Dime cómo enfrentas la realidad, y te diré qué clase de persona eres
Cada uno tiene diferentes formas de enfrentar lo que le sucede; cuáles son las tres posibles reacciones y cuál es la mejor para tener una vida saludable y feliz
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Todos los seres humanos vivimos, a diario, diferentes situaciones. Algunas son más desafiantes que otras. Además, cada persona posee diversas maneras de enfrentar aquello que le sucede y, que a veces, cuesta mucho procesar, pues resulta abrumador.
Veamos tres posibles reacciones ante la realidad:
1. Ser un optimista necio
Es la clase de persona que, frente a las dificultades, se limita a negar la realidad. Entonces, por ejemplo, cuando se entera de que están despidiendo gente en su trabajo, comenta: “A mí no me van a echar nunca. Yo acá soy imprescindible y tengo todo bajo control”. Con su actitud, solo se engaña a sí mismo creando una fantasía, en un esfuerzo por encubrir lo que realmente está sucediendo (que no todo marcha como él cree). ¿Y cómo lo hace? Por medio de la negación.
2. Ser un negativo necio
Aquí la persona cae por completo en el negativismo y expresa: “Esto es un desastre… Esto va de mal en peor… Esto, en cualquier momento, explota”. Tanto el optimista necio como el negativo necio cometen un error: se paralizan frente a lo que les sucede. El primero alimenta la creencia de que todo anda bien y no necesita hacer nada (cuando por lo general no es así); mientras que el segundo tampoco acciona porque piensa (y teme) que cualquier cosa que pueda hacer tendrá un resultado negativo.
3. Ser un optimista inteligente
Y, en tercer lugar, tenemos a la persona que escoge el optimismo, pero con inteligencia. Entonces, a diferencia de los anteriores, tiene en cuenta tanto lo bueno como lo malo de lo que acontece a su alrededor. Un análisis de la realidad que incluya lo positivo y lo negativo es la forma más equilibrada de reaccionar. Por supuesto, dicho análisis siempre es aconsejable llevarlo a cabo sin que intervengan nuestras emociones. Ya que, si estamos felices, tenderemos a negar la dificultad y a exagerar la posibilidad; y si, en cambio, estamos deprimidos, haremos todo lo contrario: exageraremos lo difícil y negaremos lo posible.
Esta es la actitud del optimismo que siempre tiene que ir de la mano de la inteligencia, para no negar la crudeza de la realidad, pero para ver siempre el “vaso medio lleno”, en lugar del “vaso medio vacío”. Esto nos permite esperar lo mejor de cada situación y no darnos nunca por vencidos.
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