María Belén Bona lanzó “Belencita”, el proyecto del que hablan todos y que se opone al “levante” virtual; en enero organizará el primer Congreso Nacional de Personas Solteras
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Para la mitología romana, Cupido era el Dios del deseo amoroso. Las artes escénicas y la cinematografía se ocuparon de los enlaces maritales en la pieza de teatro musical y el film ¡Hello, Dolly!, donde el famoso personaje de Dolly Levi es la pícara casamentera que hace y deshace a su modo. Aún hoy, algunas religiones, en sus versiones más ortodoxas, apelan a la figura del casamentero que une de acuerdo a intereses determinados.
Mar del Plata también cuenta con una iniciativa que busca saldar algunas asignaturas pendientes de la vida moderna en torno a lo vincular. La propuesta se llama Belencita y es un fenómeno social que no para de crecer en La Feliz y que ya se irradió a Buenos Aires con igual repercusión.
“Nunca me interesó conocer gente de forma virtual, a través de las aplicaciones. Y no me gusta lo que sucede en la nocturnidad, donde estás rodeada, pero no hablás con nadie. Antes, los vínculos se daban más, pero eso ya no sucede”, reflexiona María Belén Bona, creadora de Belencita, quien, a partir de su propia experiencia, decidió que algo debía modificarse en el statu quo vincular. “Tengo una personalidad donde lo que no me gusta lo cambio, no espero a que nadie haga nada por mí o me traiga la solución”, afirma esta mujer de 37 años que estudió Psicología -le faltan algunos finales para recibirse- y dedicó gran parte de su vida a trabajar con pacientes con problemas psiquiátricos.
Belencita es una propuesta presencial que se inició como un espacio para búsqueda de pareja, pero que hoy excede esa fórmula. La ideóloga del proyecto afirma que “hubo gente que se vio en persona y que antes se habían matcheado en Tinder, pero la gente que se atreve a las aplicaciones virtuales se da cuenta de todo su potencial cuando se enfrentan a la presencialidad. Hoy se habla de mercado de citas en las redes pero eso no entra en juego en Belencita. Esto no es un intercambio a partir de una fotito, acá se busca otra cosa”, afirma Bona.
Los encuentros se anuncian con anticipación, suelen tener un eje temático y estar definidos por grupo etario. “Solos estamos todos y todas, la diferencia está en el padecimiento. También se puede estar en pareja y sentirse solo. La idea macro es generar un espacio de pertenencia que conecta con lo humano. Muchos me han dicho: ´Dan ganas de ser soltero para poder participar en todo lo que hacés´. Es que quiero que sea un espacio de disfrute y que estar solo no sea un padecimiento”.
-En tu vida, ¿hubo un momento de quiebre puntual?
-Sí, fue en una época donde estaba lista para formar una pareja, pero no se daba. Una noche, en la que decidí salir con mis amigas, recorrimos varios lugares, pero no hablamos con nadie. Cuando llegué a casa me dije: “La sociedad, así como está, no la voy a tolerar, necesito hacer algo para modificar esta circunstancia”.
-Está claro que el “matcheo” de las aplicaciones de citas no era ni es lo tuyo.
-A mí no me gusta chatear, no lo hago ni siquiera con mi familia, no lo puedo sostener.
Tal es la repercusión de la propuesta que Bona quiere convertir a Mar del Plata en la “Capital Nacional de los Solteros” y, durante el próximo mes de enero, organizará el primer Congreso Nacional de Personas Solteras.
Nació en la ciudad de Tres Arroyos, donde se afianzó su personalidad inclusiva. Su familia vivía en un barrio lindante con una zona muy humilde, allí se educó en un colegio parroquial. “Me daba con todos, mi personalidad ya estaba marcada. Me interesaba la observación de la vida de las personas, ir a jugar a los barrios, estar en la calle, siempre buscaba integrar”, rememora.
La pandemia lo hizo
Luego de una década de trabajo intensivo en atención de pacientes en el área de salud mental, -”eran personas con patologías psiquiátricas severas”-, donde el tiempo de pandemia no significó una pausa sino intensificar esa atención esencial, María Belén Bona sintió que ya era tiempo de tomarse un respiro y dedicarse a otra cosa.
Pese a que le iba muy bien trabajando en aquellos espacios de salud, había algo que ya no la satisfacía: “Fue agotador poner el cuerpo tanto tiempo”. A eso se le sumó su propia frustración personal en torno a la búsqueda de relaciones y la conformación de una pareja, algo utópico tal como estaban dadas las circunstancias. “Necesitaba cambiar mi rumbo y poner el eje en mí. Hice un proceso creativo y puse sobre la mesa cuáles eran todos mis ingredientes, capacidades y deseos”, recuerda.
-En esa hipótesis, ¿apareció tu nueva vocación?
-En mi vida nunca tuve un deseo marcado de ser Cupido de nadie.
