los estudiantes. Todos estábamos felices”. El respaldo oficial puso fin a las protestas y Jane pudo volver a la tarea de enseñarle a Maruge a leer.
Sueño realizado
Durante las pausas para el té, Obinchu y Maruge se volvieron buenos amigos. “Cualquier problema que tenía, podía confiar en mí. Mis mejores recuerdos son de cuando intentaba pronunciar las sílabas... era muy emocionante. Y también las clases de canto, pues cantaba y hacía todo lo que los otros estudiantes hacían”.
Un día, la visión de Maruge se realizó. “Estábamos en mi oficina con algunos maestros y alguien que le había donado la Biblia. Juan 316. Ese fue el primer versículo que leyó. Habla de Dios enviando a su hijo unigénito a morir por nuestros pecados. Nos conmovió tanto que no pudimos contener las lágrimas”. Habría más momentos conmovedores por venir.
Su gran anhelo
La historia de Maruge llegó a oídos de organizaciones benéficas internacionales que promueven la educación en los países más pobres. En 2005, llevaron al pupilo y la maestra a Nueva York para entregar un mensaje a las Naciones Unidas.
Era la primera vez que Maruge se subía a un avión. “Estaba preguntando por los baños; No podía entender cómo podía haber un baño en el avión”, recuerda Obinchu.
En Nueva York, Maruge cruzó Times Square en un icónico autobús escolar amarillo, caminó con su bastón frente al Empire State Building y estrechó la mano de un agente de la policía montada.
Pero, en el fondo, no estaba impresionado con la bienvenida. “No paraba de preguntar por qué no nos invitaban a la casa de alguien, como ocurre en África, y dónde podía comer Ugali, el alimento básico de Kenia”.
En el punto culminante de la visita, Maruge soltó un montón de globos y habló en la ONU. “Espero que todo el mundo reciba el mensaje y que los que no han podido ir a la escuela puedan hacerlo”, dijo. “Queremos que todos los niños del mundo reciban educación, eso es lo que realmente anhelo ver”, reiteró.
En un video de la ONU, dijo que le gustaría estudiar para ser veterinario, pero primero tenía que terminar la escuela primaria. Expresó su deseo de seguir estudiando hasta su muerte y, como había tanto que aprender, quería vivir al menos hasta los 300 años.
Maruge entró en el Libro Guinness de los Récords como el alumno de mayor edad en empezar la escuela primaria (84), y su historia inspiró a personas de todo el mundo. Murió a los 89 años, en 2009.
Al año siguiente, Priscilla Sitienei, una partera keniana de 85 años de edad, comenzó la primaria para aprender a escribir, y compartió clases con seis de sus bisnietos y varios niños que había ayudado a nacer. Aunque empezó un año más vieja que Maruge, estableció su propio récord: cuando murió, en 2022, aún estaba estudiando y, con 99 años, se cree que era la alumna de escuela primaria más vieja del mundo.
“Algo de lo que estoy orgullosa es que muchas personas mayores regresaron a la escuela, incluso la mayoría de mi personal regresó a las aulas para avanzar en sus estudios”, concluye Obinchu. “Me hizo sentir que Dios tenía un propósito para mí, y el propósito era ayudar a Kamani a saber leer y escribir”.
*Por Vicky Farncombe
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