Una turbulenta historia se dio a conocer en los medios cuando una pareja se volvió a unir luego de casi cinco décadas separados
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Cuando tenía 9 años, Irene fue enviada a un nuevo albergue para menores en Sunderland, Inglaterra, el tercero en su corta vida. “Me mandaron porque mi madre murió cuando yo era muy pequeña”, explica Irene. Alan, que entonces tenía 7 años, la vio llegar desde la ventana de la casa. “Irene salió del auto y, al verla, algo se desencadenó”, relata.
“Fui a la puerta principal con las señoras que estaban a cargo e inmediatamente me ofrecí como voluntario para mostrarle el lugar”. Irene lo recuerda claramente: “Había un niño esperando en la puerta – siempre lo recordaré – y, simplemente, apenas lo vi comenzó nuestra amistad. Después de eso estuvimos juntos todo el tiempo”. Los unió haber perdido a sus madres y estar separados de sus hermanos.
“Tuvimos una gran conexión”, dice Irene. Y eso, en aquel momento, significaba “todo, sencillamente todo”. A los niños y niñas del albergue no les permitían hablar entre ellos ni jugar juntos, pero Irene y Alan nunca se separaron. “Hablabamos de cuánto nos habría gustado que nuestras madres estuvieran vivas, y nos preguntábamos dónde estaba el resto de nuestras familias”, cuenta Irene. “Solíamos ir a Bunny Hill, una colina que estaba cerca, a jugar; la pasábamos genial”. Íbamos a escondidas y volvíamos a casa separados, sin mirarnos”, recuerda. “Era muy difícil, pero lo que teníamos que hacer”.
Estar en el albergue de menores era como estar prisionero, dice Alan. Los momentos con Irene aportaban un marcado contraste: “Estar juntos era algo libre y abierto. Podríamos hablar entre nosotros sobre cualquier cosa”. Un día, en Bunny Hill, Alan le propuso matrimonio a Irene. “Recuerdo que le di un jacinto de los bosques y le dije: ‘Cuando seamos mayores, quiero casarme contigo, ¿te casarás conmigo?’ Y ella me miró y dijo: ‘Sí, pero tendrás que esperar un poco’”.
“Sabía que estábamos en serios problemas”
Cada verano, llevaban a los niños de viaje a Whitby, una ciudad costera en North Yorkshire, Inglaterra. En esa excursión, Alan e Irene decidieron dejar de lado la precaución y correr “como salvajes” juntos. Pero una de las encargadas del albergue los sorprendió en medio de una pelea de cosquillas. Su secreto había salido a la luz. Y las encargadas se enfurecieron.
“Sabía que nos habíamos metido en un gran problema”, admite Alan, “pero no teníamos idea de cuáles serían las consecuencias”. Fueron más severas de lo que ellos podían haber imaginado. A la mañana siguiente, cuando Irene fue a la escuela, “se llevaron a Alan”. Cuando preguntó dónde había ido, le dijeron que había sido adoptado.
Pero era una mentira. “Me metieron en un auto y me llevaron a toda velocidad al otro lado de la ciudad hasta otro albergue de menores”, relata Alan. “Fue una experiencia muy traumática... De repente me encontré de nuevo en un lugar extraño, con gente nueva y sin nadie con quien conectarme”. Recuerda sentirse culpable. ¿Cómo se sentiría Irene? ¿Le preocuparía haber hecho algo mal? Comenzó a escaparse del nuevo hogar y a tratar de encontrar el camino de regreso a donde estaba su amiga.
No tenía idea de cómo llegar allí, pero de alguna manera, finalmente, lo logró. En pleno invierno, esperó toda la noche en un refugio antiaéreo. Pero cuando fue a buscar a Irene a la parada de autobús a la mañana siguiente, la policía lo detuvo y se lo llevó. Sentía una “necesidad absoluta de ver a Irene”, pero cada vez que escapaba, lo arrastraban de regreso a la casa.
