La provincia de Buenos Aires lo adoptó oficialmente en 1903 para luego extenderse rápidamente por todo el mundo hispanohablante
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En 1892, dos niños de 6 y 4 años fueron brutalmente asesinados en el pueblo de Necochea, provincia de Buenos Aires, no muy lejos de la capital argentina.
En un principio se sospechó que el autor de dicho crimen fue un hombre llamado Ramón Velásquez, amigo de los padres de los niños, Ponciano Caraballo y Francisca Rojas. Pero él siempre mantuvo su inocencia durante los interrogatorios a los que fue sometido.
En la escena del crimen los investigadores encontraron una huella dactilar ensangrentada y se pusieron en contacto con un comisario que estaba desarrollando un sistema de identificación de huellas dactilares para uso policial.
Su nombre era Juan Vucetich, quien comparó las huellas dactilares de Rojas y Velásquez con la huella ensangrentada. Para sorpresa de la policía la huella coincidía con una de la madre, quien había negado haber tocado los cuerpos ensangrentados. Pero, confrontada con las pruebas, Francisca Rojas confesó. Esa fue la primera vez que se utilizó con éxito la identificación de huellas dactilares en una investigación de asesinato.
Tras el caso, Vucetich mejoró su sistema al que llamó “dactiloscopia comparativa”. La provincia de Buenos Aires lo adoptó oficialmente en 1903 para luego extenderse rápidamente por todo el mundo hispanohablante.
Sabía leer y escribir
Vucetich nació en 1858, en la isla de Hvar (en la actual Croacia) y emigró junto a su familia, en 1882, a Buenos Aires.
“Se sabía que el arte de su predilección era la música. Si bien no tenía pretensiones, deseaba iniciarse de inmediato en alguna tarea. Poco después, aquel joven comienza a trabajar para Obras Sanitarias”, dice una biografía de Vucetich hecha por el Gobierno argentino.
En 1888, ingresó a la Policía Bonaerense como “meritorio”, distinción que se le daba al funcionario que sabía leer y escribir.
Al principio ocupó cargos en la contaduría y más adelante como responsable de la oficina de estadísticas, hasta que un día conoció el trabajo del antropólogo inglés Francis Galton, uno de los pioneros del estudio científico de las impresiones dactilares.
Fascinado por las investigaciones de Galton, Vucetich desarrolló su propio método de identificación creando los elementos necesarios para captar los dibujos dactilares de las personas.
En 1891 se le encomendó la organización de la Oficina de Identificación Antropométrica (sistema basado en las medidas del cuerpo) de la Policía de Buenos Aires. Al tiempo que también consiguió las primeras fichas dactilares con las huellas de reclusos de la cárcel de La Plata.
Después de su contribución para el esclarecimiento del caso Rojas, Vucetich siguió desarrollando su método hasta patentar en 1896 el Sistema Dactiloscópico Argentino, que consistía en la identificación alfanumérica de los dedos de la mano.
Su uso es ahora fundamental en ámbitos como la autenticación de documentos, la criminología y el control fronterizo y aeroportuario. Y cada primero de septiembre se celebra el Día Mundial de la Dactiloscopía.
Para expertos en seguridad, la utilización de las huellas digitales supuso lo que para nosotros es hoy en día el uso del ADN. De ahí que el sistema de Vucetich haya sido considerado como “una revolución política y social”.
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