Fue creado por el botánico Akira Miyawaki, quien dedicó su vida a estudiar la vegetación de Japón y desarrolló herramientas que revolucionaron la práctica de la forestación a nivel mundial
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“Chinju-no-mori”. La expresión describe a los bosques sagrados cercanos a los templos japoneses y se podría decir que fue una de las inspiraciones de la carrera del aclamado botánico Akira Miyawaki (1928-2021).
El doctor en Ciencias, nacido en una zona montañosa en Okayama, en el oeste de Japón, se convirtió en una eminencia de la ecología, un mundo que lo apasionó hasta su último día de vida, al desarrollar un sistema que dio la vuelta al mundo y contribuyó en la recuperación de la biodiversidad en distintas latitudes: el Método Miyawaki.
El biólogo japonés dedicó su vida a estudiar la vegetación de Japón -publicando los 10 volúmenes de Vegetation of Japan-, a la vez que desarrolló herramientas que revolucionarían la práctica de la forestación a nivel mundial. En BBC Mundo te contamos quién fue este personaje, de qué se trata su método y cómo sigue inspirando a nivel global la lucha por la protección de la biodiversidad y el medio ambiente.
La filosofía Miyawaki
“No deseo nada más que crear el bosque de la vida, la base para la supervivencia de todas las formas de vida de la Tierra y la clave para el desarrollo humano, con los ciudadanos de Japón, el resto de Asia y todo el mundo. Me gustaría hacer realidad este sueño. Plantemos árboles juntos, desde debajo de nuestros pies, hacia el mundo”. Las palabras las escribió el botánico en 2006. Por esos días recibía el Blue Planet Prize, galardón de reconocimiento internacional que destaca las contribuciones excepcionales a la protección del medio ambiente a nivel global.
En ese momento, Miyawaki ya tenía 78 años y había plantado 30 millones de árboles y realizado trabajo científico en bosques y ciudades de 38 países alrededor del mundo. Muchos años antes, había llegado a la ecología por accidente.
“Dejé la escuela primaria a finales de los años treinta, en medio de una guerra desastrosa. Mis hermanos se fueron a la guerra y mi padre decidió que yo, el menor de los cuatro, me hiciera cargo de la granja familiar. Sin embargo, quizás porque pensó que yo no estaría a la altura de las duras tareas agrícolas, ya que era un tipo más bien débil y perezoso, me envió a la Escuela Superior de Agricultura y Silvicultura de Niimi”, relató en un ensayo al recibir el premio.
Los estudios académicos se volvieron más interesantes para él cuando entró a la escuela secundaria de agricultura, y cuando, poco después de los bombardeos sobre la capital nipona durante la Segunda Guerra Mundial, dio el examen para estudiar en la Escuela Superior de Agricultura y Silvicultura de Tokio. Luego ingresaría a la Universidad de Hiroshima para estudiar biología. Ahí fue donde le surgió un interés extraño para el campo de estudio: las malezas.
La rama interesaba a pocos. “Las malas hierbas están en la frontera de la ciencia y la agricultura”, le dijo su profesor, Yoshio Horikawa, cuando Miyawaki decidió hacer su tesis en el estudio de esa vegetación. Pero, al botánico no le importó y dedicó gran parte de los inicios de su carrera a investigarlas.
Irónicamente, el estudio de las malezas fue lo que lo llevaría a entender la ecología como la entendió y a, luego, desarrollar su revolucionario sistema de restauración de bosques nativos en áreas degradadas; sus investigaciones llamaron la atención de Reinhold Tüxen, entonces director del Instituto Federal de Cartografía de la Vegetación de Alemania. Con apoyo financiero del Gobierno germánico y otras organizaciones, entre 1956 y 1958, el japonés pudo profundizar sus conocimientos y elaborar lo que luego se transformaría en el Método Miyawaki.
Su método
Con la investigación que inició bajo el alero de Tüxen en Alemania, y ya de vuelta en Japón, Miyawaki logró demostrar que mediante la plantación densa de vegetación endémica era posible restaurar la biodiversidad de los ecosistemas diez veces más rápido que con métodos tradicionales.
