Pasó 40 años cavando una cueva, el resultado maravilló al mundo pero no pudo ver su sueño cumplido
En 1905, Baldasarre Forestieri dejó Italia para asentarse en California; con la intención de resguardarse del calor construyó su “guarida”; hoy es visita obligada
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En los Estados Unidos, más precisamente en California, la historia de un inmigrante italiano logró atrapar a todos a tal escala que dio la vuelta al mundo. Es que Baldassare Forestiere decidió huir de Sicilia en el año 1905 para darle un nuevo rumbo a su vida, la cual siempre estuvo vinculada al campo.
Con una pequeña valija, Baldassarre llegó a Fresno, una ciudad del estado de California que se encuentra ubicada en una zona agrícola del valle de San Joaquín. Su principal objetivo era vivir de cultivar cítricos, aunque su plan falló en su concepción.
Sin las herramientas tecnológicas que rigen hoy en día, nunca se percató de un detalle que le cambiaría completamente su historia de vida: en esta zona de los Estados Unidos las temperaturas eran sofocantes, a tal punto de que ideó una estrategia para resguardarse.
Como primera medida, que partía del plan que soñó en Italia, Baldasarre invirtió su dinero en comprar 70 acres de tierra (un estimativo a 28 mil hectáreas). Con la esperanza de encontrar suelo fértil para montar una estructura que lo lleve a poder cultivar, Forestiere se topó con una tierra árida, dura, la cual no podía utilizar para lograr su cometido.
Sin resignarse, el italiano agarró una pala y comenzó a excavar durante días -y años- con el fin de revalorizar la zona adquirida. Con objetivos a corto plazo, en primer lugar construyó una cueva artesanal para ocultarse del sol. Pero eso no fue todo: envalentonado con el misterio de saber qué existía en las profundidades, siguió excavando y fortaleciendo paredes, hasta construir habitaciones, túneles y patios que serían claves para la implementación de la agricultura subterránea, lo que sería tiempo después su fuente de subsistencia.
Tras pasar largos años viviendo bajo tierra, edificando así un manto de sospecha de los lugareños, quienes no entendían su actitud y le adjudicaban a un “mal de amores”, Baldassare siguió su camino incesante y pudo construir su propia “casa subterránea”, la cual estaba equipada con una cocina a leña, una heladera y un comedor. Por último, a pesar de los pocos recursos, le dio un toque personal a su obra con un espacio especial para armar un estanque para peces y un garaje para los invitados.
Luego de 20 años, donde le dedicó íntegramente su vida a estos quehaceres, se conoció que Baldasarre se había inspirado en las catacumbas de Roma, un lugar de sepultura a inicios de la cristiandad. En sus últimos años de vida, el protagonista de esta historia comenzó a vender el cultivo para solventarse económicamente y su último gran deseo era construir un complejo subterráneo público para que los lugareños tengan un lugar para refrescarse en el verano.
Sin embargo, en 1946, por causas que aún se desconocen, Baldasarre murió y dejó trunca esa idea. A pesar de ello, todas sus construcciones hasta el día de la fecha siguen impecables y son motivo de orgullo para sus familiares que continuaron su legado al exhibirlas al público como una muestra cabal de un hombre que supo imponerse a las limitaciones y hasta el día de la fecha dejó un grato recuerdo en California.
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