La escritora mexicana analiza en su libro, ‘Dios fulmine a la que escriba sobre mí', la relación con su progenitor y cómo la literatura la llevó del rencor a la reconciliación con su familiar
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¿Existe la reconciliación después de la muerte? Cuántas veces habrás pensado tras el fallecimiento de un ser querido que te habría gustado decirle lo que quedó finalmente sin decir. O como pensaste que siempre habría tiempo, te arrepientes de no haberte acercado para cerrar la distancia que se creó con esa persona. Ese posible lamento puede ser aún más hondo cuando quien muere es tu padre.
La escritora mexicana Aura García-Junco, de 35 años, recurrió a la literatura para recordar, analizar y resolver la relación que mantenía con su papá después de fallecer y para ello escribió su último libro, Dios fulmine a la que escriba sobre mí (Sexto Piso, 2023).
A través de los libros que su padre le dejó, una herencia menos casual de lo que en principio parecía, García-Junco investiga y recapacita sobre el momento en el que pierde a un héroe y encuentra un hombre.
En el marco del Hay Festival de Querétaro (México), en BBC Mundo hablamos con ella sobre el libro y reflexionamos sobre el duelo, las heridas que el cambio generacional está dejando entre padres e hijas y sobre cómo la literatura llevó a la autora a transitar desde el rencor hacia su papá, al que llegó a ver tan ajeno, hasta la reconciliación tras la muerte.
—En el libro te preguntás qué pensaría tu papá, que era maestro y escritor, sobre el hecho de que su hija escribiera un libro sobre él después de muerto. ¿Qué crees que pensaría ahora que el libro está completado, teniendo en cuenta que hay partes duras en las que muestras el rencor que tuviste hacia él en algunos momentos?
—Lo he hablado con muchas personas: le costaría mucho trabajo pero siendo optimista creo que estaría orgulloso y que le gustaría una parte; otra sería difícil para él porque hay cosas que no nos dijimos y en el libro están dichas. Era un buen lector, y el libro es un homenaje. Algo de eso le llegaría, pero no sé si peco de optimista.
—¿Qué te aportó investigar y analizar la relación con tu padre después de muerto? ¿Qué cambió en ti?
—Es un libro muy honesto. Empecé atorada y enojada y al terminar la escritura sentí que me quité un peso de los hombros al ver a mi papá con más complejidad de la que estaba siendo capaz de ver y al reconciliarme con mi lugar en esa historia.
Él murió y yo me sentía muy triste de no haber podido llegar al grado de reconciliación que yo había empezado a activar unos años antes. Si no hubiera tenido la posibilidad de dialogar con el papel, estaría en un lugar más inhóspito.
Tienen mala prensa los escritores que hacen terapia en sus libros, pero yo sí hice terapia en mi libro y no me importa. Nada me hubiera servido como me sirvió tener este diálogo y es el único diálogo que podía tener con mi papá, no había de otra.
—¿Cómo cambió la manera de ver a tu papá desde que fallece hasta ahora?
—Lo veo con mucha más compasión y no en un sentido condescendiente, sino en el de aceptar los errores y las imperfecciones, que es algo que tiene que ver con la empatía. Si bien es un libro en el que hay juicios, son juicios que se ponderan todo el tiempo.
Cuando estaba vivo era muy difícil para mí tener esa distancia para juzgarlo de forma menos dura. Al terminar el libro lo leo con más matices, con un cariño mucho menos segmentado. Fue para mí una reconciliación sin dejar de ver las cosas que estaban jodidas.
—Para escribir este libro leíste varias obras sobre duelos. Tras esas lecturas y haber escrito el tuyo propio, ¿qué reflexión hacés sobre la pérdida de los que queremos?
—Que no hay un camino rápido ni con atajos para hacer un duelo porque es un evento desigual, no hay manera de saber cuándo termina el duelo por la pérdida de un ser cercano. Yo creo que no termina nunca.
Se pasa un periodo álgido que es invivible, pero después de eso continúa. El mundo no tiene lugar para los duelos. Nadie quiere que vivas un duelo largo porque no sabemos qué hacer con el dolor de las demás personas. No sabemos qué hacer con el propio, mucho menos con el de los demás. Los libros de duelo tienen esa gran ventaja de que no tienen fecha de caducidad.
Cuando el resto de las personas a tu alrededor cree que ya tuviste tu duelo, cuando a ti ya te da pena hablar de eso porque te cansaste de estar machacando a la gente que tienes cerca con tu dolor y crees que debería ser algo que tendrías que tener superado, los libros de duelo siguen siendo una compañía.
—Pero, además no es un duelo cualquiera, es el de un padre, con quien siempre tenemos una relación muy profunda.
—Una cosa que me pareció a mí es que hay varios duelos por la pérdida de un padre. Hay un duelo previo que es la pérdida del padre en la infancia y es un duelo del que se habla menos, muy ligado a la pérdida de la infancia como ese lugar que en general tiende a ser el de la seguridad.
Es ese momento cuando pierdes a tu padre como un ídolo, que es algo muy socialmente aceptado, ya que es el que protege. Cuando se pierde esa figura, empieza un gran duelo que no es suficientemente hablado y muchas heridas luego penden de ese duelo.
