Este interés profundo y repetitivo puede resultar frustrante para los padres que solo quieren ver algo diferente; enterate todo en esta nota
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Es una sensación familiar para muchos padres. No importa lo que le sugieras, tu hijo en edad preescolar solo quiere volver a ver ese episodio de Bluey (una serie animada australiana), sin importarle que acaba de terminar. Y a la hora de dormir, debés acompañarlo con un libro que hayas leído con la suficiente frecuencia como para haber desarrollado un repertorio de voces específicas para cada personaje.
Este interés profundo y repetitivo por un episodio de televisión, un juego o un tema puede resultar frustrante para los padres que solo quieren ver algo diferente. Pero, esta repetición tiene en realidad grandes beneficios para el aprendizaje y el bienestar de los niños. Una de las razones es el llamado “efecto de aporte”. No es un concepto nuevo en la ciencia cognitiva.

En busca de patrones
Pensá en el cerebro como un órgano que hace todo lo posible por averiguar qué es normal en nuestras vidas, qué forma parte de un patrón regular y qué no. Los investigadores descubrieron un fenómeno conocido como “aprendizaje estadístico”. Según esta idea, los niños son muy sensibles a la aparición de regularidades y patrones en su vida.
Curiosamente, los bebés son especialmente hábiles para comprender ciertos tipos de material, como la probabilidad de que se produzcan determinados sonidos en el discurso que les dirigimos. Pero necesitan muchos ejemplos para detectar regularidades.
Por ejemplo, en todas las lenguas, y el inglés no es una excepción, los sonidos incluidos en las palabras tienden a seguir ciertos patrones. En inglés, por ejemplo, algunas de las combinaciones más comunes de tres letras son “the”, “and” o “ing”. Tiene sentido que el cerebro de los niños busque la repetición: en este ejemplo, les ayudará a aprender el lenguaje.

Por eso, cuando los niños pequeños vuelven a ver el mismo programa, lo que están haciendo, lo sepan o no, está impulsado por el deseo de detectar y consolidar los patrones de lo que están viendo, oyendo o leyendo.
Confort de lo familiar
Además de favorecer el aprendizaje, la repetición también es beneficiosa para las emociones de los niños, en lo que aquí denominamos “efecto bienestar”. La principal tarea de la infancia es aprender, y eso significa buscar activamente nuevas experiencias y estímulos.
Sin embargo, tener que procesar y adaptarse a cosas nuevas puede ser agotador, incluso para un niño pequeño con una energía desbordante. El mundo también puede ser un lugar más extraño y estresante para los niños que para los adultos. Como adulto, aprendiste qué esperar y cómo comportarte en determinados contextos, pero los niños se enfrentan constantemente a situaciones nuevas por primera vez.
Los estímulos conocidos, como ese episodio de televisión que ya vieron innumerables veces, pueden proporcionar una fuente de confort y seguridad que amortigüe el estrés y la incertidumbre. El interés profundo en una actividad concreta también puede proporcionar beneficios para el bienestar a través de una sensación de control y dominio.

En la guardería, la escuela y otros lugares, los niños se enfrentan constantemente a retos y se ven obligados a ampliar sus conocimientos. Esto es crucial para el aprendizaje, pero también supone una amenaza para su sentimiento de capacidad. Poder relajarse en una actividad en la que se sienten bien, como un juego favorito, satisface estas necesidades respecto a su capacidad.
Además, la posibilidad de dedicarse a una actividad que les gusta les da una sensación de autonomía y control sobre sus vidas, que de otro modo suelen pasar trasladados por padres de aquí para allá. Claro que no todos los niños tienen las mismas probabilidades de desarrollar este tipo de intereses repetitivos. Por ejemplo, los niños autistas suelen mostrar intereses especialmente centrados.
La repetición tiene un enorme valor en términos de aprendizaje y bienestar. Así que, aunque no deberías obligarlos a volver a ver series, tampoco tenés por qué preocuparte si es algo que ellos mismos persiguen. Sin embargo, puede llegar a ser problemático si afecta a la capacidad del niño para dedicarse a otros aspectos importantes de su vida, como salir de casa a tiempo, relacionarse con los demás o hacer ejercicio físico.
Por supuesto, no hay ninguna regla empírica que pueda aplicarse a todos los niños en todos los contextos. Como padres, solo podemos estar atentos a la situación y tomar una decisión. Pero, mientras hacés fila una vez más para ver Frozen, piensa en los efectos sobre el aporte y el bienestar, y tal vez eso te dé un respiro de la preocupación de que tu hijo debería estar haciendo cualquier otra cosa.
*Por Javier Aguado-Orea y Diarmuid Verrier/ profesores titulares de Psicología, Universidad Sheffield Hallam, Reino Unido.
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