“Fue el mejor y el peor momento posible”
Años más tarde, la novia de Alan en ese momento mencionó a alguien en su gimnasio llamada Irene, quien había dicho que estuvo en el albergue de menores. “Me estremecí”, recuerda Alan, “y pensé, ¿será posible?”. Llevó a su compañera al gimnasio, asomó la cabeza y ahí estaba Irene. “Fue el mejor y el peor momento posible”, dice Alan.
Ambos estaban en una relación, incapaces de expresar cómo se sentían realmente al reunirse. Pero al mismo tiempo se sentían “desesperados” por estar juntos. “Quería salir corriendo con él y dejar mi trabajo, dejar todo y huir, pero no pude”, dice Irene. “Fue muy, muy difícil”, dice Alan, pero sabían que el momento no era el adecuado. “Teníamos que estar juntos al cien por cien y no queríamos que nada se interpusiera en el camino”. Y así se separaron, por segunda vez.
Alan se fue a Escocia por trabajo. Irene creyó que nunca lo volvería a ver. Pero un par de años después de ese encuentro en el gimnasio, ella lo vio. “Estaba conduciendo mi coche por la rotonda de la ciudad y vi a Alan”, dice Irene. “Fue emocionante, porque supe que había regresado. Y lo iba a buscar”. Durante tres meses se buscaron. Alan iba a las tiendas todos los días y pasaba una o dos horas deambulando, intentando encontrar a Irene.
“Todos los años desaparecieron”
A la 1 de la mañana del 10 de mayo de 2004, casi 45 años desde que se separaron por primera vez, Irene vio a Alan en la calle. “Grité su nombre. Y él, apenas me vio, corrió hacia mí, me levantó en el aire y empezó a gritar: ‘¡He amado a esta mujer toda mi vida!’ Era como si nunca jamás iba a volver a soltarme”. “Ese momento fue simplemente un torrente de emoción”, dice Alan. “Todos los años que habían pasado desaparecieron y volvimos a ser los dos niños en la colina”.
Gritando de la emoción le dijo: “¡Soy libre! ¡No estoy con nadie, podemos estar juntos!”. Abrazados, daban vueltas, gritando de felicidad ante una multitud asombrada. “Fue como si el mundo entero hubiera cambiado en ese momento. “Todo lo que habíamos pasado simplemente se desvaneció y dejó de tener sentido. Estábamos juntos de nuevo”, dice Alan. “Para siempre”, interviene Irene. “Para siempre esta vez”.
Cenaron juntos y “nos quedamos despiertos toda la noche, hablando de nuestras vidas y de lo que había sucedido desde que nos separamos”, cuenta Irene. “Y desde entonces nunca hemos dejado de hablar”, añade Alan. Una amistad de la infancia pronto se convirtió en una relación romántica. “Nos separamos en cierto sentido como amigos y familiares, pero cuando nos conocimos, fue amor”, dice Alan. “Tan pronto como la vi, me enamoré de ella al instante”.
En 2007 finalmente se casaron, casi cinco décadas después de la propuesta original de Alan en Bunny Hill. De luna de miel fueron a Whitby, el lugar donde los habían sorprendido para luego separarlos. “En realidad, era para vengarnos del sistema”, dice Irene. “Para decir que, a pesar de todo, nos encontramos y volvimos a estar juntos”. La vida es “hermosa” ahora, dice Irene. “Mi familia absolutamente adora a Alan”. Y el sentimiento es recíproco: “He encontrado una nueva familia”, dice su marido. “Ese día nos volvimos a encontrar, la sensación era la de estar en casa”, afirma. “Y eso lo es todo”, reafirma su esposa.
“Todavía nos divertimos mucho; nos hacemos reír el uno al otro. Es sencillamente el mejor momento de nuestras vidas”, dice Alan. “Es absolutamente maravilloso... Mi vida volvió a empezar el día en que nos volvimos a encontrar”.
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