Cuánto dinero se necesita para ser feliz en Latinoamérica y en Estados Unidos, según el cálculo de Harvard
Un grupo de científicos de la Universidad de Harvard desarrolló un estudio en el que hizo un cálculo aproximado del mínimo de dinero que necesita una persona para ser feliz
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Uno de los dichos más comunes a nivel internacional es que el dinero no compra la felicidad, y, tomando en cuenta que la estabilidad emocional y la compañía de otros seres hace a los humanos mucho más felices que cualquier bien material, es cierto.
Adicionalmente, el multimillonario Charlie Munger, fallecido en 2023, expuso que lujosas mansiones y compras de precios astronómicos podrían traer más infelicidad que felicidad a la vida de los humanos.
“Una exhibición de riqueza tan ostentosa podría malcriar a sus hijos y animarlos a vivir grandiosamente”, dijo Munger en una entrevista con CNBC a sus 99 años. Vale la pena mencionar que el multimillonario tuvo nueve hijos en dos matrimonios. Incluyendo dos hijastros y un hijo que murió de leucemia cuando tenía 9 años, y nunca vivió en una casa gigante.
Pero aunque ser feliz no tiene un valor económico, y aunque las personas no pueden ingresar a una tienda en línea y encargar “dos unidades de felicidad”, la realidad es que la falta de dinero sí puede ser causa de preocupaciones, problemas de salud y, en términos generales, infelicidad.
Es por eso que un grupo de científicos de la Universidad de Harvard desarrolló un estudio en el que hizo un aproximado del mínimo de dinero que necesita una persona para ser feliz.
El estudio y la clave de la felicidad según Harvard
El estudio, encabezado por Robert Waldinger, psiquiatra de Harvard y director del Centro de Terapia Psicodinámica e Investigación del Hospital General de Massachusetts, y Marc Schulz, doctor en psicología clínica de la Universidad de California, se centró en los factores más importantes del desarrollo adulto.
La investigación sobre Desarrollo Adulto de Harvard sugiere que la felicidad se enmarca en dos categorías: la hedónica, que está definida en términos de logro del placer y evitación del dolor, y la eudemónica, la cual está relacionada con hallar sentido a la vida.
En el apartado de la felicidad, los resultados arrojaron que las personas la asocian con tres factores en específico: la salud, el amor y el dinero. La primera conclusión es que quienes nacen en la pobreza tienen algo así como una “desventaja” en su camino hacia la felicidad, pero no es que se imposibilite. También expone que la riqueza, efectivamente, no es sinónimo de felicidad.
Por otro lado, se concluye que el dinero que una persona necesita para ser feliz es el equivalente al mínimo necesario para lograr tener estabilidad económica, es decir, con lo que se pueda pagar un techo, ropa qué vestir, alimentación y la manutención de una familia estable y con bienestar.
En cuanto a la vida en Estados Unidos, el estudio arrojó la cifra de 72 mil dólares al año, y en cuanto a Latinoamérica, el ingreso debería ser de 35 mil dólares anuales.
Los resultados fueron obtenidos tras monitorear ininterrumpidamente a más de 700 personas desde 1938. Con el objetivo de evaluar el estado físico, mental y emocional de los participantes, se hicieron miles de preguntas cualitativas, así como cientos de mediciones cuantitativas que incluían escáneres cerebrales y análisis de sangre.
La cifra, sobra explicarlo, es descabellada para la mayoría de personas de este lado del continente, ya que muchas argumentarán que son felices ganando mucho menos, y que en Colombia, por ejemplo, el monto mínimo para ser estable económicamente es bastante inferior.
Sin embargo, lo que sugiere el estudio es que la felicidad, más allá de depender de una cifra específica, está directamente ligada a la buena relación que se tiene con las personas cercanas y con uno mismo. Los investigadores no desconocen que el factor económico puede llegar a brindar seguridad y, hasta cierto punto, bienestar. Pero, no es la clave de la felicidad, así lo confirmó uno de los autores en una entrevista.
“El dinero no puede comprarnos la felicidad, pero es una herramienta que puede darnos seguridad y una sensación de control sobre la vida”, afirmó Schulz, profesor de psicología en el Bryn Mawr College de Pensilvania, para la revista ‘Forbes’.
Por Alejandro Victoria Tobón
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