Hallaron un castillo del siglo XIV enterrado: tenía partes intactas y hasta la fosa con agua
El hecho sucedió en la ciudad francesa de Vannes; mientras los obreros excavaban el patio del terreno de un museo, dieron con la construcción
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Desde el Instituto Nacional Francés de Investigaciones Arqueológicas Preventivas (INRAP) anunciaron el sorprendente hallazgo del famoso castillo de l’Hermine, enterrado a varios metros de la superficie. En medio de una excavación para expandir el futuro Museo de Bellas Artes de la ciudad de Vannes, los obreros se toparon con una mega estructura del siglo XIV que guardaba en su interior una joya impensada.
Francia es testigo de importantes descubrimientos arqueológicos. A lo largo y ancho de su territorio, decenas de objetos de siglos pasados dan cuenta de la riqueza histórica de ese país. Desde dinosaurios hasta importantes rastros de civilizaciones previas al imperio romano se hicieron presentes en el último tiempo.
El reciente descubrimiento tuvo lugar en el actual patio del hotel Lagorce, que pronto será cedido para el espacio cultural. Si bien en 2021 se marcó aquel sitio como posible yacimiento arqueológico, el trabajo profundo inició en febrero y marzo de este año. Bajo cuatro metros aún persisten las paredes de lo que antiguamente fue un castillo medieval que sobrevivió al paso del tiempo e, incluso, soportó el peso de las edificaciones aledañas.
Según explicaron los expertos, el modelo de la construcción se levantó con el estilo de “casa porche”, muy valorado en la época y que se puso de moda en el siglo XIV. Esta misma combinó torres con funciones defensivas y chimeneas con un propósito residencial.
Esta residencia midió 42 metros de largo por 17 metros de ancho y sus muros tuvieron un espesor que dejó atónitos a los expertos, de 5,60 metros. Entre otras disposiciones, encontraron una escalera ceremonial perfectamente conservada, un núcleo decorado con tres escalones y una ventana con amortiguación.
Lo cierto es que, según describieron los arqueólogos, este castillo cuenta con letrinas y un conjunto de tuberías de drenaje. Al parecer, su impronta era la de un típico castillo de cuentos, el cual estaba rodeado de agua. Se especula con que tuvo entre tres y cuatro pisos de alto y los desechos se despedían hacia un foso exterior.
En tanto, la joya oculta de esta importante residencia se ubicó en el molino propio que poseía dentro de la estructura, el cual proveía a la familia de un procesador de granos directo. Por debajo de la mansión, hay rastros del paso de un canal que era abastecido por el arroyo Marle que impulsaba la rueda. Junto a él, aparecieron amarres y enganches metálicos, como así también una reja de hierro.
En la entrada al castillo, se encuentra una fosa que lo separa del resto de la ciudad, por lo que se cree que para entrar era necesario hacerlo por un puente, única vía de ingreso.
Asimismo, en las piedras que conforman los muros hay marcas de los trabajadores que los levantaron. Esta construcción se hizo en una sola fase, por lo que demuestra el poderío económico de la familia. Los restos aseguran que fue construido por el duque de Bretaña, Juan IV, en 1380.
“Rescataron numerosos objetos relacionados con la vida cotidiana del castillo: monedas, joyas, utensilios de cocina [ollas, sartenes, sartenes, etc.] que datan de los siglos XV y XVI. Pero también varios elementos de madera como cuencos y fragmentos de barriles, que se conservaron gracias a la humedad del ambiente”, remarcó el INRAP.
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