Bruno Lemaitre realizó una investigación que fue seleccionada para los prestigiosos premios, pero no todo salió como esperaba; conoce su historia en esta nota
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La mayoría de la gente solo piensa en la mosca de la fruta cuando se le olvida comerse un pedazo de fruta que lleva madurando un par de días más de lo necesario. Pero, para el investigador francés Bruno Lemaitre, la mosca de la fruta fue una obsesión desde la primera vez que la vio bajo un microscopio.
“Cuando empecé en biología, por lo general estudiábamos células o moléculas, pero cuando tuve esta pequeña mosca bajo el microscopio, me pareció muy hermosa e interesante”, le contó al programa Outlook de la BBC.
Su obsesiva curiosidad por este insecto llevó a Lemaitre a hacer un importante descubrimiento científico: el de cómo unos genes, conocidos como receptores tipo toll, se encargan de identificar una infección en el cuerpo y activar la respuesta inmune para combatirla.
Como era de esperar, el descubrimiento generó revuelo en la comunidad científica y su trabajo terminó siendo seleccionado como merecedor del premio Nobel de Medicina en 2011. Pero, en vez de recibir el premio él, o de ser incluido como uno de los autores principales del trabajo, todo el mérito fue para la persona que redactó el estudio científico: el jefe de la unidad en la que trabajaba Lemaitre.
Hoy, Lemaitre se dedica a estudiar las personalidades narcisistas y escribió un libro titulado Un ensayo sobre la ciencia y el narcisismo, y dice que está en paz con lo que pasó. Pero, llegar a este punto no fue fácil.
Interés por todo
Lemaitre recuerda que de pequeño le hubiera encantado ser un enciclopedista: poder aprender todo lo que pudiera sobre el mundo que lo rodeaba. “Además tenía curiosidad por entender, el conocimiento científico me interesaba mucho. Al principio quería aprender todo sobre astronomía, física y biología. Pero en algún punto me di cuenta de que sería imposible, que me tenía que enfocar en una cosa y la mosca de la fruta fue el objeto de mi pasión”, dice Lemaitre.
Habiendo crecido siendo un niño tímido en una casa con muchos hermanos y hermanas, Lemaitre dice que pasó mucho tiempo coleccionando cosas, entre ellas insectos. “De alguna manera, mi pasión por los insectos me puso en contacto con otra gente y me dio cierto reconocimiento dentro de mi familia. Mis padres estaban orgullosos de mí, algunos amigos me decían que estaban fascinados con mi cuarto, que estaba lleno de piedras e insectos”. Su capacidad lo llevó a París, donde aprendió otras aristas de la ciencia.
“Lucha por poder”
Para el profesor Lemaitre, todavía es complicado hablar de lo que encontró cuando llegó a la ciudad de la luz: “¿Cómo lo digo? La estructura de la investigación en Francia y en las universidades francesas es relativamente complicada, con una gran cantidad de capas administrativas”.
“Descubrí que los profesores no necesariamente escogen a los mejores alumnos o que a menudo los profesores tenían a su esposa contratada en el laboratorio. Muchos casos de favoritismo. A lo mejor yo era muy sensible a eso pero rápidamente sentí que la investigación académica no era la simple búsqueda del conocimiento o tratar de hacer lo mejor”.
“Era una lucha por poder, por trabajos, por reconocimiento. De pronto fui un poco ingenuo cuando me encontré este aspecto tan humano en la investigación porque, después de todo, está en todas las dimensiones humanas y todas las comunidades”. En medio de ese ambiente, dio con un grupo de investigadores que necesitaba un pasante para colaborar con estudios de la mosca de la fruta.
Continuó ahondando en su nueva pasión, trabajando con el equipo del doctor Michael Ashburner, en la Universidad de Cambridge, y obtuvo su doctorado. Además, durante esta época conoció a su esposa, de origen libanés, y formó una familia, lo cual requirió que la búsqueda de su próximo trabajo se limitara a las cercanías de París.
De moscas y hombres
Existen unas 1500 especies de mosca Drosophila, a la que llamamos mosca de la fruta. Es un animal que evolucionó para beneficiarse de las frutas que nosotros cultivamos, y ha sido la estrella de diversos premios Nobel. Tanto así que la fundación del Nobel reconoce su papel: “La Drosophila melanogaster se usa en laboratorios alrededor del mundo y ha sido integral para el trabajo de muchos laureados del Nobel”.
“La Drosophila tiene muchas ventajas en el laboratorio. Tiene tiempos de generación cortos, y son fáciles y baratas de criar. De hecho, la Drosophila es tan fácil de reproducir que se han criado en un transbordador espacial para entender cómo el vuelo espacial podría afectar el sistema inmune humano”.
Cuando el profesor Lemaitre entró a trabajar a un pequeño laboratorio a las afueras de París, dirigido por el profesor Jules Hoffman, dice que “este estaba investigando el sistema inmune de las moscas, pero sin mirar el componente genético”.
“La genética era mi área de conocimiento y yo sabía que la genética había resultado muy poderosa para entender otras cuestiones. Así que me enamoré, me dije ‘aquí podés descubrir algo, podés encontrar un lugar para existir. Hay que entender que la ciencia siempre tiene un aspecto colectivo. Nunca serás la primera persona en trabajar en algo, y siempre habrá individuos que te influyan. Pero siempre hay lugar para un individuo que pueda compilar la información de una manera nueva. Para mí era entender cómo las moscas de la fruta respondían a las infecciones usando la genética”.
