La nueva vida de Gypsy Rose Blanchard, la joven que pasó ocho años presa por matar a su mamá
Su historia dio la vuelta al mundo cuando en 2015 se dio a conocer la verdad detrás del crimen que dejó en evidencia su tortuosa vida; con 31 años comenzó un nuevo camino
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“¡Esa perra está muerta!”, fue la publicación del 14 de junio de 2015 en Facebook en la cuenta de Dee Gyp Blancharde, que desentrañó uno de los casos criminales más resonantes en el mundo. La conmovedora historia de una madre e hija se convirtió en la inspiración de ficciones, documentales y libros. Intentar indagar el infierno que vivió una persona que la única salida que encontró fue asesinar, es el tema de interés. A casi diez años del hecho, esa asesina que se ganó la compasión de muchos volvió a ser noticia al recuperar su libertad el pasado 28 de diciembre y al mostrar la nueva vida que empieza a transitar a sus 31 años.
Puertas adentros de un hogar, el comportamiento familiar puede varias respecto a lo que se muestra frente al resto, que no pertenecen al círculo íntimo; es el sitio “seguro” donde se pueden guardar los más inocentes o escabrosos secretos, que permiten mantener esa imagen que se quiere mostrar. El caso de Gypsy Rose se puede enmarcar perfectamente en esta descripción, al dejar al descubierto el infierno que se puede vivir al lado de la persona que le dio la vida y que se mostraba como una madre ejemplar, pero en la intimidad de la convivencia la verdad era otra.
Nacida el 27 de julio de 1991 en Louisiana, Estados Unidos, Gypsy Rose hoy es una chica célebre en redes sociales, pero supo ser una niña con diagnósticos de enfermedades crónicas, una adolescente con una rebeldía oculta, una mente asesina y, finalmente, fue catalogada como la víctima que nadie esperaba que sea.
Sus padres, Clauddine “Dee Dee” Gyp y Rod Blanchard, apenas se conocían cuando supieron que tendrían una hija. Pese al gran cambio que esto significaba en sus vidas, decidieron formar su familia y contrajeron matrimonio. La unión duró apenas unos meses, por decisión de aquel joven de 18 años que supo que no quería continuar en pareja con la mujer de 24. Mantuvo su rol de padre con una manutención, y poco a poco la relación vincular se cortó, aunque recibía las novedades de su hija por parte de la madre de la pequeña. Spoiler: todas eran malas noticias.
Hasta sus primeros meses de vida, Gypsy era una niña “normal”, pero un día su madre descubrió que a la bebé le costaba conciliar el sueño, con sus conocimientos como asistente de enfermería determinó que no era una cuestión normal y esbozó la posibilidad de que padeciera apnea del sueño. Consultó a un profesional y confirmó su diagnóstico. Aquel momento fue el comienzo de una niñez llena de asistencias médicas, internaciones, tratamientos y una expectativa de vida muy corta, según Dee Gyp, en el relato que se cuenta en la serie The Act, una de las tantas adaptaciones que se hizo de esta historia.
Lo que comenzó con una apnea del sueño siguó con leucemia, distrofia muscular, convulsiones, deficiencias visuales, auditivas alteraciones cromosómicas y retraso madurativo, la lista de enfermedades que la joven madre afirmaba que padecía su hija. Ambas se convirtieron en símbolo de lucha de quienes las rodeaban. Este concepto se contagió en la sociedad en 2005, cuando madre e hija ganaron notoriedad en los medios de comunicación, al ser víctimas del huracán Katrina y perder sus pertenecías por el fenómeno natural. Las ayudas sociales que recibían se multiplicaron.
La asociación benéfica Habitat for Humanity en 2008 le construyó una casa en Springfield, Missouri, con todas las comodidades necesarias para que Gypsy pueda trasladarse con facilidad con su silla de ruedas. El barrio las recibió con calidez y solidaridad. Como solía suceder, la gente se apiadaba de esa niña calva, con imposibilidad para caminar y alimentarse, con una imagen frágil, pero que a pesar de sus dolencias, siempre devolvía una sonrisa.
El calvario de la niña más querida
Gypsy era fanática de las princesas de Disney, gracias a las donaciones cumplió su sueño de conocer los parques de la gran compañía de entretenimiento, que la ilusionaba con sus románticas historias. Usualmente, replicaba los vestuarios de aquellas figuras ficticias que la cautivaban, amaba hacerlo, o eso al menos era lo que decía su madre. Hoy todo es cuestionable. Es que dentro de su pintoresca casa de madera color rosa, la pequeña no hablaba con un tono infantil como lo hacia ante sus cercanos, no usaba sillas de ruedas y se negaba a que su madre le rapara la cabeza. Todo era una mentira.
Entrada la adolescencia, descubrió que consumir comida de forma oral no era una dificultad para ella, como le había dicho su madre al momento que fue sometida a una cirugía para la colocación de una sonda gástrica de alimentación. Tampoco estaba imposibilitada de caminar, las piernas le reaccionaban, aunque tenía prohido moverlas ante los médicos. El pelo le crecía -por eso su madre le había comenzado a suministrar un tratamiento para el cáncer para que eso no sucediera- y sentía sus capacidades acordes para ser una adolescente más que podía asistir a una secundaria, aunque en realidad ya era mayor de edad, pero no lo sabía ya que su tutora le había falsificado documentos.
Pero ese bienestar no era el que veía Dee Dee, quien le proporcionaba una gran cantidad de medicinas para apaciguar todas esas dolencias que la joven no sentía. Tal como en un principio convenció a la menor, lo hizo con los médicos, con quienes se enojaba si dudaban de su palabra y buscaba en otro profesional ser creíble, apelando a la lástima. La pérdida de sus pertenencias en el huracán fue su gran aliado frente a aquellos que visualizaron cierto cuestionamiento médico, ya que la historia clínica de la pequeña, desde su nacimiento, no existía.