Sin embargo, algo profundo despertó en ella: “Me propuse aportar en torno a la sensación de soledad de la gente, pero haciéndolo de forma masiva”. Su psicóloga la ayudó a descular ese deseo de tarea comunitaria y en torno a qué área se canalizaría.
En ese período visualizó que siempre había sido una vinculadora amateur. “Juntaba gente, todos la pasaban bien y se generaban vínculos nuevos”, señala. También fue su terapeuta quien le sugirió organizar un proyecto para solos y solas, idea que, en un comienzo, rechazó.
Finalmente -y debido a que contaba con muchos seguidores en las redes sociales porque se refería a temas de salud mental- decidió tomar esa vía para un primer testeo. En uno de sus posteos en Instagram planteó la realización de un encuentro para solos y solas. La aceptación fue unánime y multitudinaria: “´Dale Belu, mandate´, me decían. Mi manera tan familiar de vincularme con todos me ayudó”.
Barriendo su casa, así fue, le surgió el nombre Belencita. Una vez más, llegó la consulta con sus seguidores y la aprobación volvió a ser inmediata. Un conocido le facilitó su restaurante a puertas cerradas para la primera reunión: “No tenía mucha idea de lo que iba a hacer, no me había puesto a investigar formalmente, era ir y ver qué onda”.
Imparable
El 11 de noviembre del 2022 fue el primer encuentro. Asistieron 15 personas. A medida que la gente llegaba, Belén les colocaba un antifaz. Hubo sorpresas, juegos y consignas debajo de los platos, todo coordinado por ella (“terminó siendo una mesaza como la de Mirtha Legrand”).
Ya sin antifaz, aquella reunión inicial fue toda una revelación. “El nivel de profundidad al que llegó esa gente fue increíble, me dejó sorprendida. Nadie se conocía y se abrieron de una manera impresionante; hasta los varones, que suelen ser más reticentes, se largaron a hablar”, reconstruye sobre ese momento y era solo el inicio...
Belén aclara que no se trata de un grupo terapéutico ni un espacio para que los asistentes cuenten sus penurias personales, aunque, desde ya, cada cual dice lo que quiere. El amor y el deseo es siempre uno de los ejes del planteo. Desde la primera reunión, en la presentación se pide que nadie diga qué hace ni cómo está integrada su familia: “Busco que sea a través de una definición del ser. No qué soy, sino quién soy”. En poco más de un año de actividad, gracias a Belencita se formaron varias parejas, aunque no tienen la obligación de contárselo a la “casamentera”.
-Más allá de la conformación de una pareja, ¿cuál es el balance que hacen los asistentes?
-Suelen decirme que no son las mismas personas una vez que participan de las reuniones. Belencita predispone hacia algo que no es necesariamente la formación de una pareja. La idea es que te vayas de la reunión sin ser la misma persona y despertarte el deseo de vinculación.
Buscando que todos los colectivos se sientan atraídos por la propuesta, ya se realizaron eventos gays, tanto para varones como mujeres. Además, las reuniones se segmentan por grupos etarios. Hubo eventos donde participaron jóvenes en torno a los veinte y treinta años y otras reuniones para gente más grande, donde llegaron a participar adultos mayores de más de 70 años.
Sin formalismos
“Hay algo retro, como el boliche de antes”, reconoce María Belén Bona, quien también organiza algunas reuniones bajo el lema “Belencita bailable”. Buscando que los asistentes se sientan cómodos y seguros, la organizadora hace un testeo previo de postulantes, apelando a sus conocimientos en materia de salud mental. También evita difundir masivamente el lugar de la reunión y sólo informar ese dato a aquellas personas que lograron sortear el primer filtro y fueron aceptadas para participar.
Cada reunión tiene su propia lógica. Belén puede coordinar a partir de una ronda de preguntas, con juegos y hasta propuestas sorpresas que pueden esconderse en una tarjeta debajo de un plato. “En las últimas semanas lo fui llevando desde las técnicas de clown y teatro, hoy la gente pone más el cuerpo”.
Nunca se adelantan las propuestas, pero nada es invasivo: “Los tímidos también se sienten cómodos”. Junto a Belén también participa una psicóloga que observa la acción y puede brindar su palabra autorizada.
El éxito de Belencita ya se irradió a Buenos Aires con un primer evento en Palermo en el que participaron más de medio centenar de personas.
La propuesta se rebela ante las relaciones mediadas por la tecnología: “Lo virtual es una mentira, una falencia, nunca es igual a lo presencial”, por eso, a mí proyecto lo llamo revolución vincular”, finaliza María Belén Bona, la mujer que encontró en su propio deseo la posibilidad de unir a cientos de personas.
Próximos eventos:
25/11 Reunión multiedad en CABA.
15/12 Reunión bailable de fin de año en Mar del Plata.
Contacto:
@belencitaclub.ok
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