David Robson, científico, escritor y autor del libro The Laws of Connection, dio a conocer los mejores métodos para tener relaciones sanas que perduren en el tiempo; lo que tenés que saber
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Los seres humanos somos a menudo incapaces de reconocer nuestros errores. Podemos quejarnos de la arrogancia, la ignorancia o la estupidez de otra persona, sin siquiera considerar los enormes defectos que nuestro carácter puede albergar. Asimismo, este punto ciego se vuelve evidente en cada una de nuestras relaciones de amistad, puesto que, sin tener nunca la intención de hacer daño, nuestras acciones irreflexivas lastiman a las personas que amamos. Me refiero a una crueldad casual más que deliberada, aunque las consecuencias de estos errores son igualmente perjudiciales.
Mientras escribía mi reciente libro (The Laws Of Connection) sobre la ciencia de la conexión social, descubrí que las “relaciones ambivalentes” (personas que se sienten a la vez cálidas y frías) pueden causar incluso más daño al bienestar que las figuras puramente rencorosas que, como es de esperar, resultan desagradables. Afortunadamente, los hallazgos de la investigación pueden ayudarnos a desarrollar estrategias simples pero poderosas para identificar nuestros peores hábitos y mitigar su daño.
1. Ser consistente
A nadie le gusta verse en un estado de incertidumbre, un hecho que se puede comprobar en las respuestas de las personas al dolor físico. Sobre eso, Archy de Berker y sus colegas del Instituto de Neurología del University College de Londres en Reino Unido pidieron a un grupo de personas que jugaran un juego de computadora que aplicaba una leve descarga eléctrica cada vez que encontraban una serpiente escondida debajo de una roca virtual.
Para examinar los efectos de la incertidumbre en la respuesta al estrés, los investigadores variaron la probabilidad de que una roca escondiera una serpiente a lo largo del experimento y midieron los signos fisiológicos de la ansiedad, como el sudor y la dilatación de las pupilas. Sorprendentemente, los participantes mostraron la tendencia a reportar una respuesta de estrés más acentuada cuando solo había 50% de probabilidad de recibir una descarga eléctrica, en comparación con escenarios en los que sabían con certeza que el dolor se avecinaba.
El comportamiento de ser amigo solo en las buenas puede poner a la gente que nos rodea en un estado similar de anticipación. Además, en estudios que investigan amistades impredecibles, los científicos piden a los participantes que se imaginen acudiendo a un amigo en busca de consejo, comprensión o un favor. Les piden que respondan a las siguientes preguntas en una escala del 1 (nada) al 6 (extremadamente):
- ¿Qué tan útil es tu conexión?
- ¿Qué tan perturbadora es tu conexión?
Cualquiera que responda 2 o más en ambas preguntas se considera una “conexión ambivalente”, y la duda inherente sobre la reacción puede ser una fuente grave de estrés. También, en un estudio, el simple hecho de saber que los amigos ambivalentes estaban sentados en la habitación de al lado fue suficiente para elevar la presión arterial de los participantes.
Es posible que no siempre podamos brindar el apoyo que nuestros amigos necesitan, pero podemos intentar ser un poco más confiables en nuestras respuestas. Asimismo, podríamos aprender a gestionar mejor nuestro mal humor, por ejemplo, para no atacar si nuestros amigos se acercan a nosotros en el momento equivocado, en lugar de dejarlos al capricho de nuestro clima emocional.
2. Evitar la ilusión de transparencia
Cada uno de nosotros está atrapado en su propia mente, pero sobreestimamos qué tan bien los demás pueden leer nuestro estado emocional, un fenómeno que a veces se conoce como ilusión de transparencia. Sin dudas, esto puede resultar evidente en las entrevistas de trabajo: asumimos que los nervios se reflejan en nuestro rostro, pero los sentimientos de ansiedad suelen ser mucho más difíciles de percibir de lo que creemos. Este error cognitivo común también puede impedirnos compartir nuestro aprecio por los demás, dándoles la impresión de que los descuidamos y los subvaloramos.
Amit Kumar, de la Universidad de Texas en Austin, y Nicholas Epley, de la Universidad de Chicago, pidieron a grupos de participantes que escribieran cartas de agradecimiento a personas importantes en sus vidas. Utilizando encuestas para medir las expectativas de quienes escriben las cartas y las reacciones reales de los destinatarios, los investigadores descubrieron que las personas subestimaban constantemente cuán sorprendida estaría la otra persona al recibir sus amables palabras y lo bien que les haría sentir. Por ende, asumieron que la otra persona ya sabía lo agradecida que estaba.
Por supuesto, es posible que nuestro lenguaje corporal transmita nuestra calidez y aprecio a los demás, pero no podemos confiar en ello, lo que significa que a menudo haríamos mucho mejor si expresamos esos sentimientos con palabras.
3. Validar los sentimientos de los demás (y animar al amigo a considerar nuevas perspectivas)
Cuando alguien está pasando por un momento difícil, a menudo buscará naturalmente la comprensión de los demás. Por ende, una respuesta empática puede validar los sentimientos, lo que alivia parte del estrés. Un amigo tóxico puede ser muy desdeñoso o crítico acerca de tus sentimientos, lo que resulta en una sensación de rechazo que sólo aumenta la carga emocional de la persona.
Sin embargo, el hecho de que sintamos empatía por el dolor de alguien no significa que tengamos que estar totalmente de acuerdo con su interpretación de la situación. Las ofertas de apoyo emocional más eficaces a menudo incluirán aliento o consejos que les ayuden a ver sus problemas desde una nueva perspectiva. De hecho, un creciente conjunto de investigaciones psicológicas sugiere que simplemente alentar a alguien a desahogarse, sin ningún intento de replantear sus problemas, sólo puede fomentar la reflexión y amplificar su angustia a largo plazo.
