Cómo equilibrar el presente y el futuro para escapar de la “cultura de la inmediatez”
Es importante tender un puente entre nuestro hoy y nuestro mañana; y enseñarle a nuestros hijos a través de los ejemplos
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Hoy en día vivimos en la “cultura de la inmediatez”, donde todo tiene que suceder ya y parecería que nadie quiere posponer algo para más adelante. Esto nos lleva a construir solo en el momento presente y a no accionar hoy a fin de generarnos un futuro mejor.
Ocurre que la mayoría de los adultos crecimos con la creencia de que la felicidad está en el futuro, lo cual nos hace tener pensamientos tales como: “Cuando tenga pareja, o consiga un mejor trabajo, o me vaya de vacaciones, seré feliz”. De esta manera, la felicidad que tanto deseamos no llega nunca y proyectamos siempre todo hacia adelante.
¿El resultado de dicha forma de pensar? Sentirnos permanentemente frustrados. Sin embargo, actualmente y en el extremo opuesto, mucha gente expresa: “Vivo y disfruto el presente; el futuro no me importa”. Aquí lo único que la persona desea es vivir el ahora, sin pensar para nada en el mañana.
Lo cierto es que cualquiera de las dos formas de encarar la vida (persiguiendo un futuro que nunca llega, o viviendo el presente ignorando el mañana) no resultan útiles. Entonces, ¿qué deberíamos hacer? Tender un puente entre nuestro hoy y nuestro mañana. Un equilibrio sano consiste en disfrutar el presente, con todas las experiencias que este nos trae, a la vez que planeamos y accionamos en pos de un futuro que nos produzca bienestar. Esto significa que logramos encontrar el punto medio entre el corto plazo y el largo plazo. Dicha actitud habilita en nosotros la capacidad de escoger el hecho de perder ciertas cosas hoy, con el objetivo de ganar otras, mañana. Pero, por supuesto, sin dejar de disfrutar el presente en plenitud, ni dejar de construirnos un buen futuro.
Los jóvenes de hoy en día, que tienden a querer vivir el presente olvidándose por completo del futuro (pues la cultura de la posmodernidad los impulsa a ello) necesitan aprender a esperar. Y esto es algo que, como padres, deberíamos enseñarles a nuestros hijos a temprana edad. Ellos deben saber que es posible, de vez en cuando, posponer el placer para conseguir un beneficio en el futuro. Por ejemplo, dejar de salir a divertirse un fin de semana para estudiar y prepararse para rendir un examen. Los adultos deberíamos darles el ejemplo teniendo muy en claro que no todo es inmediato ni superficial. Que podemos, a veces, perder algo bueno para ganar algo mucho mejor más adelante.
Y de eso se trata la vida: de un continuo ganar-perder que nos ayuda a aprender, a crecer y a avanzar con fuerza interior hacia una mejor versión de nosotros mismos.
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