Con el conocimiento de sus habilidades físicas, llegaron los castigos para la adolescente, quien buscaba sociabilizar y hasta generar vínculos amorosos, algo que llegó a concretar en ciertas convenciones de fanáticos de ficciones de todo tipo. Golpes y hasta ataduras en la cama fueron las respuestas de esa madre cuando descubrió los movimientos de su hija.
El día final de la relación madre e hija
Internet fue el lugar donde Gypsy encontró su espacio para encontrar a esa “príncipe” que soñaba tener. Mientras su madre, agotada por sus trajeados días, descansaba profundamente, la joven usaba su computadora para ingresar a una comunidad de citas de personas cristianas. Conoció a Nicholas Godejohn de Wisconsin. Separados por más de 1500 kilómetros, iniciaron un romance cibernético que duró dos años. Tuvieron un solo encuentro cara a cara, con el que determinaron que estaban enamorados.
Ese fue el momento para que los jóvenes decidiera que querían pasar sus vidas juntos. Pensaron en gritar su amor ante Dee Dee, pero por lógica especularon que no aceptaría esa relación. Para “librarse” de un calvario lleno de mentiras que la llevaron a tener cirugías innecesarias y convertir su cuerpo en un centro de batallas. La joven de entonces 24 años planeó el crimen de su madre. Los pasos a seguir que ideó eran sencillos y escalofriantes: Nicholas visitaría su casa por la noche y sorprendería a la mujer con una serie de puñaladas.
Ese momento llegó. Antes de acostarse, Gypsy dejó la puerta de la casa abierta, un cuchillo y guantes en la entrada. Su novio ingresó y le dio 17 puñaladas a su suegra. Acto seguido, abandonaron el hogar y huyeron a un hotel a pasar una noche de amor y celebración. Planearon comenzar su nueva vida en Missuri y partieron hacia la casa del joven, donde fueron recibidos por la madre de él. Allí el remordimiento comenzó a hacer lo suyo en la ahora liberada joven, quien abrió la cuenta de Facebook de su madre y escribió: “¡Esa perra está muerta!”. Tiempo después se conoció que este mensaje fue con el objetivo de que un conocido se alertara y descubriera el cuerpo en la casa. Eso sucedió.
Los enamorados fueron detenidos tras cinco días de investigación luego del hallazgo del cuerpo de la -por entonces- ejemplar madre. En un principio, la hija trató de desconocer lo sucedido y se mostró acongojada. Luego, asumió que se trató de un plan de asesinato y contó su verdad, que fue comprobada por los médicos: era una persona sana. En su cuerpo no había rastros de leucemia ni de ninguna de la larga lista de enfermedades que su mamá le adjudicó.
Su caso comenzó a resonar en todo el mundo. Desde entonces, la joven recobró aquella compasión por parte de la sociedad, al pasar a ser una víctima. Investigaciones determinaron que su madre padecía el trastorno de Munchausen por poder, que se desarrolla cuando el cuidador de un niño provoca o inventa síntomas de enfermedades en el menor. Dee dee lo habría hecho por 24 años.
Gypsy recibió una condena de diez años de prisión en el juicio realizado en 2016. Su novio, cadena perpetua por ser el autor del crimen y fue diagnosticado con trastorno de personalidad múltiple. Diversas asociaciones civiles pidieron una revisión de la condena al tratarse de una persona con una enfermedad mental. Aún sigue en prisión. Nunca más los enamorados volvieron a tener contacto.
Frente al letrado, la joven de entonces 24 años confesó cuál era su objetivo: “Quería liberarme de su control sobre mí”. Admitió que convenció a Nicholas para que lo ejecutara. Además, se mostró arrepentida por la muerte de su madre y reflexionó acerca de cómo debería haber actuado, siendo el pedido de ayuda el camino adecuado. Pese a su lógica en el pensamiento, cabe recordar que hasta el 14 de junio de 2015, era sumisa ante su cuidadora.
Libre, para una nueva vida
El 28 de diciembre de 2023, con el 85% del cumplimiento de su condena, la joven salió en libertad. Lo hizo como Gypsy-Rose Blanchard-Anderson, ya que en 2022 contrajo matrimonio con Ryan Anderson, un profesor de secundaria a quien conoció en 2020, cuando él le escribió una carta tras conocer su historia.
Además, la expresidiaria cuenta con el apoyo de su padre y madrastra, quienes la visitaron frecuentemente en la cárcel y fueron su gran sostén. Allí pudieron recomponer la relación que, supuestamente, Dee Dee impedía que se desarrolle.
En esta nueva era tecnológica que recibe a Gypsy, poco tardó en convertirse en viral e influencer tras su salida de la cárcel. Su primer video en TikTok superó las tres millones de reproducciones; en el clip se mostró con una constante sonrisa, con la que se expresó feliz por estar en libertad y agradeció el gran apoyo que recibe en redes sociales. Además, reveló que se instaló en Louisiana y que pronto lanzará su documental sobre sus vivencias en la cárcel y un libro con la misma temática.
Rápidamente, se adaptó al movimiento en las redes y sus videos con las tendencias del momento, como mostrar los looks que luce para ocasiones especiales, y sus publicaciones son todo un éxito. Ahora, comenzará un nuevo camino frente a los medios de comuncación, donde dará testimonio sobre su vida. Sana, soriente, con proyectos para el futuro y con el amor como bandera, hoy Gypsy vive sus días con felicidad, como tendría que haber sido desde el momento que nació.
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