El descubrimiento
A pesar de que el laboratorio no tenía mucho reconocimiento, Lemaitre se contentaba con el gran atractivo que representaba para él estudiar cómo las moscas se defendían a sí mismas de una infección. Pero su primer año en el laboratorio estuvo lleno de fracasos “necesarios”.
Lemaitre cuenta que, durante esos meses de fracasos, el laboratorio perdió el interés en el equipo de genética y él quedó trabajando con un colega, muchas veces comentando descubrimientos entre ellos, sin necesariamente discutirlos con sus superiores.
Dice que el director del instituto, Hoffman, daba cierta autonomía a sus equipos y permanecía en viajes fuera de la ciudad consiguiendo fondos para el instituto. Pero, cuando Lemaitre descubrió que al remover los receptores toll de algunas moscas, sus sistemas inmunes dejaban de ser capaces de identificar una infección y perecían, se dio cuenta que había encontrado algo importante.
“Yo diría que en ese artículo yo jugué un papel de liderazgo. Hay que entender que el descubrimiento sobre los receptores toll no fue un momento ‘eureka’ en el que alguien vio cómo todo funcionaba desde el principio. Los toll fueron descubiertos por investigadores de Tubingen, en Alemania. La caracterización molecular la hizo una importante mujer en el campo llamada Catherine Anderson. Mi parte y la de mi equipo fue la de mostrar el rol de los toll en la respuesta inmune”.
Lemaitre le reportó los resultados al jefe del instituto, el doctor Hoffman, quien asumió la tarea de redactar la investigación dada su amplia experiencia con la comunidad científica.
“Al principio, yo escribí los resultados con la ayuda de mi colega, pero luego mi jefe, quien escribía mejor, jugó un rol más importante. Agradecí que cuando uno tiene problemas con la escritura, alguien pueda inyectarle algo de estilo al descubrimiento, eso es importante”. El estudio se publicó en una revista médica conocida como Cell.
El Nobel
Quince años después, el estudio sobre el rol de los toll en la respuesta inmune había abierto las puertas para que otros científicos empezaran a estudiar ese mecanismo en mamíferos. Lemaitre había salido del laboratorio de Hoffman para fundar el suyo propio y en la comunidad científica aún había incertidumbre sobre quién se llevaría el crédito por el descubrimiento del papel de los toll en el sistema inmune.
Fue cuando el Nobel anunció que el ganador del premio de Medicina era Jules Hoffman. “Hay que entender que estos premios Nobel tienen una faceta política. Al darle un Nobel a un trabajo sobre la mosca de la fruta, estaban validando el trabajo en el campo en el que me desempeñaba, así que sentí alivio cuando escuché sobre el premio”.
“Pero, al mismo tiempo estaba frustrado, herido. Yo sentía que había contribuido más que él y él había recibido el Nobel, a pesar de que él había ayudado a visibilizarlo y había contribuido con su conocimiento al desarrollo del laboratorio”.
El programa de Outlook se comunicó con Jules Hoffman, quien negó categóricamente haberse apropiado del trabajo de alguien más o de no haber estado involucrado de manera cercana al trabajo de Lemaitre. Al contrario, aseguró haberse alegrado cuando se enteró de los avances del científico y dijo que contaba con dos investigadores jefes que le ayudaban a mantenerse al tanto de lo que ocurría con sus más de 50 científicos.
Sobre los experimentos de las moscas, sí reconoció que habían sido directamente realizados por Lemaitre. De hecho, durante su discurso de aceptación del premio, Hoffman mencionó el nombre de Lemaitre, pero el científico dice que no fue suficiente.
La duda
Con el anuncio del premio, Lemaitre dice que empezó a recibir llamadas de apoyo de colegas, y recuerda una en especial. “Me contactó un inglés que me dijo que había sido asesor para el premio Nobel y me admitió que este premio había generado muchas dudas, que no todos estaban satisfechos con la nominación de Jules Hoffman, quien no siempre había sido visto como un investigador sino como una figura que daba visibilidad”.
“Me incentivó para que escribiera un blog en el que tratara de explicar mi contribución al proceso del descubrimiento. Publiqué el blog y fue una etapa muy estresante en mi vida. No tenía las fuerzas para reclamar la autoría completa, ya que varias personas habían recibido el crédito. Pero, lo escribí para revelar las realidades de la investigación”.
La publicación generó polémica en la comunidad científica y puso un punto final a las relaciones entre Hoffman y Lemaitre. Pero, para Lemaitre fue algo necesario. “Al final sí recibí algo de reconocimiento, soy profesor de una universidad en Suiza, pero hay algunos que no reciben ningún reconocimiento”, asegura Lemaitre.
Dice que haberse adentrado en el análisis psicológico de las personalidades narcisistas le trajo algo de entendimiento a la situación por la que pasó. “Cuando pasás por una experiencia así, necesitás explorar otras áreas de la ciencia, como la psicología, para entender mejor. Eso trae algo de paz. Y recibí parte de mi reconocimiento a pesar de mi frustración”.
Aunque como buen científico, dice que se queda con la duda de lo que hubiera pasado si hubiera actuado de otra manera: “Siempre me pregunté algo: si la actitud normal de alguien en mi posición hubiera sido aceptar con modestia que el jefe se lleve todo el reconocimiento y esperar mi turno. Me sentí bien, pero pude haber terminado pagando el precio. Quién sabe”.
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