¿Qué hago con mis pensamientos?: cómo enfocarnos en lo positivo y dejar de lado lo tóxico
A veces, nos centramos en el lado malo de las distintas facetas de la vida, pero podemos revertirlo y sacar el lado bueno de cada etapa
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La mayoría de los seres humanos, con frecuencia, tenemos pensamientos específicos que dan vueltas incesantemente en nuestra cabeza y nos dejan estancados y sin saber cómo actuar. Sin embargo, en el momento en el que decidimos soltarlos, encontramos una vía de escape.
Enfocarnos en lo positivo de nuestra vida hace que generemos pensamientos que nos nutren; mientras que enfocarnos en lo negativo (“lo que aún no logré”, “lo que el otro me hizo o me dijo”, “lo que me sale mal”, etc.), solo nos conduce a generar pensamientos que nos resultan tóxicos.
¿Qué podemos hacer con nuestros pensamientos, en especial, cuando estos nos agobian y no nos dejan avanzar en la vida? Santa Teresa de Jesús solía decir que debemos permitir que “la loca corra por la casa”. Y “la loca” no es otra que… ¡nuestra propia mente! En realidad, la religiosa española se refería al parloteo interno incesante que tanto nos agobia y nos agota.
La buena noticia es que es posible escapar de este laberinto mental, como algunos autores lo denominan, en el que todos nos hallamos alguna vez, aun sin darnos cuenta, y que nos aprisiona. “¿Y cómo lo hago?”, tal vez te estés preguntando. Entrenando tu mente, tal como lo hacés con los músculos del cuerpo.
A los pensamientos repetitivos, podemos:
- Reconocerlos
- Anotarlos
- Reemplazarlos
Dicho reemplazo siempre debería ser por pensamientos que sean útiles. Pero, para llevar a cabo esto, es fundamental identificarlos, pues mucha gente piensa todo el tiempo, ¡y ni siquiera es consciente de lo que piensa! ¿Te das cuenta siempre de lo que estás pensando?
Este reemplazo de pensamientos es más bien una transformación. ¿Qué significa esto? Que el nuevo pensamiento, que voy a escoger y me va a nutrir emocionalmente, acabará por formar parte de mí. Veamos un ejemplo:
Si me doy cuenta de que estoy teniendo el siguiente pensamiento: “¡Qué feo es no tener pareja!”, puedo conscientemente elegir reemplazarlo por: “Es posible disfrutar y aprovechar este tiempo en el que no tengo una pareja”. Ahora, esta nueva idea que escogí debo hacerla parte de mí (como lo que como y digiero a diario), para que la vieja idea finalmente desaparezca.
Si bien todos tenemos necesidad de transformar nuestra manera de pensar, en alguna o en todas las áreas de nuestra vida, “pensar bien” se trata de un proceso que lleva tiempo, que no ocurre de la noche a la mañana. Pero sus beneficios bien valen el esfuerzo.
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