Cómo lavar las toallas para que queden suaves, esponjosas y con buen olor
No se trata de echarlas al lavarropas como si fueran trapos, sino que para extender su vida útil requieren de una serie de cuidados especiales
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Cuidar las toallas pareciera ser una tarea sencilla. Supuestamente, alcanza con meterlas dentro del lavarropas, ponerlo a funcionar y listo. Pero lo cierto es que una verdadera higiene de estas prendas esenciales del hogar requiere de ciertos cuidados que, si bien pueden llevar unos minutos de realizar y completar, valen la pena debido a que garantizan que las toallas se mantengan libres de manchas y olores desagradables y se vuelvan esponjosas y absorbentes durante muchos años.
Una de las claves del cuidado de las toallas es la frecuencia de lavado. Los especialistas aseguran que pueden utilizarse hasta cuatro veces antes de ponerlas a lavar con una advertencia: jamás deben abandonarse arrugadas ni amontonadas en el suelo, sino que, después de haber sido usadas, deben extenderse en un espacio ventilado para que se sequen y eliminen la humedad.
Prolongar los días de uso implica el riesgo de que las toallas desarrollen moho, adquieran olor a humedad y se conviertan en una fuente de bacterias. Estos minúsculos seres vivos se multen textiles húmedos que acumulan el sudor, la sal y las células de la piel que produce el cuerpo, además de los restos de maquillaje y de productos de belleza.
Con esta premisa aclarada, el lavado requiere de otros cuidados que aseguran una higiene adecuada, suavidad y eficacia. Antes de meter las toallas en el lavarropas, conviene hacerles un prelavado con agua fría, vinagre y limón. Se trata de un remojo que elimina manchas y que las hará sentir más suaves y frescas cuando estén secas. Luego, se enjuagan y se introducen en el artefacto doméstico.
Antes de ponerlo a funcionar, se deben tener en cuenta una serie de variables fundamentales. Lo aconsejable es lavar todas las toallas juntas sin otras prendas a las que se les puedan transferir gérmenes y bacterias. La ventaja es que esto permite un ajuste más sencillo de la configuración de lavado. Igualmente, se debe evitar la sobrecarga de la máquina debido a que un tambor lleno impedirá una limpieza efectiva. A su vez, no es necesario usar una gran cantidad de jabón: el excedente provocará que las telas queden rígidas luego del secado.
En contra de la creencia de que el suavizante cumplirá su función sedosa, los expertos desaconsejan el uso frecuente de este producto debido a que no ayuda a que las toallas queden más esponjosas: la acumulación de la cera que contiene daña las fibras y con el tiempo reduce la capacidad de absorción. En cambio, sólo debe agregarse cada tres o cuatro lavados y luego de haberlo utilizado previamente un mínimo de cinco ocasiones.
Separar las toallas blancas de las de color para el lavado resulta otro factor esencial de cuidado. En el caso de las blancas, se deben lavar en un programa para algodón con agua caliente porque ayuda a mantener el brillo y elimina los gérmenes y bacterias. Para un tono impecable, se puede agregar al jabón un blanqueador sin cloro. Por otro lado, las toallas de color necesitan de una configuración de lavado de agua tibia para evitar que se destiñan. Se sugiere agregar una taza de vinagre blanco que colabora en la fijación de los colores.
Una vez terminado el ciclo de lavado, las toallas se deben retirar inmediatamente del tambor para evitar que adquieran olor a humedad. Y un último consejo: conviene lavar las toallas nuevas antes de usarlas. ¿Por qué? Porque los fabricantes suelen agregar químicos para dar una apariencia y una sensación esponjosa que bloquean la absorción. Una pasada por el lavarropas con jabón y media taza de vinagre abrirá las fibras y les devolverá la frescura.
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