Esta conclusión se basa en un trabajo a cargo de la psicóloga estadounidense, quien dedicó su carrera a ayudar a sus pacientes a resolver todo tipo de problemas que surgen de las relaciones interpersonales
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En un mundo en el que la psicoterapia es cada vez más común, no es raro oír que alguien está viendo a un terapeuta para sanar tras una ruptura sentimental, arreglar algún malentendido con los hijos o lidiar con alguna relación complicada en el trabajo.
La terapia sirve en muchos casos para analizar bajo un prisma diferente nuestras actuales relaciones personales y profesionales, o las pasadas, prestándose especial atención a la relación con nuestros padres y a cómo esta, para bien o para mal, nos marcó para siempre.
Hay terapeutas, sin embargo, que creen que para entender mejor a un paciente, es necesario analizar a todo su círculo íntimo, especialmente a los hermanos. Este es el caso de la psicóloga estadounidense Karen Gail Lewis, quien dedicó su carrera a ayudar a sus pacientes a resolver todo tipo de problemas que surgen de las relaciones interpersonales.
Para Lewis, analizar la relación con nuestros hermanos puede ser más efectivo para saber por qué tenemos problemas relacionales y de comunicación con los demás. En la década de los 70, ella fue pionera en el naciente campo de la “terapia de familia” y enseñó sobre esta disciplina en centros tan prestigiosos como la Universidad John Hopkins, el Instituto Politécnico de Virginia y la Universidad Católica de Chile
En una conversación con BBC Mundo, explicó cómo sus estudios le enseñaron que las relaciones con los hermanos tienen un impacto profundo en las relaciones que mantenemos como adultos.
—Me llama mucho la atención el título de su libro Siblings: The Ghosts of Childhood That Haunt Your Clients’ Love and Work (Hermanos: los fantasmas de la niñez que persiguen la vida laboral y amorosa de tus clientes). En él establece una relación entre amor, trabajo y hermanos. ¿Cómo llega a esa conexión?
—Tenemos que empezar por lo más básico, que es decir que la relación entre hermanos es la primera relación de amor entre pares, porque hijos y padres tienen jerarquías distintas. En el caso del matrimonio, es también una relación entre pares, sin importar la edad de los esposos, así que esa niñez temprana -yo diría entre preescolar y el tercer grado- es como un laboratorio para aprender a lidiar con peleas o a negociar para pelear, para aprender a manejar los desbalances de poder que existen siempre entre pares. A mí me gusta pensar que la relación entre hermanos es como un primer matrimonio que te enseña - o no- a lidiar con todos los líos que van a surgir cuando estés en una relación amorosa.
—Pero, ¿cómo puede algo que me ocurrió con un hermano o hermana hace décadas seguir influyendo en mi vida de hoy?
Bueno, aquí tenemos que hablar de la ‘transferencia de hermanos’. Parte de esta relación temprana de amor en la niñez queda guardada en imágenes congeladas y roles cristalizados en nuestra memoria. Te voy a poner un ejemplo: mi hermano Doug y yo. Él tiene 84 ahora, y, en los momentos en los que no estaba siendo un hermano mayor maravilloso, que eran muchos, era malo. Nunca dañino, sino malo. Y tenía una mirada en particular que no puedo ni acordarme, pero cuando la veo, la identifico y esa imagen me devuelve a todas esas veces en las que vi esa imagen cuando niña.
Está congelada en el banco de mis memorias y, aunque ya no pasa tanto, durante nuestra vida nos pasaba que estábamos viviendo un gran momento y yo veía esa cara y pensaba que estaba molesto conmigo. Y era solo por verle la cara. Esas imágenes congeladas las podemos transferir a otras personas de nuestra vida y reaccionamos ante ellas como si ellos fueran nuestro hermano o hermana mayor.
—En ese caso, ¿cómo funciona la terapia de hermanos para eliminar esos recuerdos congelados?
Lo primero es que tenés que identificarlos. Y ayudar a los pacientes a que aprendan a reconocer cuando se están transportando a otro momento que no es el actual. Por ejemplo, preguntar cosas como: cuando vos y tu pareja o vos mejor amigo estaban peleando, ¿de qué edad te sentiste en ese momento?
Siempre tengo que hacer las preguntas teniendo en cuenta que yo soy la terapeuta y que, si existe el vínculo con los hermanos, hacer las preguntas correctas ayuda. En la mayoría de los casos, aunque no siempre, los hermanos están dispuestos a venir a las sesiones y con ellos presentes, es más fácil “retirar” la imagen congelada.
—Ese es el escenario ideal, ¿qué pasa cuando el hermano o hermana no asiste a la sesión?
Después de 53 años haciendo esto te digo que el escenario ideal pasa, aunque pocas veces. Pero, aún cuando el hermano o hermana no asiste a la sesión, también puedo ayudar a los pacientes con esa relación. Si el hermano o hermana no viene, le ayudo al paciente encontrar qué es eso que lo devuelve a esos momentos de la niñez, esos momentos en los que se siente como si tuviera entre 3 y 8 años. Trato de preguntarles si pueden responder de una manera distinta, así sea cuando el hermano o hermana en cuestión te esté dando órdenes o esté siendo antipático.
