La historia de la mole soviética de 400 metros de altura que fracasó ante el avance de Hitler
La idea de Stalin empezó a tomar forma en 1931 pero la invasión nazi modificó sus planes; qué pasó con los arquitectos a cargo
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En 1931, Iósif Stalin organizó un concurso internacional para diseñar el Palacio de los Soviéticos, el cual estaba destinado a convertirse en uno de los monumentos más importantes del mundo para su época. Con más de 400 metros de altura y diversas comodidades que eran consideradas un lujo para ese momento, el expresidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética se encargó de idear un proyecto que incluyó la presencia de un equipo de arquitectos liderado por Boris Iofan.
Dicha idea se pasó a papel en un documento que se conoció mucho tiempo después a que la idea fracase por el avance de Adolf Hitler sobre el territorio. “El brazo de la estatua que se extenderá sobre Moscú tendrá una longitud de casi 30 metros. El dedo índice medirá más de cuatro metros de largo. En un día claro y soleado, la estatua de Lenin será visible desde una distancia de decenas de kilómetros”, mencionaba un texto que se transformaría en una ilusión.
Con comodidades aptas para funcionarios de las altas esferas, Stalin pidió que dicha estructura cuente con un gran salón multiusos con capacidad para 20 mil personas y una piscina en las afueras que le diera un estilo vanguardista. A su vez, pidió ascensores, proyectores, salas para sus actividades diarias, purificadores de aire y un escenario para actos.
Toda esta puesta en escena se puso en marcha y el equipo de ingenieros trabajó a sol y sombra durante ocho años hasta que el estallido de la Segunda Guerra Mundial lo sacó de las prioridades del gobierno. La invasión alemana en el año 1941 -dos años después del comienzo de la batalla- cambió abruptamente los planes al punto tal de que se tuvo que desmantelar la estructura metálica para construir, en su reemplazo, barreras antitanques que sirvieron como un bastión para defenderse de los constantes ataques.
La curiosidad del caso y que lo hizo trascender fue que Boris Iofan envió a los ingenieros a luchar contra el ejército de Hitler. El propio arquitecto se dirigió a la zona de Sverdlovsk para encabezar los trabajos de proteger la zona y crear escuadrones que sirvieran para la batalla.
A raíz de esto último, la construcción del Palacio quedó en segundo plano: ya no era parte de la agenda de Stalin. A pesar de estar durante ocho años trabajando en una estructura metálica que le daría forma al proyecto final, Iofan desprotegió toda la zona que fue completamente modificada y solamente quedó en papeles un proyecto que iba a dar de qué hablar por sus magníficas comodidades.
En 1945, con el fin de la guerra, el interés de Stalin se diluyó por completo y decidió orientar los fondos públicos en otra misión: ocho rascacielos ubicados en Moscú. Sin embargo, los planos se hicieron públicos 15 años más tarde cuando el Presidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética, Nikita Jrushchov, mostró cómo era el “sueño original” antes de cambiar el rumbo y construir, en el mismo lugar, una pileta abierta durante todo el año llamada Moskva para que los habitantes puedan disfrutarla.
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