El legado oculto de La Cumbrecita: los orígenes familiares que dieron forma al pueblo alpino de las Sierras de Córdoba
Es uno de los principales puntos turísticos de la provincia, pero poco se sabe sobre sus raíces, que tienen una gran importa europea en su creación y diseño
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La Cumbrecita es un pueblo de ensueño ubicado en Córdoba, en el que viven aproximadamente entre 1.300 a 1.400 habitantes. Una de las cualidades de su encanto es que es peatonal, no se permite recorrerlo en vehículo, por lo que su atractivo yace en lo simple. Hay quienes dicen que visitarlo es como un viaje al pasado, plan ideal para aquellos que buscan desconectar de la rutina. Es un lugar que trabaja en la sustentabilidad y sus hogares cuentan con compos y prácticas de bajo impacto. Sin embargo, pocos conocen su verdadera historia, que tiene un profundo trasfondo emotivo, relacionado con la familia y los orígenes.
Actualmente, funciona como un centro turístico, se encuentra a 120 kilómetros de la ciudad de Córdoba y a 36 de Villa General Belgrano. Por su belleza natural y atracciones, dado que es un faldeo oriental de las Sierras Grandes cordobesas, a 1.350 metros sobre el nivel del mar, se caracteriza como uno de los pueblos más relevantes a nivel turismo.
La historia del pueblo argentino con inspiración europea
Todo comenzó con Helmut Cabjolsky, quien nació el 10 de febrero de 1892 en la ciudad de Berlín, Alemania. Allí, estudió Ingeniería Mecánica Electricista y se doctoró en la T. H. Al tiempo, comenzó la carrera de Ciencias Económicas, pero tuvo que interrumpir las clases por el inicio de la Primera Guerra Mundial. Después de la contienda, terminó sus estudios y consiguió su segundo título.
Arribó a Buenos Aires en 1932, luego de asumir la gerencia de Siemens, momento en que se mudó al país con su mujer y sus dos hijos, Helmut y Klaus. En ese marco, un francés de apellido Menville le ofreció un campo de 500 hectáreas en Córdoba. De inmediato, él y su esposa quedaron fascinados con el lugar, que les pareció ideal para construir una casa de veraneo durante su estadía en el país.
Ese mismo año, fueron enviados en carpa Federico y Enrique, hermanos de Hedwing, la esposa de Helmut, para comenzar la forestación y construir un camino de acceso. A principios de 1935, se inició la primera construcción de lo que es hoy el Hotel Cumbrecita. Eran solo ocho habitaciones para disfrutar vacaciones o fines de semana en familia o con amigos. La dirección de esta obra estaba a cargo del arquitecto Hans Lömpel y a la estructura se la denominó Haus Berchtesgaden. El profesional también dirigió la construcción de la segunda casa, denominada Partenkirchen (hoy Carpe Diem), mientras que la tercera edificación estuvo a cargo del arquitecto Behrend, y la llamaron Hochstein.
El cambio de planes que marcó la historia
En esos tiempos, Cabjolsky financió desde Buenos Aires los gastos ocasionados por las distintas obras, desde el camino de acceso y las calles internas, hasta la forestación, entre otros gastos. De todas formas, algo hizo que cambie el orden de sus propiedades, dado que en 1938 rompió relaciones con la empresa Siemens por motivos políticos y se incorporó a C.A.D.E. (Compañía Argentina de Electricidad), que luego pasó a llamarse S.E.G.B.A. (Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires).
Luego de este importante cambio de vida, ya con la idea de instalarse en Argentina formalmente, decidió comenzar a proyectar a La Cumbrecita como un lugar turístico estilo tirolés: “Un pueblo alpino en la Sierra Grande de Córdoba”. Intentó poner el foco en replicar, de alguna manera, su lugar de nacimiento, para que los argentinos puedan conocer ese sitio y él, por su parte, sentirse más cerca de casa.
Allí fue cuando comenzó el loteo, provisión de agua y demás construcciones para los interesados. Poco a poco se fueron sumando más familias a poblar La Cumbrecita, momento en que el espacio comenzó a tomar la forma de lo que es hoy. En el año 1953, el Dr. Cabjolsky se trasladó al pueblo para continuar con el proyecto turístico y gozar de su jubilación.
Cómo se vive en La Cumbrecita en la actualidad
En el pueblo, los plásticos, vidrios y metales se reciclan en una planta a pocos kilómetros. Lo orgánico es puesto en el jardín de cada casa, donde sus habitantes, que aprendieron la técnica en la secundaria local, tienen mecanismos para crear compos, que luego le aplican a sus huertas. Con respecto a la energía, se espera que en poco tiempo se pueda abastecer de energía renovable por la planta fotovoltaica que está próxima a ponerse en funcionamiento.
La comunidad cuenta con una planta de tratamiento cloacal, así como el arroyo Almbach, un cristalino afluente que se añade a otras actividades al aire libre que frecuentan los turistas. Asimismo, al ser parte de una reserva natural, los códigos de zonificación y edificación son muy estrictos: en busca de mantener la calma y el paisaje natural, por ejemplo, los lotes deben ser de mínimo 2.000 metros cuadrados.
Adicionalmente, reciben a más de 500 mil turistas al año, que aprovechan para conocer el lugar y hospedarse en los hoteles del pueblo. El turismo es uno de los pilares fundamentales de ingresos, por lo que hay un sinfín de actividades para hacer, desde propuestas gastronómicas hasta de turismo aventura.
Gracias al dinero recaudado realizan: recolección, separación en origen y tratamiento de la basura generada y de los líquidos cloacales. Cuentan también con la presencia de dos ambulancias y médicos a disposición de los visitantes, transporte a las playas de estacionamiento más alejadas, baños públicos en el centro cívico y la terminal, seguro de responsabilidad civil para los vehículos, planos de información turística actualizados y guarda pesca. Además, poseen un equipo de más de 30 personas en época de mayor afluencia de público para asistirlos.
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