—Bueno, esto en el caso de relaciones individuales entre hermanos, pero, ¿qué pasa cuando son familias de 3 o más hermanos?
Totalmente, yo tiendo a hablar de parejas de hermanos porque es más fácil para dar ejemplos, pero traté casos de familias grandes. La más grande fueron 10 hermanos y hermanas. Hicimos una sesión virtual y tuve que poner a los 10 en una sola pantalla. Había una diferencia de 20 años entre el mayor y el más joven. Y lo que usualmente pasa es que hay unos que son los más intensos, a veces son dos, a veces son tres. Y muchas veces hay uno “malo” al que culpan de todos los problemas.
En el caso de una familia de 6 hermanos, por ejemplo, aparecen los pacificadores o los que no quieren meterse en la pelea, pero eso me obliga a incluirlos a todos en la conversación. Porque tenemos que entender que no existen los que tienen una perspectiva “desde afuera” en las dinámicas familiares. Ya sea que participes activa o pasivamente, siempre participás. Por lo general, los más activos toman la iniciativa, pero me toca darles espacio a los más callados porque el problema es del grupo en general y todos deben sentirse parte de la dinámica.
—¿Qué tan importante es el rol que juegan los padres en estas dinámicas que se generan entre hermanos?
—Yo siempre digo a hermanos y padres que hay que asumir que los padres lo hacen lo mejor que pueden, dada la experiencia que tuvieron ellos con sus padres. Pero, algo que encontré es que de las 10 principales causas de conflicto entre hermanos, 7 están relacionadas con los papás. Claro, están los casos en los que un niño es diferente y no es aceptado en su propia cultura o casos en los que el niño tiene un desorden neurológico, pero en 7 de cada 10 casos, los conflictos entre hermanos se explican por los padres.
La primera causa, la más obvia, el favoritismo y esto genera todo tipo de dinámicas: hay una ventaja de ser el favorito de tu mamá, pero tenés varias desventajas porque perdés el favoritismo tanto de tu papá como de tus hermanos. Y hay casos en los que algunos niños simplemente sienten que tienen desventajas porque no son el favorito de nadie, ni de papá, ni de mamá, ni de sus hermanos.
Los padres también explican que sus hijos no sepan discutir, porque muchas veces ellos no saben discutir y discuten de maneras poco productivas. Es cuando se ve que un niño aprende a lanzar un puño o un insulto antes que un argumento. Y hay otro factor que quisiera mencionar: la historia familiar. Tengo registrado un conflicto entre hermanos que se alargó durante cinco generaciones, porque las buenas y malas relaciones con los hermanos se pasan a los hijos.
—¿Alguna vez le recomienda a alguien acabar la relación con su hermano o hermana?
—Iba a decirte que no, pero la realidad es que sí, a veces tuve que decirlo. Una de las razones por las que escribí mi libro es porque debe haber más terapeutas haciendo terapia de hermanos, para que las personas que estén pensando en romper un vínculo con un hermano o hermana, puedan ver a alguien que las ayude a intentar salvar la relación antes de llegar a ese extremo.
Te puedo mencionar algunas opciones -de muchas- que se pueden intentar antes de romper el vínculo, como escribirle una carta al hermano a pidiendo su perspectiva frente a una situación o una carta expresando tus sentimientos. Incluso trabajé en casos en los que hubo abuso sexual en la niñez, en los que los hermanos cortan la relación, pero logran retomarla para poder al menos hablar sobre el abuso. Y hay veces en las que esas relaciones se arreglan.
Lo que también te puedo decir con certeza es que no siempre tengo éxito y muchas veces es porque hubo algo que no logré ver. Así que si intentas reconectarte con tus hermanos y fracasás, a lo mejor podés dejar que pasen uno o dos años, esperar a que su situación cambie, y volver a intentarlo.
—¿Tiene alguna recomendación que les quiera dar a nuestros lectores que tengan algún hermano o hermana con el que quieran reconectar pero no sepan cómo hacerlo o para alguien que solo quiera tener una mejor relación con sus hermanos?
—Claro que sí: por lo general, cuando los hermanos arreglan sus relaciones es porque hay al menos uno que quiere hacerlo. Le recomendaría a esa persona que empiece a hacer una lista de temas tabú, esos temas que nunca tocaría con su hermano o hermana en conflicto, y esa lista termina mostrando muchos de los problemas que tienen.
Les recomendaría que escojan uno no tan importante y que eviten tener discusiones en la casa de sus padres. Lo mejor sería reunirse en un sitio neutral, como un lugar público, en el cual no puedas gritar. Y a la hora de hablar, tratar de reconocer que tienen problemas y que podrían empezar solucionando uno, descubriendo de dónde viene.
No te pongas a la defensiva cuando alguien te diga algo y sientas la necesidad de explicarte. Una de las cosas más fascinantes de todo esto es que todo el mundo quiere ser escuchado pero para que alguien sea escuchado, alguien tiene que guardar silencio primero. Alguien tiene que tomar el paso de decir “yo escucharé primero y trataré de empatizar con tu experiencia”.
*Por Rafael Abuchaibe
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