Quedó atrapado en una cueva, lucharon por sacarlo pero jamás recuperaron su cuerpo: la historia de la peor muerte del mundo
Neil Moss murió en 1959 tras quedar atrapado en un pozo de 12 metros de profundidad; los denodados intentos de rescate y la cruda decisión que tomó su papá
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En 1959, en la zona de Castleton, Inglaterra, Neil Moss, estudiante de la Universidad de Harvard, perdió la vida al quedar atrapado en las profundidades de un pozo llamado Peak Cave. Al lugar asistió junto a otros siete compañeros que atestiguaron cómo fueron sus últimos momentos con vida.
Esta tragedia, que recorrió el mundo por el sufrimiento que atravesó la víctima, volvió a cobrar popularidad tras un informe del medio británico Daily Mail, donde se analizaron todas las aristas de una acción completamente desafortunada.

Según pudieron reconstruir los investigadores, quienes contaron con el testimonio de los compañeros de Neil, el hombre ingresó con los pies al pozo de 45 centímetros de ancho y unos 12 metros de profundidad. La cuestión es que el protagonista de esta historia quedó atascado por los hombros, por lo que quedó completamente inmóvil.
A partir de ese momento, comenzó una pesadilla sin retorno para Neill: su cuerpo quedó atascado y los intentos por sacarlo del pozo comenzaron a ser en vano. Es que las duras condiciones subterráneas y los escasos recursos para extraerlo de la cueva dejaron al hombre completamente expuesto a condiciones hostiles, sin siquiera poder moverse sus brazos que quedaron aprisionados en un espacio angosto.

Aquella fatídica jornada del 22 de marzo, Neil consiguió que miembros de la Marina Real y la Fuerza Aérea británica lo pudieran asistir con una máscara de oxígeno. También, como parte del operativo, lograron rodear el cuerpo del hombre con una cuerda, pero al intentar subirlo ésta se rompió.
Sin poder mover sus brazos y con las pulsaciones a mil, producto de la desesperación, el hombre comenzó a perder fuerza, a tal punto de no poder sujetar la máscara de oxígeno. Sumado a esto, la debilidad corporal le impedía hasta alimentarse, por lo que el panorama se agudizó en cuestión de horas.

En una misión que se tornó casi imposible, especialistas de todas las ramas, como espeleólogos, intentaron desenterrar a este hombre que comenzó a perder los signos vitales al estar encerrado a semejante profundidad, sin oxígeno y sin esperanzas. Al día siguiente, el 23 de marzo, un integrante de la Marina explicó que la comunicación de Neill dejó de ser fluida y hasta perdió el conocimiento en alguna oportunidad.
“Solo un milagro puede salvarlo ahora. Su respiración es cada vez más débil”, especificó un médico que llegó al lugar de los hechos, en una clara sentencia de lo que sería una muerte inevitable a esa altura.

“Moss está atrapado en una especie de sacacorchos hueco. La única forma de liberarlo será girar su cuerpo por completo... para desenroscarlo”, añadió el especialista, horas antes de su trágico final.
Finalmente, el 24 de marzo, dos días después de su atascamiento, Neill falleció por “agotamiento e intoxicación por dióxido de carbono”. Una vez consumada su muerte, Eric, el papá del joven, tomó la determinación de que el cuerpo de su hijo quede en el lugar de los hechos, sin forzar ningún intento más de rescate que podría llevarse otra vida más.
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