Yo me di cuenta de que una parte importante del proceso que tenía que hacer era reconciliarme con la noción de héroe, con el gran dolor que me había causado perder la noción de héroe y la pérdida de certeza que hay con eso. Ahí hay una pérdida muy grande.
Este segundo duelo está muy ligado a ese primero, al menos para mí. Tiene mucho que ver con la relación que llevas con esa persona y con esa frase que me dijeron de “Nunca eliges cuando pierdes a alguien”. Por lo que ese segundo duelo siempre va a estar ligado con el estado de ánimo y la relación entre ambos, que a su vez están ligados con el primer duelo.
—¿Identificás un momento que marque esa muerte del héroe?
—Para mí fue el divorcio de mi mamá cuando yo tenía 14 años, porque fue verlo llegar a lugares que yo no sabía que podía llegar. Sabía que podía ser una persona explosiva, pero no sabía cuánto hasta que se divorciaron. Y eso está imbricado con otro de los grandes temas del libro, que es la masculinidad y la violencia que va ligada o puede ir ligada.
—Efectivamente hay mucho conflicto entre vos y él por la masculinidad. En un momento del libro decís ‘Me parece muy sintomático de la masculinidad más tradicional esa incapacidad de hacer un duelo’. ¿Cómo comparás esa incapacidad con tu propia gestión de la pérdida?
—Eso tiene que ver con esa cosa de no sentir y ser fuerte de inmediato. El duelo debe acabarse porque no es aceptable ser doliente para siempre, y eso en los parámetros más tradicionales de la masculinidad es aún peor, porque tienes que ser fuerte.
Eso está cambiando y hay cada vez más oposición a esa noción, pero para un hombre de esa generación no había tanta salida. Hay un sesgo muy grande de género en cualquier cosa que implique emociones fuertes, y no hay emoción más fuerte que perder a alguien tan cercano.
—En otro momento decís ‘Somos hijas de macho progres… El cambio generacional ha sido un choque que ha abierto brechas colosales entre padres e hijas’. Esta visión es fuente del rencor que en algún momento sentiste hacia él y una de las razones del alejamiento…
—Yo sabía que eso nos había costado mucho en los últimos años tanto a él como a mí en direcciones muy opuestas. Él murió en 2019 y en México estaba muy reciente el movimiento MeToo, y la primera reacción fue muy visceral.
Desde antes había habido los primeros conatos de choque entre él y yo que tienen que ver con esa nueva visión de mundo. A pesar de que él tenía ideales de igualdad, no alcanzaba a ver muchas cosas que para mí son obviedades, y él tendía a pensar que eran exageraciones o las descalificaba por falta de interés, que era más bien miedo. El cambio de época ha sido muy difícil, no sólo para él.
Hubo algunas fisuras previas también, como cuando se divorció y empezó a salir con mujeres de veintitantos años, a pesar de que el tiempo pasaba para él. Es un clásico.
Hablando con muchas mujeres feministas, me he topado con conflictos no resueltos con sus padres o cosas que no se han atrevido a hablar. Otra cosa que me ha gustado de la gente que ha leído el libro es que me han dicho que les ha permitido ver a sus padres con otra luz, acompañar ese proceso de pasar de un enojo a una comprensión.
No digo que le haya solucionado la vida a nadie, pero sí es el caso de lo que me pasó a mí y sí tiene una influencia en personas que están pasando por procesos similares, especialmente hijas.
—Leyendo el libro se siente que creés que quizás en un momento estás siendo muy dura y entonces tu mirada se vuelve más amable.
—Es el camino del libro: empezar desde el rencor, el primer momento del duelo, y terminar del otro lado. Yo no estaba segura de que eso pasaría. Al fin de cuentas es un libro y es una cápsula del tiempo de un momento, un tubo de ensayo de qué pasa cuando haces un duelo mediante la escritura. No estaba segura de qué podía pasar.
Este año lo estuve reescribiendo, pero fui muy cuidadosa de mantener la emocionalidad del primer momento. Es el documento de un momento muy específico. Hay un conflicto entre el rencor y la reconciliación, entre querer hacer un homenaje y querer pelearme. Hay muchas tensiones en el libro porque es inevitable cuando escribes desde la honestidad.
—Escribes que ya conocemos el final de los libros de duelo, pero que siempre hay sorpresas. ¿Qué es lo que más te sorprendió al escribir de tu padre? ¿Descubriste algo que no sabías?
—La intriga que le causaba a muchas personas, que era un reflejo de la intriga que me causaba a mí, aunque yo obviamente lo conocí más que otras personas.
Cuando me acercaba a otras personas me hablaban de que era muy generoso y de que les daba mucha curiosidad. Era un personaje muy críptico, un personaje de la ciudad que estaban acostumbrados a ver pero que poca gente conocía, porque ponía mucha distancia.
Yo no sabía cómo lo veía la gente fuera de sus círculos cercanos. No sabía del misterio y de esa cosa medio enigmática que tenía. Y ahora, tras las primeras lecturas del libro, me ha sorprendido cómo se lee el personaje de mi padre que yo he creado.
*Por Daniel García Marco
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