Su centro espiritual y político se sitúa a unos 74 kilómetros al oeste de La Paz, cerca del lago Titicaca; estaba regida por los antepasados de los aymaras
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Su esplendor e influencia alcanzaron Perú, Chile, Argentina y Bolivia. El imperio de los Tiwanaku (o Tiahuanaco) -regido por los antepasados de los aymaras- es conocido como la “cultura madre” de América del Sur. La suya es una de las historias más ricas y vibrantes del mundo. Fue una de las civilizaciones más complejas y sofisticadas, que dominó varios siglos una vasta franja de Sudamérica. El centro espiritual y político de la cultura se sitúa en la ciudad-estado de Tiwanaku, a unos 74 km al oeste de La Paz, cerca del lago Titicaca. Se tarda entre 2 y 3 horas en llegar en auto.
A casi 4000 metros sobre el nivel del mar, se elevan la ciudad planificada con el mismo nombre, que tuvo fuerte carácter religioso y desplegó toda su grandeza entre el 400 d.C. y el 900 d.C, para ir desapareciendo gradualmente después. “Los vestigios de sus monumentos atestiguan la importancia cultural y política de una civilización netamente diferenciada de las restantes culturas prehispánicas de América”, afirma la UNESCO sobre el sitio arqueológico.
El conjunto monumental de edificios de piedra y las pirámides está construido con colosales monolitos tallados con precisión milimétrica. Aún no está claro cómo lograron levantar las estructuras o traer las piedras necesarias, ya que la civilización carecía del concepto de la rueda. “Era una ciudad brillante, de unos 4 a 6 kilómetros cuadrados. Uno de ellos estaba lleno de pirámides de piedra, palacios y residencias para la élite. Más allá se construyeron las viviendas para el resto de la gente que llegaban hasta el lago. Eso son unos 20 kilómetros. Un espacio bastante extenso”, explica a BBC Mundo Charles Stanish, antropólogo de la Universidad del Sur de Florida.
La pirámide de Akapana es, por ejemplo, la mayor y más antigua de las construcciones prehispánicas de Sudamérica. Tenía un gran significado espiritual y los arqueólogos creen que fue erigida hace unos 2.500 años. Como todo, el conjunto arquitectónico está bellamente tallado.
La ciudad fue diseñada para atraer gente de todas partes y los expertos están bastante seguros de que tenía barrios distintos y gente multiétnica. “La ciudad probablemente era multilingüe y se oían distintos idiomas. Se organizaban grandes ceremonias y festivales, y tratan de atraer gente y comerciar. Sus textiles son absolutamente impresionantes. Su alfarería hermosa”, afirma Stanish.
Tecnología de riego
Construyeron su economía sobre la base del comercio y de la agricultura. La metrópoli estaba dotada de un complejo sistema de drenaje subterráneo que controlaba el flujo de las aguas pluviales. Sus casi 50.000 campos agrícolas, conocidos localmente como sukakollos, tenían una tecnología de riego -asombrosa para la época- que les permitió adaptarse fácilmente a las duras condiciones climáticas del antiplano boliviano.
A su alrededor construyeron terrazas artificiales que hicieron posible una forma sostenida de cultivo y ayudaron a la evolución cultural del imperio. “Estas innovaciones fueron adoptadas por civilizaciones posteriores y se extendieron hasta Cuzco”, explica la UNESCO.
Y es que los Tiwanaku establecieron colonias alrededor de su enclave estratégico en un área del tamaño de California y allí colocaron, por ejemplo, sus tiendas de artesanía. Así, instauraron su poder político y económico: controlando enclaves o pequeñas unidades políticas y comerciando con los locales.
“Obtenían objetos del bosque tropical y los comerciaban con gente del sur, en las vertientes occidentales de los Andes, desde la ciudad peruana de Moquegua hasta San Pedro de Atacama, en Chile”, añade Stanish. Usaban distintos materiales para la arquitectura, la alfarería, los textiles, los metales y la cestería.
Imperialistas
“Se comportaron como un imperialismo clásico en el que traían materias primas y fabricaban productos terminados, particularmente cerámica y textiles. Tenían compuestos alucinógenos que eran muy populares en aquella época. Trabajaban la piedra y el metal. Tenían toda una gama de actividades. Y sobrevivieron durante varios cientos de años”, explica el antropólogo.
“Eran una sociedad jerárquica. Esto está bastante claro. Tenían realeza y una élite entroncada con el sacerdocio que usaba símbolos y estructuras de poder tradicionales andinos. Es casi seguro que el pueblo Tiwanaku hablaba una forma ancestral de aymara, que llamamos jaqi”, afirma.
