Cuanto más entrenado estés para detectarlas, podrás identificar las fallas en el pensamiento de los otros con más facilidad; también mejorará tu capacidad de pensar críticamente
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Si navegás por las redes sociales, sintonizás las noticias o simplemente planteás un tema candente a un conocido, es probable que, en cuestión de minutos, te encuentres en una trampa. Estas trampas son tan viejas que se remontan a la antigua Grecia. Se llaman falacias lógicas. En pocas palabras, una falacia lógica es un error en el razonamiento que, a pesar de no tener ninguna relación con el mérito real de una afirmación, puede (de manera muy confusa) hacer que esa afirmación parezca más convincente.
Usar una falacia lógica no significa necesariamente que alguien esté equivocado. Sin embargo, puede indicar un pensamiento y una lógica defectuosas si se usa sin intención, o un intento de manipular la verdad para que sea más persuasiva si se usa deliberadamente.
De cualquier manera, es una señal de alerta que debería generar más preguntas y debate. Esto incluye, crucialmente, tu propio modo de pensar y los argumentos con los que tendés a estar de acuerdo. Una vez que conocés las falacias lógicas, las verás en todas partes. ¿Por qué importa? Porque cuanto más entrenado estés para detectarlas, podrás identificar las fallas en el pensamiento de los otros con más facilidad y reorientar el diálogo hacia lo importante de la discusión. También mejorará tu capacidad de pensar críticamente.
Aquí te presentamos siete falacias a tener en cuenta. Algunas son errores de lógica (conocidas como falacias “formales”), mientras que otras tienen que ver con el mal uso del lenguaje y la evidencia (falacias “informales”), pero la consecuencia es siempre un argumento erróneo.
1. Apelar a la ignorancia
Esto ocurre cuando se interpreta que la falta de pruebas significa que una afirmación es real, en lugar de imponer la carga de la prueba a la persona que hace la afirmación. Es una falacia que comúnmente subraya los argumentos a favor de las teorías de la conspiración.
Preguntale a una de las más de 10 millones de personas que se estima que creen que las lagartijas gobiernan el mundo acerca de la evidencia que respalda su afirmación, por ejemplo, y podrían responder: “Bueno, estas lagartijas son demasiado inteligentes para dejar evidencia. ¡Esto es lo que hace que esta situación sea tan peligrosa! ¿Cómo podés estar seguro de que no es verdad?” Puede que terminés rascándote la cabeza, pero, con suerte, no será porque te convencieron: es porque te tendieron la trampa de la falacia de “apelar a la ignorancia”.
2. Ad hominem
Se trata de una falacia en la que se rechaza una afirmación sobre la base de un aspecto del carácter, la identidad, las motivaciones o incluso las relaciones que tiene una persona con los demás. Pensá en el profesional de la salud al que le dicen que solo recomienda vacunas porque deben ser un cómplice de las grandes farmacéuticas, o en las investigaciones de los científicos del clima que son descartadas basándose en que deben tener motivaciones ideológicas.
El tipo más obvio (y absurdo) de ad hominem, sin embargo, es el que no solo ataca a una persona en lugar de abordar su argumento, sino que persigue algo completamente irrelevante para el tema en cuestión, como un candidato político en un debate televisivo que dice que la elección de ropa, la destreza en el golf o el peinado de su oponente significan que no es posible que sea un buen líder.
3. Pendiente resbaladiza
Este es el argumento de que dar un paso o implementar una medida conducirá inevitablemente a medidas cada vez más drásticas, como un objeto que se desliza por una pendiente resbaladiza.
Es particularmente común en los debates sobre políticas. Pensá en el argumento que algunos opositores al matrimonio entre personas del mismo sexo esgrimieron contra su legalización en lugares como Estados Unidos o Europa.
En 2016, investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles descubrieron que muchas personas que estaban en contra de la política estaban persuadidas por el argumento de que conduciría a una mayor promiscuidad sexual en toda la sociedad y amenazaría su propia forma de vida.
Este argumento en particular es falaz porque, en lugar de debatir el cambio de política en sí (si el matrimonio entre personas del mismo sexo debería legalizarse), la política fue descartada por temor al resultado previsto (el colapso de la sociedad tradicional).