La base del Método Miyawaki está en el concepto de vegetación natural potencial. En simple, se trata de una proyección -con las condiciones climáticas y ecológicas del momento de la medición- de las especies nativas que podrían proliferar en una zona específica si no hubiese intervención humana.
El método desarrollado por el botánico japonés, apunta a la creación de bosques, ya sea en zonas urbanas o degradadas, privilegiando el uso de estas especies nativas, las que -en conjunto- crean comunidades forestales diversas que permiten recuperar o reforzar su biodiversidad. La rapidez con la que crecen estas especies y su resiliencia, además, permiten disminuir las temperaturas de sus entornos y captar gases de efecto invernadero, desempeñando un papel fundamental en la mitigación de la crisis climática actual.
Para llegar a esa conclusión, Miyawaki recopiló por años datos sobre las especies endémicas de Japón, generando mapas de la vegetación existente en ese momento y también de la potencial. Ese mapeo sigue siendo útil como modelo de restauración de hábitats degradados en todo el mundo. El Método Miyawaki llegó a distintas latitudes, con varias experiencias exitosas, en Asia, Europa, Estados Unidos y América Latina.
Bosques Miyawaki, en Chile, buscó democratizar el método y explica así sus pasos: 1. Conocer la estructura del suelo y determinar la biomasa; 2. Seleccionar árboles nativos para la plantación; 3. Diseñar el bosque; 4. Preparación del área que se va a plantar; 5. Plantar los árboles seleccionados y 6. Cuidar el bosque por al menos dos años.
Una de las cuestiones más relevantes para Miyawaki, y que también promueven sus seguidores alrededor del mundo, es el rol de las comunidades en el proceso de plantación y cuidado de los bosques.
La vuelta al mundo
Uno de los primeros proyectos de Miyawaki se lo encargó la Nippon Steel Corporation. La empresa metalúrgica buscaba reforestar los alrededores de una de sus plantas en Oita y le confió la misión. El resultado fue sorprendente y cimentó las bases para que la compañía siguiera financiando proyectos similares alrededor de Japón. Una de las críticas que se le hizo en su época al botánico justamente apuntaba a su colaboración con grandes multinacionales, las que a fines del siglo pasado buscaban amilanar el impacto que estaba teniendo en su imagen pública el daño al medio ambiente asociado a sus operaciones.
Pero, Miyawaki siempre dijo que sus colaboraciones solo fueron con aquellos que estaban realmente comprometidos con la recuperación de la biodiversidad. “Siempre respondí que no ayudaría plantando vegetación como una forma temporal de camuflaje”, dijo en 2006, al momento de recibir el Blue Planet Prize, ocasión en la que también recordó sus contribuciones con Mitsubishi.
En América Latina; México, Brasil y Chile, entre otros, tomaron la herencia del científico para incentivar la biodiversidad en zonas urbanas o recuperarlas en zonas degradadas.
Las experiencias de Brasil, Chile y México
El Método Miyawaki fue implementado en Brasil en los 90 por el propio botánico, quien estudió por más de un año la Amazonía de ese país. En uno de los proyectos, relató en 2006, plantó junto a decenas de voluntarios más de 20 especies de árboles altos en la zona. El método se siguió utilizando en Brasil para regenerar fragmentos como la Mata Atlántica, hoy altamente degradada.
La semilla que plantó el botánico también llegó a Chile, país donde desde hace años se viene utilizando este método en zonas urbanas y rurales para recuperar biodiversidad. En la capital del país, Santiago, la Gobernación Metropolitana está impulsando una licitación para implementar 33 bosques de bolsillo, con la herencia Miyawaki, en distintas comunas. Asimismo, mediante el Programa Brotar, en diciembre de 2023, se plantaron 600 especies en 150 metros cuadrados, bajo el método del botánico japonés en los jardines de la Universidad de Santiago de Chile.
México no fue la excepción. El proyecto de mini bosques urbanos también se ha desarrollado en su capital, además de otras experiencias en Talplan, Xochimilco, Monterrey y Puebla. El método también se aplicó a nivel de escuelas para concientizar a los niños sobre la crisis climática y la importancia que tiene para el futuro del planeta algo tan simple como plantar árboles.
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