Y pese a la grandiosidad y la influencia de los Tiwanaku, de su fuerza económica y política, la civilización desapareció misteriosamente sin dejar muchas pistas sobre las razones. “Tenemos varios misterios que resolver, como su desaparición y colapso o la tecnología con la que transportaron piedras que sobrepasan las 140 toneladas desde canteras a más de 50 kilómetros de la ciudad”, le dijo a la BBC el arqueólogo boliviano Luis Miguel Callisaya.
Parte de su cultura o de sus tecnologías fueron absorbidas por los incas. Y de hecho, hasta que no llegó la datación por carbono a la ciencia, se consideraba que los Tiwanaku eran parte de la civilización inca. Pero, en los años 60 y 70 empezaron a aparecer artefactos y huellas que demostraron que, en realidad, la civilización era muy anterior a los incas.
Los incas no habitaron el altiplano andino hasta el siglo XIII. “Ya no hay absolutamente ninguna duda de que hubo un intervalo grande de tiempo entre el colapso de los Tiwanaku y el comienzo del Estado Inca”, dice Stanish. Existen muchas hipótesis para explicar el colapso y la desaparición de esta civilización. Desgraciadamente, Tiwanaku fue saqueada a lo largo de los siglos y gran parte de su valioso patrimonio desapareció.
Numerosos documentos históricos muestran que el sitio arqueológico se convirtió en una cantera, de la cual se extraían materiales para construir edificios modernos. La evidencia de esto, según la UNESCO, es aún es visible en el centro de la ciudad cercana, e incluso en La Paz, la capital de Bolivia.
Ofrendas a los dioses
Además, la ciudad solo fue excavada en torno a un 10% por lo que todavía queda mucho por hacer. Por eso es difícil saber qué pasó exactamente. La tesis más sostenida es la de una crisis ambiental que generó una prolongada sequía.
Para Callisaya uno de los hallazgos arqueológicos que apuntan en este sentido es el descubrimiento de 19 osamentas de jóvenes que “consideramos que fueron parte de una ofrenda para enviar el mensaje y llamar las lluvias a los dioses”, explica. Stanish va un poco más allá y apunta a que las causas fueron varias.
El colapso de la civilización no sucedió de la noche a la mañana. Tardó al menos 200 años en pasar”. Tampoco se trató de un colapso biológico. Es decir, la población no murió en un breve período de tiempo. Es probable que los pobladores fueran poco a poco dispersándose. Primero fuera de la gran ciudad, luego más allá de los límites cercanos.
“Sabemos que no fue una enfermedad que diezmara a la población. Se habla de que se debió a una sequía que afectó a los sistemas agrícolas en la cuenca del Titicaca. Y también que hubo invasores por el sur. Esa fue la leyenda registrada por muchos historiadores españoles”, explica el arqueólogo.
Confluencia de factores
Para él, no hubo una sola causa, sino que fue la confluencia de muchas. Entre ellas probablemente esté también una rebelión campesina debido a la fuerte insatisfacción con los gobernantes y la élite. “Se parece mucho a lo que ocurrió con los mayas, donde la gente simplemente se dispersó. Cualquiera que fuera el sistema político y económico que mantenía a Tiwanaku, se vino abajo”, dice.
Y de esta forma, la agricultura y la riqueza que producía, que durante siglos fue el eje que mantuvo unido el sistema político de Tiwanaku, cayó gradualmente en desuso y se produjeron cambios considerables con respecto a la salud general, la demografía y las estrategias de subsistencia del pueblo, provocando una diáspora.
“La primera etapa fue una diáspora colonizadora y limitada a unos sitios de altura intermedia, como la cuenca media del Osmore cerca a Moquegua, y probablemente Cochabamba. La segunda etapa fue una diáspora mucho más extensa, impulsada por la desintegración violenta de las colonias alrededor de 1000 d.C., contemporáneo con el colapso de la ciudad de Tiwanaku o su reorientación radical por una élite militar”, afirma Bruce D. Owen en su estudio Distant Colonies and Explosive Collapse: The Two Stages of the Tiwanaku Diaspora in the Osmore Drainage.
Las poblaciones de la segunda etapa, que se asentaron en áreas poco pobladas, establecieron aldeas pequeñas, dispersas, y defendibles. Los que se asentaron entre una población mayor o mejor establecida se integraron como una minoría de menor estatus. “Este colapso explosivo sugiere que Tiwanaku estaba compuesto por múltiples grupos cuyos intereses diversos no podían ser contenidos”, añade Owen.
Cuando las civilizaciones colapsan, normalmente hay múltiples razones: crecimiento demográfico, enfermedades, invasores o guerras. Todas ellas se unen y engullen civilizaciones enteras.
*Por Cristina J. Orgaz
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