4. Falacia del hombre de paja o del espantapájaros
Esto lo veo todo el tiempo, especialmente en las redes sociales. Es cuando se tergiversa el argumento de la otra parte para hacerlo parecer más ridículo y, por tanto, fácil de derrotar. Pensá en alguien que presenta un argumento matizado de que el consumo excesivo de azúcar puede aumentar el riesgo de problemas de salud como enfermedades cardíacas.
Una respuesta utilizando esta falacia sería: “Oh, ¿y qué? ¿El azúcar está matando a todo el mundo y debería prohibirse? ¡Eso es absurdo!” Esto distorsiona el argumento original, haciéndolo más fácil de derrotar. Una forma de luchar contra esta falacia, así como de agudizar tu propio pensamiento, es probar con el método conocido como “hombre de acero”: presentá el argumento de tu oponente de la mejor manera posible (quizás incluso mejor que él mismo) antes de expresar por qué no estás de acuerdo.
5. Apelar a la autoridad
Este pernicioso argumento sostiene que las credenciales, la fama o la reputación de alguien por sí solas prueban que debe tener razón. Si las personas perciben a alguien como una autoridad, tienen un sesgo cognitivo innato que les hace asumir que tienen experiencia en todas las cosas (incluso en temas en los que no tienen experiencia).
Como muchas falacias lógicas, parece que podría o debería ser relevante: si alguien tiene credenciales y experiencia en un área determinada, ¿no debería ser más confiable su opinión sobre esa área? Para ser claros, debería serlo. Lo que hace que esto sea una falacia es cuando alguien acepta un argumento únicamente por quién es la persona, en lugar de por la evidencia o el razonamiento del argumento.
Más problemática aún es la versión conocida como “apelación a una autoridad irrelevante”. Nuestra tendencia a creer algo porque, digamos, una celebridad lo dice, incluso si no tiene ninguna experiencia en el tema en cuestión, una tendencia clásica en el mundo actual obsesionado con los influencers.
Pero, las “autoridades irrelevantes” no siempre son tan obvias. Tomemos como ejemplo los argumentos sobre el cambio climático, cuando los escépticos citan a alguien como un físico teórico como experto, a pesar de que la física teórica generalmente tiene muy poco que ver con la ciencia del clima.
6. Falsa dicotomía
Presentar un escenario complejo como si solo hubiera dos opciones, a menudo opuestas, en lugar de múltiples opciones. Pensá en esa famosa frase utilizada por el presidente George W. Bush poco después del 11 de septiembre: “O estás con nosotros o contra nosotros”. Esto implicaba para la comunidad internacional que solo había dos opciones: respaldar completamente a Estados Unidos, incluso en su invasión de Afganistán, o considerarse enemigos.
En realidad, por supuesto, había un espectro de otras opciones que las naciones podían tomar, y tipos de aliados (o enemigos) que podían ser.
7. Whataboutismo (también conocido como “y vos más” o “y que pasa con”)
A veces considerada como una especie de pista falsa (una falacia lógica que utiliza información no relacionada para desviar la atención de las fallas del argumento), el whataboutismo (una palabra tomada del inglés what about: y qué hay acerca de...) tiene como objetivo distraer la atención.
Describe cuando, normalmente, en respuesta a una acusación o una pregunta, alguien responde con su propia acusación. En una discusión con un compañero, por ejemplo, podrías decir: “Heriste mis sentimientos cuando hiciste tal cosa”. Una respuesta de whataboutism podría ser “¡Bueno, vos nunca sacás la basura!”.
En política, uno de los ejemplos más infames es cuando se acusa a Rusia de violaciones de derechos humanos y sus líderes responden: “Bueno, ¿y qué me decís de Occidente?”. Si bien esta falacia puede servir para ilustrar la hipocresía, se desvía del argumento original. Dos errores no hacen que algo sea correcto, pero un whataboutismo puede hacer que parezca que lo sea.
Comprender y detectar falacias lógicas como esta puede ser una forma realmente útil de pensar críticamente sobre lo que leés o ves, y de hacer que las conversaciones no se salgan del tema de la discusión. Sin embargo, como comenzamos esta nota hablando de matices, subrayemos: si alguien usa una falacia lógica, no significa necesariamente que su conclusión sea incorrecta. Esa, de hecho, sería otra falacia, y quizás mi favorita de todas: lel argumento ad logicam o argumento desde la falacia.
*Por Amanda Ruggeri
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