Esta tendencia, que se parece a la de un buitre que se alimenta de las emociones de los demás sin ayudarles a cambiar su situación, constituye otra forma de toxicidad en las amistades. Una conversación constructiva necesita mucha sensibilidad y tacto, pero un artículo de Ethan Kross de la Universidad de Michigan y sus colegas ofrece algunas preguntas que pueden ayudar a alguien a ver sus problemas desde una perspectiva más amplia. Por ejemplo:
- Al evaluar la situación, ¿podrías decirme por qué este evento fue estresante para vos?
- ¿Aprendiste algo de esta experiencia? Si es así, ¿te importaría compartirlo conmigo?
- Si mirás el “panorama general”, ¿eso te ayuda a darle sentido a esta experiencia? ¿Por qué sí o por qué no?
Después de considerar los diferentes puntos de vista, los participantes en el estudio tendieron a sentir un mayor cierre sobre un evento doloroso, en comparación con aquellos que habían contado los detalles concretos de la situación y los sentimientos que había producido.
4. Celebrar los éxitos de los demás (y practicar la felicidad compartida)
La empatía es igualmente importante al compartir emociones positivas. La compasión, que deriva del latín “dolor compartido”, es bien aceptada como fundamento de la amistad, pero la importancia de la felicidad compartida es mucho menos conocida. Además, la falta de atención a este aspecto se arraigó en la investigación científica, Esto teniendo en cuenta que, cuando Shelly Gable de la Universidad de California en Santa Bárbara, y Harry Reis de la Universidad de Rochester en Nueva York, examinaron la literatura sobre psicología en 2010, descubrieron que el número de artículos enfocados en acontecimientos negativos de la vida superaba a los que se centraban en los positivos en más de siete a uno.
Esto está cambiando ahora, con múltiples estudios que revelan que nuestras conversaciones sobre buenas noticias pueden ser tan importantes como la compasión para el desarrollo y mantenimiento de relaciones saludables. Al respecto de esto, un amigo comprensivo debe responder de manera activa y constructiva: pidiendo más información, discutiendo las implicaciones y expresando su propia alegría u orgullo.
Sin embargo, muchas personas responden de manera demasiado pasiva (cambiando rápidamente de tema, por ejemplo), mientras que algunas son activamente destructivas y hacen comentarios que intentan minimizar la importancia de los acontecimientos. Envueltos en las distracciones de la vida diaria, podemos olvidar darle a estos momentos la atención que merecen, pero si queremos ser un buen amigo, debemos tomarnos el tiempo y el esfuerzo para celebrar los éxitos de nuestros amigos, por pequeños o grandes que sean.
También podríamos pensar más detenidamente en la forma en que compartimos nuestra propia felicidad. Esto debido a que puede que nos preocupe parecer jactanciosos o arrogantes y, por lo tanto, optemos por mantener nuestros éxitos en secreto, pero esta estrategia puede resultar contraproducente, según una serie de experimentos realizados por Annabelle Roberts de la Universidad de Texas en Austin, Emma Levine de la Universidad de Chicago y Övül Sezer de la Universidad de Cornell. En sus investigaciones descubrieron que las personas tienden a sentirse muy ofendidas cuando ocultamos información como promociones laborales a las personas que nos rodean. Debido a que ven este comportamiento como paternalista, que establece frialdad en lugar de calidez y conexión.
5. Ser el primero en pedir perdón
Todo el mundo comete errores, pero pocos se disculpan libremente, lo que induce a que el resentimiento se instale en nuestros vínculos sociales hasta mucho después de que se haya cometido la ofensa. Sobre esto, la investigación psicológica sugiere que existen cuatro obstáculos principales para disculparse de manera efectiva: no apreciamos el daño que hemos causado, asumimos que el acto de disculparse será demasiado doloroso y vergonzoso, creemos que la disculpa hará poco para reparar la relación; y, finalmente, es posible que no entendamos qué constituye una buena disculpa, por lo que no decimos las palabras que serán necesarias para la sanación.
El primer punto, la falta de valoración sobre el daño, depende claramente de los detalles del desacuerdo. Pero las dos preocupaciones siguientes sobre el costo de pedir disculpas o subestimar su efecto, al igual que muchas de nuestras suposiciones sobre las relaciones, son en gran medida infundadas y, por lo tanto, imponen barreras innecesarias a la conexión social. En general, la gente siente alivio al enmendar sus malas acciones y es posible que podamos reconstruir los puentes rotos mejor de lo que esperábamos, siempre que nuestras disculpas se presenten de la manera correcta.
Para garantizar que su disculpa sea efectiva, debe darle a la otra persona suficiente tiempo para expresar su dolor por lo ocurrido. Luego debe reconocer la responsabilidad por la infracción, expresar arrepentimiento o tristeza (genuino), ofrecerse a reparar el daño y explicar cómo evitará volver a cometer un error similar. De todas formas, cada relación tendrá sus altibajos: esa es la naturaleza del comportamiento humano y la complejidad de nuestra vida social. Sin embargo, al aplicar estos cinco sencillos consejos para lograr una conexión más sólida, podrá evitar fácilmente los errores más comunes y asegurarse que es el tipo de amigo que le gustaría tener.
*Por David Robson / En el libro The Laws of Connection, David Robson examina 13 estrategias basadas en la ciencia para transformar su vida social, publicado por Canongate (Reino Unido y Commonwealth) y Pegasus (EE.UU. y Canadá). Es @davidarobson en Instagram y Threads.
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