A siete décadas del fallecimiento de la artista mexicana más popular de América Latina en el siglo XX, se dieron a conocer diferentes aspectos de su vida cotidiana que no muchos sabían
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Frida Kahlo es una de las artistas más reconocidas no solo de América Latina, sino de todo el mundo. Su obra, brutalmente personal, retrató una y otra vez su rostro, su México y su fascinante vida. “Pinto mi propia realidad”, decía.
En los 47 años que vivió (1907-1954), Frida atravesó desde un terrible accidente de tránsito que destrozó su cuerpo y la dejó postrada por meses en una cama hasta la fama mundial que consiguió junto al amor de su vida, el muralista Diego Rivera, y que la llevó a rodearse de personajes como el revolucionario ruso León Trotski, el artista francés Marcel Duchamp y los miembros de la millonaria familia estadounidense Rockefeller.
“Todo el mundo sabía quiénes eran Frida y Diego; él era el artista más grande del mundo; ella, la sacerdotisa a veces rebelde de su templo”, describió Hayden Herrera en su libro Frida: una biografía de Frida Kahlo.
En los 70 años que han transcurrido desde su muerte, Frida ha seguido cosechando una audiencia mundial. Su rostro se ha estampado millones de veces en souvenirs, sus obras han dado la vuelta al mundo y se ha convertido incluso en un ícono feminista por haber desafiado los estereotipos y las normas de belleza que imponía la sociedad de su época. Estas son siete cosas que quizás no sabías sobre su vida:
1- Su ascendencia alemana
De que Frida Kahlo abrazó su identidad mexicana y la convirtió en uno de los temas centrales de su obra, no queda ninguna duda.
Sin embargo, su padre, Wilhelm Kahlo, más conocido como Guillermo Kahlo, era alemán (según Frida, de ascendencia judía y húngara). Era fotógrafo y pintor amateur. “Era un hombre de pocas palabras, cuyos silencios tenían una poderosa resonancia, y había en él un aura de amargura. Nunca se sintió realmente a gusto en México, y aunque estaba ansioso por ser aceptado como mexicano, nunca perdió su fuerte acento alemán”, cuenta sobre Guillermo Hayden Herrera en su biografía de Frida.
Frida lo describió en el retrato que pintó de él en 1952, apenas tres años antes de su muerte, como un hombre “valiente porque pareció durante 60 años epilepsia” que “luchó contra Hitler, con adoración”. La madre de Frida, Matilde Calderón, era oaxaqueña, de ascendencia española e indígena.
2- Cambió su nombre
Magdalena Carmen Frida Kahlo y Calderón era su nombre completo. Hasta finales de los años 30, lo escribió de la forma alemana, Frieda, derivado de Frieden, paz en alemán.
Con el ascenso del nazismo en Alemania, Frida dejó de usar la e en medio de su nombre. En su archivo personal, Frida firma a veces Frida Kahlo, a veces Frida Kahlo de Rivera, a veces Frida Rivera, e incluso como Carmen Rivera (el apellido Rivera, claro, tomado Diego).
3- Su (falsa) fecha de nacimiento
Algo que ha desconcertado a los estudiosos de la vida de Frida es que hay dos versiones sobre su fecha de nacimiento.
Frida decía que había nacido el 7 de julio de 1910, el mismo año que estalló la Revolución Mexicana. Es la fecha que indica la placa que está en su famosa casa azul en Coyoacán.
“Frida decía que había nacido con la Revolución Mexicana. Tenía la costumbre de quitarse tres años”, explica la historiadora del arte Julia Buenaventura. Era la forma que tenía para decir que había nacido con el México moderno, explica.
Según su registro de nacimiento, nació realmente el 6 de julio de 1907.
4- Se casó dos veces con Diego Rivera
Frida se casó no una sino dos veces con el famoso muralista Diego Rivera. Se conocieron en 1928, cuando Frida tenía 20 y empezaba a volver a tener una vida más o menos normal tras dos años luchando contra los estragos en su salud que le dejó el accidente. Diego tenía 41 y estaba casado con otra mujer.
Se casaron en 1929 en Coyoacán rodeados de unos pocos amigos. “Es el matrimonio entre un elefante y una paloma”, escribió Frida que le había dicho su madre al enterarse.
Fueron un matrimonio apasionado y tormentoso, en el que ambos sostuvieron relaciones con terceros. A finales de 1939, Frida y Diego decidieron divorciarse.
