Marcia Zug, profesora de Derecho Familiar en la Universidad de Carolina del Sur, Estados Unidos, hace un análisis a partir de esta pregunta
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“Primero viene el amor, luego el matrimonio”, dice en inglés una conocida copla infantil. Sin embargo, la idea de que el amor es la razón más importante para casarse está siendo cada vez más atacada.
Analistas y legisladores republicanos en Estados Unidos estuvieron limitando la opción del llamado divorcio sin culpa, cuestionando el concepto de que el desamor es una razón válida para terminar un matrimonio.
Desde mi punto de vista como profesora de Derecho Familiar, sé que esas opiniones no son nuevas. La actriz Zsa Zsa Gabor [famosa por sus nueve matrimonios] una vez apuntó: “Divorciarte simplemente porque ya no amas un hombre es casi tan ridículo como casarte porque lo amas”. Aunque probablemente Gabor estaba bromeando, el ataque de los republicanos conservadores contra el divorcio es en serio.
Una historia del divorcio en EE.UU.
Durante casi toda la historia de EEUU., lograr un divorcio fue difícil. Muchos estados lo prohibían completamente, mientras que otros lo permitían solo en circunstancias limitadas; típicamente por crueldad, abandono o adulterio. Las desdichadas parejas casadas que no pudieran probar esas “culpas” estaban efectivamente atrapadas.
Luego, en 1969, California se convirtió en el primer estado en permitir el divorcio sin culpa, lo que significaba que un cónyuge podía obtener el divorcio simplemente solicitándolo, sin tener que probar primero que su pareja había hecho algo malo.
Después de que California promulgó el divorcio sin culpa, el resto de los estados pronto siguieron la pauta. Para 1977, 47 estados permitían el divorcio sin culpa y, para 1985, todos los 50 estados contemplaban algún tipo de divorcio sin culpa. Pero, ahora, casi 50 años después, el divorcio sin culpa está bajo creciente ataque.
El tema obtuvo nueva atención nacional en 2023, cuando Steven Crowder, un comentarista conservador que se jacta de sus puntos de vista “provocadores”, expresó indignación y desconcierto porque su esposa se divorciara de él sin su consentimiento. Él no es el único que manifiesta esas críticas: el divorcio se convirtió en un tema candente entre muchos legisladores de los estados controlados por republicanos.
Más recientemente, en enero de 2024, el senador estatal republicano de Oklahoma Dusty Deevers lanzó una propuesta de ley para eliminar el divorcio sin culpa y sugirió “avergonzar públicamente” a los cónyuges que cometen actos culpables en el matrimonio y luego se divorcian.
La restricción del divorcio sin culpa también es parte de las plataformas políticas del Partido Republicano en Texas y Nebraska, y fue objeto de debate entre legisladores de Luisiana. La facilidad para divorciarse a pesar de lo que la otra parte desea es la esencia del divorcio sin culpa.
Creo que es alarmante que esté bajo ataque. No obstante, la idea de que el desamor es una razón válida para divorciarse es una presunción que debía cuestionarse. Está basada en la idea de que el amor es el propósito del matrimonio, y eso es de por sí debatible.
¿Para qué sirve el matrimonio, en todo caso?
El matrimonio es un estado legal que confiere derechos y beneficios importantes a los casados, y estos derechos y beneficios no tienen nada que ver con el amor. De hecho, el propósito de estas ventajas es darles a las parejas razones no amorosas para casarse.
La idea es que los beneficios sociales del matrimonio son tan significativos que incentivar el matrimonio, o llanamente pagarle a las personas para que se casen, es justificable. Para tener un ejemplo de este análisis de costo-beneficio, consideremos el debate político sobre si los niños están mejor criados por una pareja casada.
En su reciente libro The Two-Parent Privilege: How Americans Stopped Getting Married and started Falling Behind (El privilegio biparental: cómo los estadounidenses dejaron de casarse y empezaron a quedar rezagados), la profesora de economía Melissa Kearney arguye que esta ventaja es significativa y amplia.
No sorprende que el trabajo de Kearney haya sido recibido con entusiasmo por defensores del matrimonio y reforzó la longeva discusión sobre cómo promover más el matrimonio. Si a los niños les va mejor siendo criados por una pareja casada, es comprensible que el gobierno promulgue leyes y políticas que promuevan el matrimonio. También explica por qué el gobierno quisiera buscar cómo limitar el divorcio. Esta es una perspectiva puramente instrumental del matrimonio, y una que hubiera sido muy común para los estadounidenses de los siglox XVIII y XIX.
Durante la mayoría de la historia de EE.UU., el matrimonio fue descaradamente transaccional. Las leyes garantizaban esencialmente que la mayoría de hombres y mujeres se casarían; el amor no tenía nada que ver con eso.
El “acuerdo marital”
Los historiadores se refieren a casarse por los beneficios legales y económicos como el “acuerdo marital”. Sin embargo, a finales del siglo XIX, la aceptación de la naturaleza transaccional del acuerdo marital empezó a menguar y, públicamente, los hombres y las mujeres empezaron a declarar que el amor era el propósito del matrimonio.
Como escribe la historiadora Nancy Cott en su libro Public Vows (Votos públicos), al entrar el siglo XX, la cultura estadounidense había “colocado el amor y el dinero en lados opuestos de la calle”.
Mi libro, You’ll Do: A History of Marrying for Reasons Other than Love (Me bastas: una historia de las razones para casarse fuera del amor), también explora esta historia y muestra cómo los estadounidenses pasaron de alentar el acuerdo marital a verlo como algo dañino, tanto para las parejas como la institución del matrimonio en general.
A pesar de la opinión pública de que la única razón para casarse es el amor, la ley lo aborda de una manera más práctica, reconociendo que el amor por sí solo puede no ser suficiente para llevar a las parejas ante el altar. Por eso continúa alentando el matrimonio por razones instrumentales, con beneficios que van desde créditos impositivos y migración preferencial hasta la defensa en el derecho criminal.
Cuando el matrimonio era un acuerdo claro de intercambio, los beneficios de esa unión eran obvios. Como el aviso clasificado marital del siglo XIX: “Hombre con granja busca mujer con tractor”, cada parte sabía exactamente lo que recibiría.
Ahora, el propósito del matrimonio es menos claro. Creo que las medidas para eliminar el divorcio sin culpa es simplemente el síntoma más reciente de esta confusión con respecto a los objetivos del matrimonio.
Si el matrimonio tiene que ver con el amor, entonces el desamor debería ser la razón por antonomasia para divorciarse. Sin embargo, si el matrimonio es un contrato para obtener beneficios, entonces no sorprende que Crowder y otros críticos del divorcio sin culpa están tan airados de que pueda ser disuelto unilateralmente.
Aunque la presión para eliminar el divorcio sin culpa es presentado como una lucha sobre el propósito del divorcio, en realidad es una lucha sobre el significado del matrimonio.
*Por Marcia Zug. Profesora de Derecho Familiar en la Universidad de Carolina del Sur, Estados Unidos. Su artículo original fue publicado en The Conversation.
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