Onicofagia: cómo afecta la salud dental comerse las uñas en niños y jóvenes
En los menores que realizan esta acción se encontró un aumento de enterobacterias
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Parece inofensivo. Muchos lo hacen durante toda la vida. Quizás la máxima advertencia que les hacen a quienes se comen las uñas es que les van a quedar feas. Pero se trata de una cuestión mucho más grave.
Pasamos a contarle de qué se trata este trastorno que puede tener diferentes orígenes y consecuencias de igual variedad.
Morderse las uñas puede ocurrir en situaciones de ansiedad o por inactividad. También puede acompañar a los trastornos obsesivos compulsivos (TOC).
Morderlas, a largo plazo, daña todas esas funciones. Este trastorno conocido como onicofagia acompaña a personas incluso durante años. Se trata de un hábito compulsivo, más frecuente en niños que en adultos, y puede ser una costumbre familiar.

“Puede ocurrir en situaciones de excitación, de ansiedad, de estrés, o en estados de aburrimiento o inactividad. Algunos lo consideran que es un signo que acompaña a un problema psicológico o psiquiátrico, que forma parte de los trastornos obsesivos compulsivos (TOC)”, explica en una entrevista con EL TIEMPO la doctora Lourdes Navarro, especialista de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
La onicofagia persistente puede causar un cambio en la morfología de los dedos, que se vuelven más afilados y, aunque menos habitual, la doctora Navarro mantiene que puede aparecer osteomielitis (infección) de la falange distal.
Las alteraciones a distancia son raras, según añade la también miembro de la Academia Europea de Dermatología, como la reabsorción de la raíz del diente debido a la fuerza del mordisqueo y a los daños en las encías. Sin embargo, pueden suceder.
“En los niños que se muerden muy repetitivamente las uñas se ha encontrado un aumento de enterobacterias en la flora bacteriana de la boca”, explica.
De acuerdo con la Clínica Dental, Dr. Silvestre Rangil, en el caso de los menores morderse las uñas de manera compulsiva y prolongada estropea los dientes y puede ocasionar un deterioro excesivo de los incisivos, erosionando su esmalte y causando microtraumatismos en estas piezas.

“En casos extremos los dientes llegan a astillarse, fracturarse, e incluso romperse”, señalan. Y agregan que, según estudios, existe una relación clara entre onicofabia y problemas mandibulares, concretamente en la articulación temporomandibular (ATM).
“Cuando esto ocurre como consecuencia del mordisqueo continuo, el paciente puede experimentar dificultad y dolor al masticar alimentos, además de molestias en cabeza, oído y mandíbula”, resaltan.
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