En los meses posteriores, la salud de Frida se deterioró rápidamente, Diego volvió a San Francisco a hacer un mural, y ocurrió el asesinato de Trotski, quien había sido muy cercano a la pareja, la cual incluso fue sospechosa del crimen. “Toda esa situación para mí, física y moralmente, fue algo que no puedo describir”, escribió Frida en una carta.
Frida decidió irse a San Francisco en busca de una segunda opinión médica y, claro, de Diego. “Vi a Diego, y eso me ayudó más que ninguna otra cosa”, contó la artista en la misma carta. “Me casaré con él de nuevo. Quiere que lo haga porque dice que me ama más que a cualquier otra chica. Estoy muy feliz”, concluyó.
Para volverse a casar, Frida puso como condición que se dividieran los gastos del hogar y que no tuvieran relaciones sexuales. Se casaron por segunda vez en diciembre de 1940, a un año de haberse divorciado.
5- Vivió en Estados Unidos
Siendo ambos comunistas, Diego y Frida viajaron a Estados Unidos en 1930. “Se van primero a San Francisco, después a Detroit y después a Nueva York”, le cuenta a BBC Mundo la historiadora del arte Julia Buenaventura. “Son los lugares donde a Diego le han comisionado los murales”, añade.
Para los años 30, Rivera se había convertido en uno de los artistas más famosos y admirados del mundo. Frida pintaba, pero el reconocimiento a su obra llegaría después. Su primera exposición fue en 1938 en Nueva York.
El periodo en que vivieron en EE.UU. coincidió con que “Frida comienza a intentar quedar embarazada, y entonces vienen los sucesivos abortos. Estaba en el hospital prácticamente siempre”, relata Buenaventura.
Por los daños que le causó su accidente, Frida no pudo concebir hijos. De su paso por EE.UU., quedó impregnado en la obra de Frida un interés por ese país y su relación con su natal México.
Además del “Autorretrato en la frontera entre México y Estados Unidos”, en el que contrasta el desarrollo industrial estadounidense con los símbolos prehispánicos mexicanos, en “Lo que el agua me dio”, de 1938, representa al Empire State (inaugurado pocos años antes) saliendo del volcán Popocatépetl. Frida y Diego volvieron a México a finales de 1933.
6. No siempre se vistió con vestidos mexicanos
Para muchos la imagen de Frida está asociada a sus trajes de tehuana hechos de coloridos tejidos, tradicionales de la región de Oaxaca. Pero la artista no siempre se vistió así.
La historiadora Julia Buenaventura cuenta que, como se ve en uno de sus autorretratos de 1926, en el que lleva un vestido de terciopelo rojo, la Frida joven se vestía al estilo francés, como las mujeres de su época y su clase. También hay varias fotos que la muestran vestida con trajes de varón durante su juventud.
Incluso, Guadalupe Rivera, quien era la esposa de Diego cuando Frida lo conoció, la describió como una flapper, como se llamaba a las mujeres modernas de los años 20 que solían llevar vestidos cortos y faja. “El vestido de tehuana se pone de moda después de la Revolución. Es un símbolo de la identidad mexicana”, explica Buenaventura.
“Llevar trajes de tehuana fue parte de la autocreación de Frida como una personalidad legendaria”, escribió Hayden Herrera en su biografía de la artista. Uno de los cuadros de Kahlo, “Allá cuelga mi vestido”, retrata justamente uno de sus trajes de tehuana, rodeado de una caótica Manhattan.
Quizás su obra más famosa, “Las dos Fridas”, también usa el vestido de tehuana para representar a la Frida exacerbadamente mexicana, en la que se convirtió en contraste con la Frida con raíces europeas de antes de conocer a Diego.
7- Sus inusuales mascotas
A lo largo de su vida, Frida tuvo dos monos araña, llamados Fulang-Chang y Caimito de Guayabal, un loro llamado Bonito, un cervatillo llamado Granizo, un águila llamada Gertrudis Caca Blanca, un perro sin pelo llamado Xoloti y varios animales más.
La artista estadounidense Marjorie Eaton describió sobre su visita a Diego y Frida en México en 1934: “Vine a almorzar, y de repente un mono araña se sentó en mi cabeza y me quitó la banana de mi mano”.
A varios de sus animales los incluyó en sus obras, generalmente como acompañantes en sus autorretratos. También, en “El venado herido”, Frida se pintó como un venado para representar el dolor y el sufrimiento que atravesaba por sus padecimientos de salud.
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